¿Manos al fuego y mujeres feas?

La crisis valórica del país ha llegado a límites insospechados pues la creencia falsa en que el televisor, un auto o el celular son signos de bienestar básico, contrastan con las necesidades o anhelos más sentidos cuales son la felicidad, tranquilidad, estabilidad integral, en última, la equidad.

Por dicha razón, programas televisivos como “Manos al fuego” tienen un éxito indiscutido y congregan a miles de niños, jóvenes y adultos frente a una pantalla, sacudiendo las redes sociales al hablar de este evento.

De igual modo, las “declaraciones” de un personaje desconocido respecto a que de cada diez chilenas 9 son feas, se convierte en un “tema país”, similar a la caída de una “famosa”.

En el primer caso, el objetivo supuesto es capturar a la persona infiel a través de una posible trampa donde caiga en la tentación y, luego, exponer su imagen a nivel nacional para que sea castigado…reivindicando la castidad que denota él o la mujer violentada por este terrible acto.

Lo que no se ha analizado aún en Chile son los objetivos ocultos y los principios que proyecta a la sociedad, usualmente falseados, plenos de hipocresía y atentatorios del género humano.No sin razón, se establece el pololeo como una relación de ataduras sin libertad, donde mirar a otro, dar de comer en la boca o darse un micro beso se convierten en pecado mortales que autoriza para el escarnio social.

Aún más, la adopción de un perverso-que ejecuta con brillantez su papel- haciendo sufrir al espectador-cliente que desea ver cómo se cae en la trampa, indica el grado de insalud mental de la población que sufre y, a la vez, goza en un acto descarnado: es el masoquismo en su alta escena. Junto a ello, se agrega la búsqueda de entregar recreación que incremente el rating lo que se ha logrado dada la preparación de la mentalidad cultural del pueblo, limitado por la falta del análisis serio de su realidad.

Si se convierte en tema obligado opinar lo que se venga en gana para atacar a quien deja a la belleza como deficitaria en la nación, tenemos que comprender la inmensa alegría que sienten las élites manteniendo a la ciudadanía ocupada en descifrar que ocurrirá en el próximo capítulo. Mientras las alarmas sobre las condiciones laborales y la entrega del territorio sigan apagadas, agigantando lo banal hay respiración normal en las clases dominantes.

Posiblemente el camino de la liberación a través de sueños por una sociedad mejor, por la existencia de pensiones de jubilación y no meras cuentas de ahorro individuales o simplemente una educación como derecho y no establecida en forma de garantía o bien, requerirá un tiempo mayor debido a esta mentalidad especial que atrasa las conciencias autonómicas y soberanas.

No obstante, como la historia lo indica, los procesos tendrán que acelerarse pues el deber ético con esta generación exige un compromiso decidido y pronto.

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