ERNC ¿caen los mitos del extractivismo?

Nos dijeron que si no se concretaba HidroAysén Chile quedaría a oscuras. ¿Desde cuándo es estratégico para un país subordinarse a lo que decida una junta de accionistas?

Nos dijeron que sin termoelectricidad y represas, las energías renovables no convencionales (ERNC) no podrían avanzar por su intermitencia y adaptación a los ciclos de la naturaleza. ¿Desde cuándo vivir en armonía con los ecosistemas se convirtió en un objetivo cuestionable?

Nos dijeron que las ERNC eran más costosas y que su incorporación a la matriz nacional haría subir las tarifas eléctricas. ¿Desde cuándo es la economía la que debe tener la última palabra en todo, y guiar el interés público y el bien común?

Nos dijeron que sería imposible alcanzar un 20 % de ERNC al 2020, y bajo tal argumento torpedearon en el Congreso el proyecto 20/20 y lo aplazaron 5 años, al 2025. ¿Desde cuándo la política se sustenta solo en la realidad construida por quienes quieren mantener las cosas inmutables, en pos de intereses particulares?

Nos dijeron tantas cosas, con su seriedad infinita, sus ternos y corbatas, sus Ipad, planillas y powerpoint, amplificados por una prensa que saca la cuña que necesita para no verse obligada a inventarla. Hay que guardar las apariencias.

Nos trataron de convencer y con algunos lo lograron. Con aquellos que temen soñar y asumir que en sus manos, en su acción colectiva, está la posibilidad de construir su futuro. El propio y el de los demás.

Pero en pocos meses, quizás días, sus augurios se fueron derrumbando. Sus pronósticos exorcizados, como quien espanta a ese demonio invisible que nos hace temblar y caer en parálisis. Que nos hace suplicar que todo siga cómodamente igual.

En un par de días, hechos que es preciso escudriñar fueron revelando que todo era más un pensamiento ilusorio (“wishflul thinking” le llaman los gringos) que un ecuánime análisis basado en la lectura de la realidad. Un anhelo para mantener los privilegios de un modelo energético concentrado, sin competencia, con altas utilidades y sustentado en un extractivismo desbocado. Un modelo solo posible en un planeta inagotable. Que por cierto no es el nuestro.

Hoy, a años luz (nunca mejor dicho) de que HidroAysén y Energía Austral puedan algún día concretar sus proyectos, no solo no se cortará la luz porque no hay déficit energético sino que estamos en proceso de exportación a Argentina desde el SING, que junto al SIC pronto debiera constituir un solo sistema eléctrico nacional. 

Un reciente informe liderado por el propio ministerio de Energía, en colaboración con el gobierno alemán y la asesoría de la Agencia Internacional de Energía, constató que las ERNC podrían ya tener una penetración de un 40 % bajo las condiciones actuales de la matriz y actuar en forma eficiente. 

El documento, denominado “Una mirada participativa del rol y los impactos de las energías renovables en la matriz eléctrica futura”, dio cuenta que con el sistema vigente se podría llegar a un 68 % de energías renovables. Más aún, el jefe de la División de Energías Renovables del Ministerio Cristián Santana señaló que el informe “refuta el argumento que han dado algunos actores de que es necesario y urgente desarrollar grandes proyectos de energía de base para apoyar la operación de las ERNC”.

Y fue el resultado de la licitación eléctrica anunciado la semana pasada lo que terminó por echar por tierra el futuro escrito en piedra que los gurús de la economía y el desarrollismo nos vendieron durante años. Ese que decía que cuidar los ecosistemas es económicamente menos viable que arrasar con todo.

Se ha dicho. Fueron las ERNC las grandes ganadoras del proceso. Se llevaron más del 50 % del total de la licitación, con precios que colaboraron a alcanzar un promedio de U$ 47,5 por MWh, esto es un 40 % más bajo que los US$ 79,3 por MWh logrados en 2015. 

Una referencia, en 2013 el costo promedio fue de U$ 135,92 por MWh (un tercio del actual). Todo esto, han expresado las autoridades, permitirá rebajar a partir de 2021 un 20 % de la tarifa al usuario final. 

En palabras del director ejecutivo de Acera, Carlos Finat, esto se debe, además de ciertos cambios regulatorios y la mayor competencia incorporada al sector, “a que las tecnologías que utilizan las ERNC se han ido abaratando”. Algo que desde la sociedad civil se venía afirmando desde hace años, ¿para qué amarrarnos con alternativas obsoletas, de alto impacto  e irreversibles como los grandes embalses, cuando hay opciones sustentables que en el futuro incluso serán más económicas?

Por último el propio Finat ha confirmado que “la licitación permitirá un mayor ingreso de las ERNC a la matriz. Podemos estar seguros de que la Ley 20/25 se cumpliría para el año 2020, al menos cinco años antes del objetivo de la ley”.

En cinco años, lo que nos dijeron, lo que afirmaron, no se cumplió.

Hoy vienen nuevamente. Esta vez a decirnos que la discusión sobre la matriz energética debe fundarse en el mercado, en el negocio.  Donde esencial es que un tercero genere lo que otro comprará.

Sin embargo, desde un enfoque de derechos, lo realmente importante es el acceso a la energía, hacia lo cual se puede avanzar mediante reducción de la necesidad, ahorro o eficiencia energética. Y, por cierto, autogeneración.

El mercado es una opción legítima, pero solo una. Porque al poner por delante estos principios se abre un abanico de posibilidades donde las generadoras son solo una alternativa particular y limitada para avanzar en la autonomía energética, la seguridad, la sustentabilidad, que debe ser el objetivo principal.Democratizar la riqueza de la energía, hasta ayer en pocas manos.

Qué decir de la otra revelación que hoy nos lanzan, apuntando a que la única opción es la mega hidroelectricidad, cuando la alternativa sigue siendo una matriz diversificada y con menores impactos sociales y ambientales, donde la hidroelectricidad pueda tener un espacio, pero supeditado al país responsable que debemos construir para nosotros y los que vienen. Porque, como bien se sabe, represar un río nunca será sustentable.

Ellos vienen nuevamente. Los mismos que te susurraron hace cinco años atrás. Y tú hoy, ¿les creerás una vez más?

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