No es sobre los "modelos" de desarrollo que la nueva Constitución debiera definirse, sino acerca de los paradigmas que subyacen a esos modelos. En efecto, nuestra tesis es que, más allá del anhelo de cambiar el modelo neoliberal, lo que está en juego son visiones más profundas acerca de lo que se entiende por "desarrollo".
Es un hecho aceptado que el agotamiento del modelo de desarrollo vigente ha sido percibido mayoritariamente desde que Chile "despertó", con las movilizaciones desde octubre de 2019. Por ello la pregunta es ¿qué debiera decir el texto constitucional para establecer un marco normativo que posibilite un cambio de modelo?
De hecho, la Constitución del '80 no menciona el concepto de "neoliberal" y no habla de "modelo de desarrollo" y sin embargo ha sido la camisa de fuerza que ha legitimado el modelo vigente y que ha impedido cambiarlo. El problema no está en los modelos, ni siquiera es necesario que el texto constitucional hable de modelos de desarrollo: el tema de fondo es terminológico. ¿Cuáles serían los conceptos que emplee el texto constitucional para referirse al desarrollo, a la economía, al emprendimiento, al rol del Estado, en fin, a la propiedad privada? En los términos y conceptos que se usen estarán los paradigmas de fondo, que definan lo que es el desarrollo en Chile.
En el lenguaje usual el concepto de "desarrollo", sin apellidos, se ubica en el paradigma del crecimiento (PCB), sea del producto o del bienestar de un país. Otras veces, desarrollo es sinónimo de desarrollo económico o desarrollo socioeconómico.
Frente a esa visión del desarrollo asociado a crecimiento se ha generado un paradigma alternativo: el desarrollo humano y sustentable (DHS). Se trata de una visión integral y multidimensional del desarrollo que permite superar la visión economicista y reductiva del crecimiento y del propio concepto de "bienestar". Revisemos los dos paradigmas.
El crecimiento y sus limitantes
Se ha criticado al concepto de crecimiento por su sesgo reductivo, centrado exclusivamente en variables económicas, pero también por sus supuestos en el individualismo utilitario. La principal crítica que formula el Nobel de Economía Amartya Sen es que estas teorías económicas tienden a reducir el bienestar humano a consideraciones de utilidad, a ingresos, y a satisfacciones subjetivas como la obtención del placer. Para el utilitarismo la persona humana es un ser maximizador, racional y egoísta; y la comunidad es una ficción.
El debate acerca del crecimiento y el empleo se ha centrado muchos años en los instrumentos de política fiscal y monetaria, también en las economías de escala, la tecnología y en el rol las grandes corporaciones y los grandes empresarios. Aunque la crítica al paradigma PCB también viene dada desde la crisis ecológica y el cambio climático, por cuanto el planeta no resiste el sobreconsumo de materias primas, de riqueza natural que éste supone, a lo cual se agrega la contaminación.
El enfoque económico del bienestar, por su parte, se fundamenta en la identificación del bienestar con la riqueza y supuestamente ésta se puede medir. Se emplea con frecuencia el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita. Sin embargo, es un hecho que no todos los elementos del bienestar son cuantificables. La teoría del bienestar se basa en la economía del intercambio y está escindida de la economía de la producción y de sus relaciones sociales y forma parte del mismo paradigma con el crecimiento. Por ello, Paul Samuelson nos habla de que esta teoría opera sobre la base del supuesto de la competencia perfecta, y sabemos que dicho supuesto se cae cuando se hace intervenir la desigual distribución de los ingresos.
El desarrollo humano y sustentable
Desarrollo humano (DH) es un concepto que busca el florecimiento de los/las seres humanos: que todos/todas ejerzan su libertad frente a las oportunidades de desarrollar sus propias capacidades (A. Sen) para la autorrealización. Incluye la sustentabilidad y por ello, últimamente, involucra al eco-desarrollo. El paradigma del desarrollo humano, como fundamento alternativo al paradigma del crecimiento y del bienestar, se gestó en el seno del PNUD hace ya más de 30 años. Y desde entonces se han hecho evidentes las crisis en los sistemas ecológico, sanitario, político y económico.
El índice que mide el DH mostró que la concepción clásica del crecimiento era parcial, insuficiente y equívoca. El ingreso es un medio y no un fin: un mismo ingreso puede usarse para comprar alimentos o drogas. El DH, se contrapone tanto a la medición del crecimiento y al bienestar en términos de consumo de bienes. El DH se centra en la finalidad del desarrollo: que la gente (todos y todas sin exclusión) viva una vida satisfactoria y plena: más que un estado final es una condición que amplía la libertad de opciones. Cuando tenemos un pobre hambriento, un monje ayunante y un huelgista de hambre, los tres tienen necesidades insatisfechas y comparten una situación de baja ingesta de calorías, pero sólo el pobre carece de capacidad.
Más allá de sus indicadores, el concepto de DH es denso y complejo. Como afirma Fukuda-Parr, el paradigma del DHS es plenamente compatible con el paradigma de los derechos humanos. Todo proceso de desarrollo supone el reconocimiento de las potencialidades iniciales, el despliegue de energías y el florecimiento de vida, como afirma Crocker.
Nussbaum agrega que el desarrollo es la promoción y la expansión de las capacidades valiosas de los/las seres humanos lo que incluye, ciertamente, una perspectiva de género.
Desarrollo sustentable, equitativo y democrático
Esta perspectiva alternativa de desarrollo asume que el DHS se debe comprender como un proyecto de transformaciones de la sociedad que armonice una adecuada política hacia el medio ambiente, con la efectiva satisfacción de las necesidades de todos (por ello, con políticas redistributivas y con equidad social) y subrayan la necesidad de superar los modelos de desarrollo vigentes. Ir más allá del economismo, adoptar los enfoques holísticos, asumiendo el desafío de la equidad y la democracia como prerrequisitos para la sustentabilidad. En el marco del DHS, es posible concebir modelos de eco-desarrollo con justicia ambiental. El cuidado de la naturaleza -en el marco de una visión de ecología humana y socioambiental- debe asumir el desafío del respeto a los ecosistemas y a la biodiversidad, incluyendo también en ella a la etnodiversidad humana.
Al DHS se le concibe democrático y multidimensional. Considera incluso la dimensión cultural y espiritual de los seres humanos. Reconocimiento de las diversidades de creencias, estilos de vida, identidades, culturas, humanismos, y de los pueblos originarios, sin discriminaciones ni exclusiones.
Economía circular, verde, equitativa e inclusiva
El DHS busca superar los modelos insustentables y por ello integra la aspiración a una economía verde, equitativa e inclusiva. Las tecnologías deben ser limpias y adecuadas, y pertinentes con los ecosistemas. Se debe contribuir a la generación de nuevos estilos de consumo y a la búsqueda de nuevas fuentes de energía limpias, acordes con las exigencias de la mitigación y adaptación al cambio climático. Superar los modelos extractivistas y los modelos de emprendimiento reducidos solo a iniciativa privada individual. El DHS acentúa la dimensión colectiva y comunitaria del desarrollo. El mercado debe ser regulado y el estado debe intervenir garantizando el desarrollo de las personas y las comunidades. La iniciativa privada, debe respetar el bien común, los bienes comunes y los derechos de la naturaleza.
El DHS está abierto a considerar la necesidad de crecer, pero a condición de que se respete la equidad y a los ecosistemas. Como ha dicho Sachs: "A menos que se combine crecimiento económico con inclusión social y sustentabilidad ambiental, las ganancias del crecimiento serán de corto plazo ya que le seguirán inestabilidad social y una creciente frecuencia de catástrofes ambientales".
El énfasis en el crecimiento se basa en la sobrestimulación del consumo que incide en la sobrexplotación de los recursos naturales y afecta negativamente los ecosistemas. Pero las teorías del "decrecimiento" parecen estar planteadas en el contexto de las economías altamente desarrolladas y en nuestro contexto sudamericano debieran mirarse con distancia. Por ello, mejor alternativa de sustentabilidad radica en una economía circular, verde y equitativa que optimiza el reciclaje, el empleo de recursos renovables, un crecimiento sustentable y mitiga la contaminación y sobrexplotación de la naturaleza.
Nueva democracia y derecho al desarrollo humano sustentable
En síntesis, la construcción de la nueva democracia en Chile estará imbricada con el paradigma del DHS. La gobernabilidad democrática más que una mantención exitosa de la nueva institucionalidad, se garantizará por el inteligente y pacífico manejo del proceso de cambios necesario para asegurar la profundización de la democracia, y lograr el desarrollo humano y sustentable para todos y todas.
La nueva Constitución debiera asegurar este derecho de todos y todas al desarrollo humano integral y sustentable.
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