Carolina Goic y la DC ¿cimiento o lastre?

En ambiente de alta “presidencialización”, con subidas, bajadas, y discusiones sobre primarias, la Democracia Cristiana ha logrado en su última Junta, pero con una convicción que se venía instalando desde fines de 2016, ordenarse detrás de una candidata que ofrece nuevas perspectivas, con un perfil público limpio, y con la oportunidad de ofrecer una historia política coherente que la sitúa en temas de alta preocupación para la población.

Carolina Goic representa una nueva oportunidad para la DC, y como tal ha sido recibida con entusiasmo entre las filas del partido, que han visto con agrado que haya asumido su rol de candidata hablando desde su calidad de democratacristiana, sin eufemismos, buscando levantar una propuesta, desde el partido, hacia las personas y familias de Chile.

Encuestas más o encuestas menos, su presencia en la opinión pública va siendo cada vez más notoria, y ante la bajada de la candidatura de Ricardo Lagos, su opción parece crecer entre personas más allá de su partido, descontentas con la forma en que el Comité Central del Partido Socialista resolvió su apoyo presidencial.

Pero es la candidata de un partido, y habrá que ver si el Partido está a la altura, y se transforma en cimiento de su candidatura, o por el contrario resulta ser un lastre para la misma.

El crecimiento de su candidatura y su figuración como cabeza del Partido pueden verse amenazados por cosas que están pasando en la Democracia Cristiana, y que tendrían la capacidad de afectar algunos de los atributos que tienen a Carolina Goic como una política creíble y valorada por la ciudadanía.

La primera de estas amenazas se refiere al inminente fallo del Tribunal Supremo del Partido en el caso en que se discute la expulsión de la militancia del diputado Ricardo Rincón, por haber sido condenado en 2003 por violencia intrafamiliar, no haber cumplido con su condena, y negar públicamente el valor de una sentencia ejecutoriada emanada de tribunales de la República.

La presidenta Goic ha sido explícita y consistente en condenar la violencia de género, sin embargo, en este caso, la “independencia de poderes” en la institucionalidad partidaria podría transformarse en una contradicción incomprensible para la opinión pública; esto es, que mientras la presidenta y candidata presidencial del partido condena la violencia, el partido en su institucionalidad, eventualmente, no sancione adecuadamente a quien carga con una condena judicial ejecutoriada que acredita haber ejercido violencia contra una mujer que era su pareja.

La segunda amenaza se dirige al atributo de la renovación política que transmite Carolina Goic. La discusión sobre la constitución de una nueva coalición y la celebración de elecciones primarias presidenciales ha dejado en un segundo plano lo que ocurrirá en materia parlamentaria. En los últimos días, se ha señalado en algunas notas de prensa, así como por redes internas, la voluntad de algunos personeros de la Nueva Mayoría, especialmente parlamentarios en ejercicio, de lograr una lista única parlamentaria de la coalición.

Lo que suena a una señal unitaria, lo que hace en la práctica, es bloquear la incorporación de candidatos nuevos a la plantilla del partido, ya que, para efectos de cumplir con el porcentaje de candidatas mujeres que establece la ley, todos los nuevos cupos deberán destinarse a ellas. Nada malo con eso, pero resulta injusto y sumamente contrario a cualquier posibilidad de renovación que, por la desigual repartición de géneros de las bancadas actuales, sean los militantes hombres que aspiran a ser candidatos, los que deban dejar el espacio a la renovación, y no quienes han ejercido cargos parlamentarios por ya varios períodos. Esto, vale decir, afecta a todos los partidos de la Nueva Mayoría.

Tenemos en Carolina Goic una candidata que ofrece atributos que, por años, la Democracia Cristiana ha tenido dificultades para encarnar públicamente; una candidata que engrandece al Partido y se asume como nuestra representante ante el país.

Esperemos que el Partido, su partido, esté a la altura y asuma que es su función afirmarla y potenciarla, y no ser los pies de barro de una gigante.

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