Buscando Presidente

Los partidos políticos están buscando al sucesor de Bachelet y tienen la peligrosa tendencia de mirar a los que ya han estado ocupando el cargo. O buscar entre los llamados “incumbentes”, es decir diputados, senadores o presidentes de partido que tratan de prologarse por años de años en el ejercicio del poder político. Esta carrera comenzó hace mucho rato, pues cuando la actual mandataria llevaba unos pocos meses el tema estaba sobre la mesa.

Las coaliciones han experimentado conflictos que son demasiado grandes como para mantenerse tranquilas. La coalición de derecha ha terminado abriendo el paso a algunos de sus disidentes, que quieren ser distintos y plantear una estrategia moderna, sustentada en la eficacia y la eficiencia del mismo sistema neoliberal que impera. Quieren conservar, pero con mayor eficacia.

Más rentabilidad diríamos, usando palabras que les acomodan. Otros del mismo ámbito de ideas e intereses, plantean solucionar problemas sin cambiar el sistema, dando satisfacción a demandas populares concretas. Es lo que algunos cientistas políticos llaman “populismo”, término que no aceptan los políticos para referirse a ellos. El problema de unos y otros es que les puede resultar más fácil ganar que gobernar, pues muchas de las promesas son difíciles de cumplir con sus estilos y principios.

La coalición que hoy gobierna (en un sentido amplio del término), Nueva Mayoría, no ha sido capaz de trabajar ordenadamente en torno al gobierno que contribuyó a elegir y ha ido haciendo fenecer muchos de sus liderazgos. No hay candidatos claros. Por eso recurren a los del pasado o los incumbentes, aunque aún alguien podría alzar su voz para hacerse oír y encabezar las fuerzas que dicen querer el cambio (aunque no lo han demostrado).

Hay terceros que son disidentes del esquema de coaliciones imperante, aunque han sido parte de algunas de ellas o las han requerido para respaldar sus candidaturas o aliarse circunstancialmente. Marco Enríquez-Ominami, afectado por cuentas confusas; los pequeños grupos izquierdistas con más fuerza de protesta que de propuesta; la neo derecha de Lily Pérez y Andrés Velasco, cortejada con descaro por Mariana Aylwin y un grupo de neo liberales que militan o han militado en la Democracia Cristiana.

Los acontecimientos han alejado a la ciudadanía de los dirigentes políticos, de los parlamentarios, de los partidos. Cada vez más desprestigiados, cada vez más ajenos del sentir popular y sin embargo cada vez más cerrados sobre sí mismos, como si creyeran que lo están haciendo bien. Deciden elegir a sus candidatos a la Presidencia de la República en grupos cerrados que integran los mismos que están siendo criticados ácidamente y en los cuales nadie parece dispuesto a creer. La guinda de la torta será hacer estas reuniones partidarias en Centros de Eventos exclusivos de los más ricos y la farándula, acreditando la lejanía con el pueblo.

Muchos quieren ser presidentes, pero se limitan a dar ideas generales para dar ornato a sus deseos, buscando más bien posicionar nombres y tonalidades que hacer un programa real de gobierno.

Me parece que las cosas debieran ser al revés, primero formulamos un programa y con eso elegimos un candidato entre los que estén de acuerdo. Cualquiera podría ser el candidato y tener posibilidades de ser elegido, aunque no aparezca en las encuestas oficiales,  si acaso las coaliciones tuvieran un programa claro, realista, acotado a los 4 años a que se han reducido los mandatos, pero con una intención histórica, sabiendo hacia donde se orientan las medidas de avance en ese lapso.

¿Qué queremos hacer? Esa es la pregunta clave que servirá de fundamento a la campaña de cualquiera, entendiendo que con gobiernos tan breves no se acaba el mundo en una derrota momentánea ni se toca el cielo con una victoria.

Y junto a eso, tal vez sería bueno para la sociedad y para los propios candidatos, ir desde ya exhibiendo los equipos que tomarían el mando del país, que deben reunir tres requisitos: capacidad, sentido político y honestidad a toda prueba. Las tres cosas se manifestarán en la coherencia y consistencia de un programa de gobierno que responda a la coalición respectiva.

Y con eso, el pueblo puede sentirse más tranquilo que ahora, cuando algunos suscriben programas entre gallos y medianoche sin siquiera haberlos leído, como lo han terminado reconociendo.

Busquemos programa y encontraremos Presidente.

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