Cambio de Gabinete, el abandono de la política

El desarrollo de las democracias modernas ha ido aparejado de la capacidad de todos los actores políticos republicanos por mejorar la calidad de la acción política, que cada uno desarrolla, desde la posición que le corresponde, de acuerdo a lo que la voluntad ciudadana decide, cada vez. 

En el caso chileno actual, se da una situación que se repite muchas veces, en diferentes países: la inteligencia del soberano otorga la presidencia de la República a una coalición y, la mayoría parlamentaria a la oposición. 

Desde el punto de vista del mensaje, el gobierno fue logrado por Chile Vamos, sobre la base de la promesa de “echar a andar el país”, con el argumento de que “la economía estaba en el suelo”. Por su parte, la derrotada hoy oposición, proponía una profundización de las reformas impulsadas por el gobierno saliente. Esa es la contradicción básica entre una coalición y otra. 

Frente a ello, hay solo dos opciones: o se desarrolla, especialmente por parte del ejecutivo, la inteligencia necesaria, para lograr los acuerdos necesarios para poder implementar parte de su programa o, se entra en un conflicto permanente, que paraliza la acción gubernamental. 

Al asumir el gobierno, supusimos que el gobierno, entendiendo la situación, llamaba sinceramente, a la búsqueda de acuerdos en las cuestiones fundamentales que preocupan a la población. 

A muy poco andar, ello se diluyó, toda vez que, en la práctica, el llamado a “grandes acuerdos” significaba, en el método empleado y, en los contenidos, una renuncia a la posibilidad de flexibilizar las posiciones y, por lo tanto, solo eran posibles sobre la base de la renuncia opositora a toda capacidad por incorporar, por cada tema, parte de sus posiciones. 

Eso se agudizó con la discusión de los temas más de fondo, como la reforma tributaria, el famoso proyecto de “Aula Justa” y la reforma al sistema de pensiones. 

Por su parte, el gobierno leyó bien el mensaje ciudadano, que se expresa en la baja en la aprobación a su gestión, independientemente de la validez de los sondeos de opinión (muy cuestionados): el incumplimiento de la promesa central de reactivación económica, que traería aparejado el mejoramiento del empleo y las remuneraciones, sustentado por un mayor crecimiento de la economía, no solo no se ha producido, sino que, en algunos indicadores, ha tendido a deteriorarse. 

En ese cuadro se produce la modificación al gabinete y, el Presidente opta por modificar aquellas áreas en que, cree, se puede lograr recuperar el cumplimiento de la promesa central: crecimiento. Por ello refuerza Economía, el MOP y Energía, se saca la piedra del zapato de una muy deficiente gestión en RREE y deprecia Desarrollo Social, donde la gestión de su ministro estrella (pensado como candidato de continuidad), no logró avanzar ni un solo centímetro. 

Adicionalmente, vuelve al gabinete al gerente de la clínica más exclusiva del país, al ministerio del ramo, mostrando la nueva orientación del gobierno, que no es otra que intentar una orientación “más gerencial”, por sobre la capacidad de articulación política, esquema incluso cuestionado por sectores de su propia coalición. 

Junto con ello, se opta por mantener a todo el equipo político, sin ninguna modificación. 

Solo es posible interpretar esto de dos maneras; la primera, debe ser descartada, porque supondría el absurdo de presumir que el Presidente se siente satisfecho por la acción de ese elenco, lo que es imposible. La segunda opción, es que el gobierno, conscientemente, deja de lado la variable política, en la acción de la administración. 

Dicho de otro manera, el gobierno toma la decisión de olvidarse del diálogo político necesario y, convencido de que puede modificar, en un plazo razonable, algunos indicadores económicos, crecimiento y empleo, como resultado de una reactivación de la inversión privada y la eficiencia en el gasto público, será suficiente para recuperar el apoyo ciudadano, mirando mucho más a los próximos eventos electorales, que a la sana administración. O sea, asistiremos, en lo que queda de gobierno, a un ejecutivo más “en modo campaña” que a uno que administra con sentido de estado. 

Si la oposición lee bien este mensaje, entonces debe entender que empezó la campaña municipal y de gobernadores regionales, como antesala de la próxima presidencial y parlamentaria, por lo que urge no solo avanzar en los acuerdos necesarios, sino también en la capacidad de elaborar propuestas en los temas que más preocupan a la ciudadanía. 

No se podrá quejar el gobierno, entonces, de que la oposición rechace, unánimemente “Aula Justa”, el fondo de la reforma tributaria a favor de los ricos, presentada por el gobierno, o los beneficios a las AFP, que pretenden con el proyecto de pensiones. 

Las condiciones de lo que viene fueron explicitadas por el gobierno en el cambio de gabinete, al abandonar la política, como herramienta democrática para gobernar, solo queda la opción de enfrentarse en el ámbito de las propuestas y, allí, la diferencia es enorme entre las propuestas de la derecha y las del resto de los chilenos. La mayoría lograda hace 18 meses, se diluyó rápido y el debilitamiento de esa base de apoyo político, ha llevado al Presidente al abandono de esta variable. 

Solo queda esperar calles más repletas de protesta y malestar ciudadano. Esto sí, será más tarea de la oposición que del gobierno.

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