Manola Robles

Sergio Velasco
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Mi adorable amiga (1-11-1948- 3-1-2021)
"Dejó una huella imborrable en el periodismo, cuyo propósito más sublime es la búsqueda incansable de la verdad", Mirna Schindler.

Olvidarla sería una insensatez, más aún cuando se cumple un año de su partida. Ida que nos dejó a muchos huérfanos de una verdadera amiga para siempre y por siempre.

Al pasar el tiempo crece su figura, su capacidad profesional se agiganta, junto a su amor insaciable por descubrir la verdad, toda la verdad, pese a quien le pese.

Es muy probable, en algún lugar recóndito de su escritorio de trabajo en la Radio Cooperativa aun quede algún recuerdo olvidado, porque Manu, era capaz de dejar una huella indeleble en todo lo que hacía y decía. Fiel como pocas a su labor, incansable en descubrir en sus reportajes hasta el último detalle de sus investigaciones, las que nunca fueron cuestionadas por los editores. Claro que se exponían a que el volcán estallaría, si existiera el menor atisbo de censura, a sus filudas entrevistas.

Valiente y tenaz, se metió muchas veces en las "patas de los caballos" cuando hacer periodismo verdadero y sin tapujo era simplemente comprarse un cajón anticipado en algún lugar desconocido, de tantas tumbas NN, que asomaban por doquier.

De hecho, sufrió en carne propia la pérdida de un hijo, en una injusta detención, perseguida por los esbirros de la dictadura, que trataron inútilmente de intimidarla y acosarla, sin darse cuenta, aquellos siervos del dictador, que cometían un craso error.

El miedo no era para ella. Nunca lo conoció. La única lucha que no pudo ganar fue el cáncer a los pulmones, ser fumadora, la llevó inexorablemente a la tumba.

Terca como buena hija de un andaluz refugiado, que llegó a Chile en el Winnipeg, barco que fue arrendado por el cónsul Neftalí Reyes Basualto, para traer al país perseguidos políticos del franquismo.

Pablo Neruda, el mismo que salvó a su padre de ser fusilado, por la atroz guerra civil española, le permitió ser lo que fue. Las paradojas del destino, el 11 de septiembre de 1973 vivió en carne propia las aberraciones de la peor dictadura en Chile. Nunca dejo de defender los DD.HH., aunque ello le costara su vida. Varios de sus "compañeros" quedaron en el camino, luchando por recuperar la perdida democracia.

Sus pasiones fueron su amada familia, el periodismo a toda prueba, el teatro y la poesía. Federico García Lorca la conmovía, hasta lo más profundo de su ser, mientras podía consumir un cigarro en su cómodo sofá, junto a sus hijos y adorables nietos.

Manola acompañó en todas sus giras al Presidente Patricio Aylwin, el líder que logró vencer a Pinochet. Reiteraba que la naciente democracia estaba primero, ante toda atribulada diferencia, hecho que la distinguió, entre sus colegas.

Ganó sobre 16 premios de enorme significación periodística, por su destacada labor, solo faltó el galardón nacional, quizás una discriminación fatal, por su total independencia, consecuencia y absoluta libertad de pensamiento.

Me honró con su amistad por muchos años. La maestra cometió su único desliz profesional al invitarme a escribir en el Blog de Cooperativa, siendo la primera destacada editora. Sigo sus sabios consejos, espero no defraudarla jamás.

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