39 años del plan laboral o de la reforma anti-sindical

“La noche del domingo 1º de julio de 1979 anuncié al país, por cadena de radio y televisión, la aprobación de las leyes del Plan Laboral. Fue una exposición pedagógica, que representó el punto de partida del amplio esfuerzo de divulgación. Se trataba de una legislación enteramente nueva y sin precedentes en el país”.

Así relata el propio José Piñera en su libro “La revolución laboral en Chile” (1990), cómo recuerda aquel día en que, siendo ministro del Trabajo de Augusto Pinochet, transformó radicalmente no solo el mundo del trabajo sino también pulverizó la cultura organizacional colectiva que estaba profundamente arraigada en los trabajadores y trabajadoras del país porque, si en algo estamos de acuerdo con José Piñera  es que su Plan Laboral no tenía precedentes en Chile ni quizá en todo el mundo civilizado de la época. En este libro, Piñera va contando cómo fue su génesis y desarrollo  que dio cuerpo, hace 39 años, al actual Código del Trabajo que solo ha sufrido algunas reformas  siendo la del año pasado la más importante en tanto cuanto modificó aspectos del Libro IV sobre Negociación Colectiva, valorando la titularidad sindical y prohibición de reemplazo en huelga.

Desde el primer momento en que concibe su Plan,  según su relato, Piñera deja en evidencia el temor que sentía él y Pinochet hacia la fuerza de las organizaciones sindicales.

Como ejemplo de ello, otro extracto en el que consigna su primer encuentro con el General, 22 de diciembre 1978.

“Tras advertirme que Chile vivía un momento extraordinariamente difícil y que la prioridad era evitar una guerra con Argentina y un boicot sindical al comercio exterior, me instó a que, superada la emergencia, realizara las reformas por el desarrollo y la libertad”.  Asegura que “en materia de legislación sindical” hay que  “arrancar el primer capítulo del texto de estudios de la clase, porque está irremediablemente mal concebido y no tiene salvación (…) la mayoría de las “verdades oficiales” en el campo laboral no eran otra cosa que mitos”.

Pero lo que quedaron en puros mitos, fueron sus argumentos para convencer a la población de que sus reformas estructurales, incluido su sistema de AFP, estaban en la línea correcta toda vez que, volviendo a su libro, señala lo que aseguró en esos años.

“Afirmé que el país podía crecer en forma sostenida a tasas del 7 por ciento anual si se seguía un conjunto de políticas coherentes anclada en la libertad de los mercados y la creatividad individual.  Veía un horizonte de enormes potencialidades para Chile y todos los chilenos si éramos capaces de realizar las grandes reformas estructurales que necesitaba el país”.

Afirmación que se derrumba ante la realidad actual, donde la mayoría de la población para vivir con cierta dignidad debe sobre-endeudarse. Además que estas reformas estructurales potenciaron el cambio, a través del cual Chile pasó de una composición productiva industrial a una extractivista y  de servicio.

Por eso, hoy no cabe duda que el Plan Laboral del hermano del actual Presidente de la República, solo se concibió para desarticular el movimiento obrero organizado, deslegitimando a las organizaciones sindicales y, sobre todo, despreciando la consciencia sociopolítica e identidad histórica de los trabajadores y trabajadoras para machacar tortuosamente que lo individual está por sobre lo colectivo, de tal manera que cada uno se rasque con sus propias uñas.

José Piñera entendió el poder de los trabajadores unidos, entendió que  su fuerza radicaba en la movilización, en la  Negociación Colectiva por Rama de Producción y en la huelga como derecho fundamental. Hasta el 73’  se negociaba por sectores de la industria. Los metalúrgicos negociaban en conjunto, los panaderos negociaban en conjunto, los textiles, del cuero y calzado, y tantos mas.

Claramente la relación laboral en el plano de lo Ramal, reporta a los trabajadores mayor justicia en el reparto de las utilidades por metas de productividad lo que finalmente impacta en la reducción de la brecha de desigualdad en la distribución de la riqueza de un país.

Eso aterró a los militares y a la Derecha. De ahí que el Plan desterrara la Negociación Ramal y en su lugar proclamara la atomización sindical: “Divide y vencerás” fue la premisa sobre la cual surgieron los grupos negociadores en cada empresa, las negociaciones colectivas por empresa y la formación de varios sindicatos en su interior; en rigor, hasta 10 sindicatos de una misma compañía, eventualmente podrían negociar por separado.

En el caso de la huelga, ésta fue decretada como un procedimiento y no como un derecho, lo cual en la más reciente reforma laboral, se corrigió parcialmente pues de alguna manera los servicios mínimos lo limita, pero hoy día la huelga, recién 38 años después, es considerada un derecho en la legislación laboral chilena.

Sin embargo, uno de los puntos más complejos es que el actor sindical fue reducido solo al ámbito gremial, quedando al margen de proponer cambios y transformaciones a nivel de la sociedad.

El plan piñerista significó romper con la idea de que los trabajadores son sujetos históricos y no solo desprestigió sino que peor aún, desconoció que “el hombre es un ser social por naturaleza”.

El trabajador, la trabajadora  en tanto ser humano que vive en comunidad, tiene una visión de cómo debiera ser el mundo que lo rodea pues además todo lo que en el sucede, impacta en su propio bienestar. Fue un duro golpe al sindicalismo sociopolítico de transformación.

Hoy ha habido  avances pero aún quedan deudas pendientes como lo es, por ejemplo, volver a instaurar  la Negociación Ramal pues, así como los empresarios se agrupan por sectores productivos para defender sus intereses y demandas colectivamente (CNC, Asexma, Sonami, CChC, ABIF, SNA, Conupia, etcétera) también lo deben hacer los trabajadores y trabajadoras del país.

Es por eso que es importante generar procesos de unidad que permitan torcer la institucionalidad actual que solo favorece la fragmentación sindical.

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