Necesitamos madera

Hace ya un tiempo, una ex ministra de Medio Ambiente, participando en calidad de expositora en un conversatorio patrocinado por el Senado, señaló su preocupación por el incremento de la superficie de plantaciones forestales en Chile. Al planteársele los beneficios que generaría en el país un incremento de la construcción en madera proveniente de esas plantaciones, la exautoridad respondió para asombro de los asistentes: "Habría que construir las viviendas con otros materiales, desterrando la madera como material de construcción".

Este es solo un ejemplo, pero bastante ilustrativo, de la inconsistencia estructural de quienes critican las plantaciones forestales. No logran articular una argumentación sólida para, por una parte reconocer la importancia que le cabe al uso de madera como mecanismo de descarbonización de la economía nacional y global; y por otra rechazar el establecimiento de plantaciones de especies introducidas. Al no poder conjugar ambos aspectos, terminan haciendo declaraciones delirantes como que se debe desterrar la madera como material de construcción. Haber señalado la importancia y el valor de las plantaciones forestales le resultó imposible a la exministra, las palabras no pudieron salir de su boca y simplemente prefirió caer en una contradicción demasiado evidente para ser pasada por alto. Acá vale la pena recordar el dicho "los hechos son los enemigos de la verdad".

¿Y cuáles son los hechos?

Los hechos indican que, para transitar hacia una economía baja en emisiones de gases de efecto invernadero, es necesario reducir e incluso eliminar el uso de combustibles fósiles, no solo como fuente de energía, sino como insumo de materiales de uso masivo. Este desafío incluye promover la generación a partir de energía renovables, la electromovilidad para el transporte, así como la madera para la construcción y el reemplazo de materiales no biodegradables como el plástico.

Conviene recordar que, después del agua, el hormigón es el material más utilizado en el planeta y si la industria del cemento fuera un país, este sería el tercer mayor emisor de dióxido de carbono del mundo, superado sólo por China y Estados Unidos. Por lo mismo, el incremento del uso de la madera en la construcción es una medida no sólo eficaz sino también urgente. En Chile el uso de madera en la construcción alcanza menos de 20%, en contraste con las cifras de Canadá que superan el 80%. Hay mucho espacio para crecer.

Este hecho, sin embargo, es subestimado o incluso omitido por quienes no logran aceptar el valor que las plantaciones forestales, manejadas bajo esquemas sostenibles e idealmente bajo certificaciones de terceras partes (como es el caso de Chile), tienen en la lucha contra el cambio climático. En sus discursos nunca se pronuncian sobre la arista del consumo sostenible. Opinan como si los productos derivados de la madera fueran prescindibles y no de primera necesidad, como realmente son. Fuerzan la realidad para acomodarla a sus argumentos, pero la realidad es porfiada y no se deja manipular tan fácilmente.

Necesitamos madera. Necesitamos cambiar nuestros patrones de consumo. Y necesitamos reconocer que los bosques, naturales y plantados, son elementos insustituibles de una estrategia global de desintoxicación de los combustibles fósiles. Pero para ello no basta solo impulsar proyectos faraónicos de forestación, como ya se están promoviendo alrededor del mundo, también se requiere una adecuada planificación que establezca las zonas y especies más adecuadas, por supuesto sin reemplazar bosques naturales y sin ocupar ecosistemas naturalmente desarbolados.

Es hora de que aquellos que reniegan visceralmente de las plantaciones forestales con especies introducidas de rápido crecimiento, se reconcilien con esta estrategia basada en la naturaleza, imprescindible para transitar a una bioeconomía mundial y, por supuesto, sometida a todos los resguardos que impone la gestión forestal sostenible. El planeta se los agradecería.

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