Avanza la sanción del acoso callejero

Adriana Muñoz

Ultimos publicados:

• La salida de Rozas y el futuro de Carabineros
• Pos 18-O: Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición
• A votar para empezar a construir un nuevo Chile

El Senado respaldó por unanimidad la moción que sanciona el acoso sexual callejero. La iniciativa busca terminar con prácticas de hostigamiento grave en espacios públicos, del cual son víctimas especialmente las mujeres. Se estima que 9 de cada 10 han sufrido este tipo de acciones.

El texto, aprobado en general por la Cámara Alta, crea un nuevo tipo penal que sanciona a quien realice una acción sexual que implique un contacto corporal contra una persona mayor de 14 años, que provoque en la víctima intimidación, hostilidad, degradación, humillación o un ambiente ofensivo, con una pena de prisión de entre 61 y 540 días.

Asimismo, se castiga la captación de imágenes, vídeos o cualquier otro registro audiovisual del cuerpo de otra persona o de alguna parte de el, con una multa entre 5 a 10 Unidades Tributarias Mensuales ($481.000).

Si el registro es divulgado por medios de difusión, se impondrá una pena de multa entre 10 a 20 Unidades Tributarias Mensuales (hasta $963.200).

Lamentablemente, razones de tipo cultural, derivadas de la lógica patriarcal y el predominio de estereotipos de género, han normalizado conductas de contacto físico en lugares públicos, que resultan agresivas y ofensivas.

Se trata de situaciones que pudieron tolerarse por mucho tiempo, pero que hoy no resultan aceptables. No hay razón alguna para entender que hay ciudadanas que pueden ver privado su derecho elemental a transitar libre y tranquilamente por la calle.

Contra lo que algunos señalan, no se trata de penalizar acciones de coquetería o galantería. Ello es algo propio de las relaciones humanas, pero se diferencian en tanto se dan bajo el supuesto del consentimiento y sin ocasionar molestia o humillación. 

Lamentablemente, se tiene que llegar a estas fórmulas penales para inducir conductas que debieran asumirse sin requerir de coerción, sólo por respeto a la dignidad y derechos de los demás. Se trata de un mínimo civilizatorio, indispensable para garantizar la equidad de género.