Archidebates

Hay que valorar el esfuerzo de ARCHI por implementar un debate presidencial con todos los aspirantes a La Moneda, en una campaña tan mezquina de ideas y más mezquina todavía de ideas novedosas. A decir verdad, cada candidato desarrolla un libreto ya conocido, con escasas variaciones. Más que a un debate en que se confronten argumentos, asistimos a una “performance” en que lo importante no es lo que se dice sino el “cómo” se dice.

Entre los nueve candidatos, hay dos que destacan por el modo en que expresan sus ideas.

Por de pronto, Roxana Miranda, que imprime a sus palabras el tono testimonial de pobladora: ello no representa al pueblo, en su discurso ella “es” el pueblo reclamando sus derechos.

Al otro lado de la vereda, Franco Parisi, se nos aparece como un ejecutivo desenfadado cuya espontaneidad lo torna simpático (por lo menos a primera vista).Le juega a favor un discurso muy próximo al sentido común de centro derecha, diríase que se muestra como una “derecha casual”, en jeans y zapatillas, aunque sigue fiel a las supersticiones neoliberales.

Entre las figuras más clásicas, destaquemos aquella de la señora Michelle Bachelet y la de su contendora Evelyn Matthei.

La ex mandataria se cuida de hacer notar su aura de estadista y cuasi segura triunfadora, habla como presidenta de Chile, aunque matizando sus argumentos con un tono maternal de dulzura que transmite confianza.

La Matthei, por el contrario, posee rasgos más duros en su hablar, su argumentación se quiere ajustar a una lógica económica y política, pero está exenta de cualidades blandas. Si Bachelet es la mamita de muchos, la Matthei es esa tía viuda o solterona pesadita de sangre.

Los demás candidatos chapotean en diversos grados de lo gris. ME-O ha perdido ese glamour contestatario y crítico de la elección anterior, no hay pasión en su discurso, sus argumentos han perdido el filo de antaño.

Marcel Claude despliega argumentos críticos fundamentados, pero que no alcanzan el valor pasional y testimonial de Roxana Miranda.Los demás candidatos no resultan del todo reconocibles, pues carecen de un “estilo” y sus discursos son fragmentarios.

Así, Jocelyn-Holt, Israel, Sfeir, se inscriben más bien entre los “amateurs” en esto de las campañas presidenciales.

Es claro que los debates no determinan las tendencias electorales, más bien sirven para reafirmar las opciones ya existentes.

Esto es así porque no se trata de espacios deliberativos sino, más bien, de espacios mediáticos para contrastar estilos y personalidades.Con todo, se trata de un ritual más de las campañas políticas de aquello que llamamos, algo pomposamente, digámoslo, democracia chilena.

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