11 de septiembre, el día que cambió la historia

El día del Golpe Civil-Militar Chile tenía algo más de 10 millones de habitantes.

Han pasado 46 años y 8 millones de compatriotas no habían nacido, pero la polémica se mantiene latente. Están los que justifican el quiebre institucional y aquellos abominan por la destrucción de la democracia y las violaciones a los DDHH.

El martes 11, amaneció otoñal, algo frío, pero el ambiente político estaba al rojo vivo. Ese día el presidente Allende anunciaría un plebiscito para dirimir la controversia política generada por las profundas reformas impulsadas por su gobierno.

La tensión era máxima, expresada por un periodismo de trinchera que llegaba al paroxismo. De madrugada ya estaba en la radio Corporación, frente a la plaza de La Libertad, hoy plaza de La Ciudadanía. Los rumores del golpe, empezaron a convertirse en realidad cuando nos avisan que la Radio Porteña de Valparaíso (filial de Corporación) estaba tomada por los marinos.

Cerca de las 8 de la mañana el Jefe de Estado se comunicó por citófono con la emisora y lo confirmó: “Los llamo para informarles que la situación es grave. Se ha sublevado la Armada en Valparaíso, hay movimiento de tropas en Santiago y me dicen que también en Los Andes”.

Allende con un sentido realista y visionario fue categórico en sus palabras a través de una red parcial de emisoras: “Seguro que muchos chilenos serán masacrados…”

Cerca del mediodía fuimos testigos directos, a través de los ventanales de la radio, del bombardeo de La Moneda. Las antenas de la planta trasmisora y de radio Portales habían sido derribadas por los aviones Hawker Hunter de la FACH.

La explosión de los cohetes Sura P-3, cuando impactaron la casa de gobierno provocaron un ruido espantoso, que nos hicieron estremecer las entrañas. La taquicardia se hizo sentir con fuerza al observar las llamas y el humo negro que invadió el cielo del centro cívico de la capital.

Éramos un puñado de trabajadores de la comunicación atónitos observando desde Morandé 25, el desplazamiento previo de tanques y soldados de infantería en traje de combate. Algunos con pañuelos naranja y otros con pañuelos amarillos en sus cuellos. Ingenuamente creíamos que unos u otros eran leales al gobierno de la Unidad Popular.

En el fragor del derrumbe de la democracia, Allende hizo un análisis certero.

Trabajadores de mi patria, quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider (comandante en jefe de ejército asesinado por un comando de ultraderecha, en octubre de 1970, antes que asumiera Allende) y que reafirmara el comandante Araya (Capitán de Navío, asesinado por un grupo de ultraderecha formado por Patria y Libertad y el Comando Rolando Matus), víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas, esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios”.

Lo que vino después, estuvo marcado por la detención y desaparición de 3.000 personas, miles de torturados, ejecutados, exiliados y exonerados, en un cuadro donde en los 17 años de dictadura civil-militar, Chile es condenado sistemáticamente por las violaciones a los DDHH. El régimen de Pinochet es caracterizado como “terrorismo de Estado”.

En lo económico, se produce “El saqueo de las empresas del Estado” (ver libro de la periodista María Olivia Monckeberg).

La dictadura deja a la democracia con una herencia de cinco millones de pobres, prácticamente la mitad de la población hacia 1988.

Ya nos aproximamos al medio siglo de este episodio traumático en la historia de Chile. Es tiempo de conmemoración, pero también de reflexión ya que la Memoria es parte de la historia y lo que detentan el poder, gobierno, oposición y la sociedad civil tienen el deber de cautelar la democracia y hacer de Chile una nación más justa y solidaria.

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