Antifacismo

Manuel Riesco
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Trump presidente de los EE UU representa el giro reaccionario más peligroso en la situación internacional desde la ascensión de Hitler al poder en Alemania. No hay que engañarse ni permanecer indiferentes al respecto. Las multitudinarias manifestaciones de rechazo en las principales ciudades estadounidenses muestran el camino y deben ser seguidas en todo el mundo con la misma decisión, amplitud y masividad global con que se enfrentó la invasión de Bush y Blair en Irak.

Es el momento de recoger las enseñanzas de quienes derrotaron al fascismo y el militarismo agresivo instalado en el poder de grandes naciones en el siglo pasado, en la estela de la Gran Depresión y la incapacidad de gobiernos liberales para aplicar allí soluciones que el pueblo indignado exigía y los gobernantes de otras naciones, en primer lugar los propios EEUU, felizmente tuvieron entonces la visión y fuerza de realizar.

Tras algunas vacilaciones, ellos no fueron presa del autoengaño pacifista y conciliador ni del sectarismo divisionista. Supieron deponer sus diferencias, se unieron en un solo frente desde conservadores hasta comunistas y actuaron con toda decisión, aplastando al fascismo. Modestamente, los chilenos hicimos algo de lo mismo cuando la hez de la sociedad y la política se instalaron en el poder absoluto también en nuestro país, y asimismo logramos expulsarlos, aunque fuera “a la chilena”.

El correlato en la política chilena de hoy es bien evidente. Hay que afiatar una gran coalición democrática decidida a hacer los cambios necesarios para encauzar constructivamente la inmensa energía que está fluyendo de una de las mayores oleadas de indignación popular de la historia, que está en pleno curso y se elevará mucho más todavía.

La principal responsabilidad al respecto la tiene hoy la Jefa del Estado y la alianza que la eligió. Ella debe sacar su gobierno de la deriva en que se encuentra en medio de la tormenta, encabezar desde ahora el destrabamiento y profundización de las reformas hoy entrampadas, retomando en el último cuarto de su mandato el rumbo decidido que le ha faltado hasta el momento, proyectando así su coalición, deseablemente ampliada hacia ambos lados, hacia un nuevo gobierno.

La oposición de dentro y fuera del gobierno debe jugar asimismo un papel constructivo y permitir las reformas, por poco que les gusten. Si no lo hacemos, es más que seguro que la indignación popular será instrumentalizada por la demagogia fascista también en nuestro país, con imprevisibles consecuencias y males mayores

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