¿Ahora Sí?

Una vez más se han establecido contactos entre las distintas fuerzas políticas para entrar a trabajar un acuerdo que signifique la modificación de la institucionalidad política, vigente con algunos cambios desde 1989.

Se ha perdido ya la cuenta de las veces que hemos sabido de estas primeras reuniones y que han terminado o en desacuerdos totales o en cambios relativamente menores, sustancialmente en lo que refiere a continuar manteniendo lo que a estas alturas resulta la madre de todas las batallas: el término del sistema binominal.

¿Será distinto esta vez? Esperamos que sí, pero también esperamos que los acuerdos alcancen a aquellos temas que más han afectado la crisis de representatividad que hoy aqueja a todo el sistema político.

La cada vez más baja adhesión ciudadana a partidos políticos y coaliciones, junto con la reducción significativa de personas inscritas en los registros electorales, es decir, la desconfianza general hacia el sistema político, debieran convertirse en importantes estímulos para gobierno y oposición y facilitar el acuerdo.

Este nuevo intento, tiene una incógnita que puede provocar severos daños si no se devela con franqueza; ella no es otra que la desconfianza en cuanto avanzar hacia un sistema plenamente democrático, ya nadie aceptará nuevos maquillajes que eludan el término del sistema binominal, el financiamiento y fortalecimiento de la democracia interna de los partidos políticos, la búsqueda de un mecanismo más democrático de reemplazo de los parlamentarios, la democratización de las autoridades regionales y alguna otra situación que traba innecesariamente los procesos legislativos.

Como se ve el piso de la tarea a emprender es exigente, y ello tiene su base en el proceso de deterioro de la actividad política producto de la resistencia al cambio, mientras más tiempo pase más difícil se hará.

La Democracia Cristiana que ha iniciado el proceso de dialogo con el gobierno y el resto de las fuerzas políticas interesadas en modernizar el sistema, deberán ser en este caso exigentes con respecto a ese piso, la vocación de acuerdo y no de confrontación que efectivamente es muy deseada por el pueblo chileno, tiene también el límite de la historia reciente: demasiadas comisiones, demasiados intentos y escasos resultados.

Si esta vez alguien cree que puede volver a evadir o a evitar las reformas sustanciales es preferible expresarlo luego y levantarse de la mesa.

Está claro que nadie conseguirá el 100% de lo deseado, pero si no hay apertura a cambios sustantivos es mejor no perder el tiempo.

Obviamente surgirán voces destinadas normalmente a impedir el cambio y que tratarán de hacer ver que las reformas al sistema político no están en la agenda ciudadana, como si para la gente fuera indiferente que se discuta y se apruebe cualquier proyecto de Ley.

La democracia requiere para su funcionamiento de una sociedad civil organizada, empoderada y autónoma y también de partidos políticos interpretes de las distintas visiones presentes, con vocación, actitud y praxis interna democráticas. Cómo la comunidad va a elegir sus representantes para formar el poder legislativo está en la génesis de de la confianza, credibilidad y sostenibilidad de la democracia. Por eso es tan importante terminar con el sistema binominal y dar paso a uno de representación proporcional.

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