Bienvenido populismo

Para Chantal Mouffe la política futura, aunque presente desde hace un tiempo, se presentará bajo la forma de populismos de derecha o de izquierda. Esto es claro en las propuestas de una Marine Le Pen en Francia o más cercanamente en la figura de Donald Trump en Estados Unidos. La derecha parece haber captado de buena forma los fundamentos sentimentales de la política. No por nada los griegos estuvieron preocupados tanto de la capacidad de argumentación como de las figuras retóricas para afectar a la audiencia. No es suficiente con el fundamento racional de un discurso, hace falta algo más para convencer.

El fenómeno es evidente y quien no pueda darse cuenta de ello está ciego de racionalidad. ¿Cómo se comprende el triunfo de una Cathy Barriga en Maipú, por ejemplo? La sencilla idea de que ganó por ser mujer, rubia, que la ayudan los partidos políticos y que no tiene la preparación suficiente para ser alcaldesa, es pobre cuando comprobamos que hay muchos varones que tampoco tienen la preparación adecuada.

Tampoco es suficiente el argumento de defensa de la democracia: así es el juego, unos ganan y otros pierden.

O esta otra versión más brutal: ella habla tonteras, nosotros en cambio somos serios y por eso perdemos. Lo cierto es que de algún modo conectó efectiva y afectivamente con sus electores. La imagen ayuda en esto, por supuesto. La política está mediatizada, esto hay que terminar de asumirlo. En cambio, los aburridos izquierdistas suelen quejarse que no les prestan atención. Se regocijan en su inteligencia, pero parecen no convencer.

Tanto Le Pen como Trump comparten el nacionalismo como fuerza aglutinadora de pertenencia a una construcción imaginaria, un enemigo común: los inmigrantes y el “fin de la delincuencia o el terror”, entre otros varios aspectos. Ésta es la fuente afectiva de su poder político. Los significantes utilizados por los políticos de derecha son tan generales que hacen sentido a la gente.

¿Quién no quiere seguridad? ¿Quién no desea vivir tranquilo? ¿Quién no busca sentirse perteneciente a algo? ¿Quién no culpa de sus males al vecino?

Estas líneas discursivas suelen ser fácilmente demolidas cuando se comprueba que esos gobiernos no acaban con la delincuencia, que la inmigración no es el problema, que la patria es la gente, etc. Pero los medios de comunicación y los propios políticos alimentan la idea de que el enemigo está ahí afuera. Es posible destruirlo fácilmente y, por supuesto, ellos prometen hacerlo.

Ahora bien, lo interesante para nosotros es que versiones del populismo de derecha se están dejando sentir con fuerza en Chile. La alocada idea de que los inmigrantes son un mal tan relevante que deberíamos centrar nuestro interés en ellos es tan funesta como vulgar, una vil copia de lo que trumpismo desarrolló como estrategia para la obtención del poder.  La realidad es que los inmigrantes aportan al país y no solo lo hacen en materia económica sino que con sus costumbres, enriqueciendo el espacio donde habitan.

Delincuentes hay en todos los países, sinvergüenzas también, muchos de ellos visten traje y corbata, muchos de ellos son avezados empresarios. Algunos de ellos aportan a la Teletón y dejan a morir de hambre a sus trabajadores.

Sin embargo, el fenómeno Trump parece hacerse carne en los aspirantes al cetro presidencial. Sedientos de beber de las necesidades y aspiraciones de la gente, van con sus carritos de supermercado recolectando lugares comunes para convertir en inflados discursos políticos.

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