El cambio climático quema a Chile

Es una buena noticia que el gobierno de Chile, a través de la Cancillería, haga llegar al Secretario General de las Naciones Unidas, los documentos que ratifican el compromiso de nuestro país con los acuerdos de la Conferencia de París sobre el cambio climático, los que apuntan a contener el calentamiento global.

No puede ser de otra manera, solo este año los incendios forestales han devastado la zona central de Chile, arrasaron más de 600.000 hectáreas de suelos, bosques, cultivos y viñas, vida animal y vegetal, así como arruinaron miles de hogares; todo ello hace incalculable su impacto económico y social en el territorio nacional. Según la CONAF, el día que la canícula se acercó a los 40 grados, en la Región del Maule se quemaron más de 100.000 ha. Una cifra terrible si se piensa que esos calores letales volverán en los años venideros.

La causa no es solo una, son diversas. Se ha comprobado, en uno u otro caso, que hay individuos culpables de provocar incendios de esta verdadera calamidad; también que influye el descontrol para implantar y hacer crecer una industria forestal desregulada y en torno a zonas pobladas, en un afán de ganancias excesivas por los grupos económicos involucrados; así como, se discute acerca de los tiempos de respuesta pertinentes y del equipo y preparación de voluntarios y bomberos, pero todos estos factores son insuficientes ante la magnitud del desastre.

Por eso, nadie con un mínimo de sensatez podrá negar que desde hace años las altísimas temperaturas, su extensa duración y la velocidad con que se propaga el fuego, son un severo castigo recibido por la naturaleza que, ante esa constante descarga de calor, se convierte en un verdadero horno de varias semanas.

Éste gravísimo fenómeno, el calentamiento global, precipitó el pasado mes de enero la devastación que estremeció el país; es decir, que el cambio climático ha pasado a ser causa fundamental de esta tragedia que asoló Chile, cuyas secuelas futuras son realmente imprevisibles.

La teoría "trumpista", instalada en el gobierno de los Estados Unidos, que todo esto no es más que artimañas chinas, se cae sola ante la devastación que afecta al planeta y a nuestro país. Es imperiosa la ratificación del Acuerdo de París, ante la inminencia de un desastre incalculable para la humanidad.

Hay que prepararse a fondo, sin cálculos pequeños, sin ahorrarse la chaucha que después cuesta millones, debiese articularse una estrategia de largo plazo, desde la que surja una política de Estado con participación institucional lo más amplia y diversificada, abierta a la ciudadanía, de la civilidad e institutos castrenses, ya que el impacto del calentamiento global que ya nos quema y agobia, exige una preparación de mayor nivel y alcance de la formulada hasta el presente.

El anunciado Servicio Nacional Forestal, como sustituto de la actual CONAF, es un importante avance en el fortalecimiento de la institucionalidad pública para preservar y restablecer el bosque nativo y para el cuidado de las áreas silvestres, parques nacionales, y un riquísimo patrimonio natural que Chile tiene como nación. Además, aún tenemos agua, en algunas zonas en forma abundante, pero no se cuida ni se guarda, ni se valora  como se debe.

Pero en esta materia, la tarea es mayor, se necesita la descentralización desde el poder central a las regiones, con vistas a formular estrategias de desarrollo regional que orienten, canalicen y estimulen el despliegue de los actores productivos, evitando que los diversos territorios caigan bajo el uso irracional de los intereses económicos preponderantes, que les someten a una depredación que debe cesar para bien del país y la integración de todas sus fuerzas al desarrollo. Hay que crecer en forma sustentable e inclusiva.

El Estado tiene que afirmarse los pantalones y ponerse a la cabeza de una estrategia que, tenga su base en las regiones, la que respetando a todos los que puedan entregar su colaboración, sobre la base que el interés nacional está primero, logre asegurar el debido resguardo y protección del territorio nacional, que es el hogar común que nos cobija.

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