Banderas nacionales chilenas y mapuche en los 21 días que conmueven al país

Un dato socialmente relevante surgió durante los días más duros y conmovedores de las protestas sociales desde el 18 de octubre. En las multitudinarias marchas que siguieron a la movilización de estudiantes saltando los torniquetes del Metro de Santiago, las banderas de Chile y del pueblo mapuche desplazaron de manera radical y masiva cualquier otro símbolo de partidos políticos, sindicatos, ONG y movimientos de todo tipo.

En anteriores movilizaciones masivas (No más AFP, día internacional  de la mujer) las banderas mapuches también estuvieron presentes, en menor medida.  Pero en los eventos de estos días la bandera nacional mapuche ha superado o igualado a la de Chile.

Habrá más tiempo para decantar los hechos relativos a las causas profundas del malestar social. La mejor síntesis es la afirmación de una pobladora en cámara, “no son sólo $ 30 pesos, son 30 años”, frase que resume con toda su fuerza el sentido de lo que está ocurriendo.

Y en lo simbólico, la unidad de la bandera chilena con la mapuche es una manera de decir que miles de chilenos, finalmente, están comprendiendo la legitimidad y justicia de las demandas de los Pueblos Indígenas que, por décadas, más de 30 años, han venido planteando al Estado y a la sociedad chilena. 

Habrá tiempo para referirnos a esto pero de igual forma existe hoy, a la mano en Internet y otros medios, una numerosa información que da cuenta de las injusticias cometidas en contra de los indígenas y de una urgencia nunca bien respondida respecto de sus demandas.

Entremos entonces al tema de fondo, la importancia de los símbolos en un proceso social es fundamental. Desde el sentido minuto de silencio hasta el alborozo por triunfos o victorias o la bandera a media asta son señales que unen a una comunidad. Cuando se ondean, representan sentimientos importantes y son una extensión de nuestras ideas, alegrías y sueños.

En un estadio, ante nuestro equipo favorito, ondeamos banderas para desearles lo mejor.

En las calles, en marchas multitudinarias estamos diciendo que esas banderas, la chilena y la mapuche, quieren indicar caminos hacia una comunidad mejor y distinta.

Son maneras de entender el afecto que las personas ponen al llevarlas consigo y constatar que, en un caso, la bandera chilena en una conmoción social indica unidad e ideales comunes y la bandera mapuche en miles de manos es una señal de un encuentro largamente esperado y en desarrollo.

La traducción política de esta simbología puede ser más compleja, pero podemos aventurarnos. 

El Pueblo Mapuche acompaña (y seguirá así) las movilizaciones sociales. Los Pueblos Indígenas solidarizan con la comunidad chilena, porque su experiencia de vida, de injusticias, inequidades y desigualdades son parte de su propia historia. Una historia nunca bien conocida ni comprendida por los chilenos.

La alevosa muerte de Camilo Catrillanca le permitió a gran parte del país marcar un punto de inflexión, para comprender que la violencia no proviene de la cultura mapuche sino de un Estado que históricamente subsumió y sometió a nuestros pueblos originarios.  El orgullo de sostener ambas banderas es, entonces una buena señal de que se puede caminar hacia una sociedad intercultural, con pleno reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas.

Y esta luz que se enciende en estas protestas que conmueven a Chile hoy, es un dato muy relevante a tener en cuenta.

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