Salvador Allende, antes del martirologio

 A Gastón

A 49 años del triunfo de Salvador Allende, en los inicios de un nuevo mes de septiembre, es preciso detenerse justo antes del martirologio, que lo atrapa inexorablemente en ese día martes en que decidió legarse a la historia. 

Hay que continuar revalorizando en sus aciertos y grises el gobierno popular y el proceso que vivimos durante esos 33 meses. Sin duda, viendo en retrospectiva ese fue el punto más alto y extendido en nuestra conciencia social y ciudadana. Y en ese resultado se entretejieron muchos factores colectivos e individuales, pero durante varias décadas Salvador Allende fue un incansable protagonista. Porque el allendismo no fue copia alguna, sino respuesta e interpretación de su tiempo y de las pulsiones de las esperanzas de grandes mayorías.  

Sirve detenerse a revisar sus lecciones de cómo hacer política. Es cierto, que mucho ha cambiado. El planeta, la tecnología y las velocidades de cómo vivimos. Ese nomadismo perpetuo pareciera que nos instala en la casi imposibilidad de profundizar lo que sucede. 

Pero algunas esencialidades se mantienen: no somos ni felices ni estamos conformes. Chile es injusto porque tener calidad de vida mínima se paga en cuotas de asfixiantes endeudamientos y los mismos de siempre acumulan más poder y riquezas.

Lo público ha retrocedido y el mercado - ese Leviatán - define las reglas del juego depredando personas y naturaleza.  

Vamos a los aprendizajes. 

Salvador Allende construye la unidad y confluencias en un programa capaz de reunir a muchos distintos, porque la unidad no es cuestión de iguales.

Salvador Allende es un incansable peregrino. De contactos estrechos por cada lugar del territorio, en cada una de sus diversas postulaciones al parlamento. Alojando en casas, recorriendo y saludando. De ahí, obtenía la sinergia y conexión para ser interprete de tantos y tantas, antes del wasap y los celulares. 

Salvador Allende es un educador a través de sus palabras. Son cientos y miles sus discursos improvisados muchos de ellos, sencillos y didácticos. Ideas activando conciencias. Salvador Allende es latinoamericano y mundial. No hubo causa justa que no fuese acompañada de su postura, presencia o alguna forma de estar. 

Salvador Allende y los conflictos, porque ahí también llegaba el doctor. Sin inhibirse, como a momentos hoy pareciera con tanto aprendiz de líder, que rehúye estar donde las papas queman. 

Salvador Allende y la transparencia de sus ingresos económicos. Le han buscado y rebuscado fortunas y chanchullos a este hombre de gustos exquisitos que tenía redes de amigos y aportes que no le significaban amarre, compra o servilismo. 

¿Cuáles serían hoy las 40 medidas de Salvador Allende? 

Un compromiso frente al cambio climático asumiendo una ciudadanía y responsabilidad planetaria, sin letras chicas que amparan ecocidios. Asumir la existencia de extendidas zonas de sacrificio que claman respuesta efectiva, porque los tiempos de la burocracia ambiental están a contrapelo de la salud de las personas y el medio ambiente. 

El respeto y apoyo por los movimientos migratorios. El asumir a fondo la existencia de pueblos originarios y su reconocimiento efectivo desde sus territorios, medios y discursos. Todo, sólo posible desde un diálogo con verdad y reparación. 

Los derechos de las mujeres y de toda la diversidad de género, respetando siempre la dignidad de las personas. La profundización de la democracia con formas plebiscitarias que signifiquen un efectivo control de los representantes. La asamblea, la comuna, el plebiscito periódico o auto convocado debe ser la forma de revitalización de una democracia efectiva. 

La no profesionalización del ser político, con reelecciones limitadas dificultando la creación de castas alejadas de lo cotidiano y común. 

Asumir como emergencia nacional el endeudamiento y la deuda usurera que modela y resta tiempos familiares y personales, en una incansable maquinaria de trabajo precario y ahogo. La intolerancia con los abusos. 

Actuar por la descentralización de la región Metropolitana en relación a la diversidad y riquezas de todos los Chiles existentes en las provincias. También el derecho a viviendas dignas para los antiguos y nuevos allegados. 

Construir condiciones dignas para una vejez que se prolonga y que debe sortear el cepo de mayores expectativas de vida sin derecho al descanso y al ocio.  Enfrentar el negociado de las AFPs y sus maquillajes. 

Cambios profundos en la educación hinchada de autoritarismo y segmentada en saberes aún compartimentados. Menos disciplinamiento y más experimentación. 

Proyectos desde los territorios-maritorios y la necesidad de imaginar sueños-proyectos que devuelvan a sus habitantes la posibilidad efectiva por decidir. 

La seguridad barrial entendida como un entramado comunitario con apoyo tecnológico y no como siembra de miedos y auto encierro. Tenemos que ser capaces de pensar estos temas que parecieran son “sólo” del pensamiento conservador y de propagación del miedo. 

Asumir los derechos inalienables de las personas como el aborto y la eutanasia, como ejercicio de la voluntad del ser. Asumir el consumo y la medicación de la marihuana desde la realidad de lo que acontece y la liberación de las mafias. 

Es cierto, quizás serían más de 40, pero recorrerían lo que nos duele junto a lo que aspiramos. 

En suma, sin pretender que los y las líderes políticas actuales o próximas sean próximos Salvador Allende, sí hay enseñanzas factibles de procesar o resignificar en la inmediatez de estos tiempos. En momentos de facilismos y opinología de matinal, requerimos ideas que crucen la cotidianeidad de las personas, y sean capaces de mediar a su favor más allá de sus angustias personales. 

Por estos días que van del triunfo del 4 a la tragedia del 11 de septiembre, hay que rebuscar en la trayectoria de Salvador Allende a un inspirador de nuevas formas de hacer y estar en política. Porque, quizás es esa coherencia una de las claves de la participación que falta porque no se siente efectivamente representada.

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