Chile, el riesgo de la democracia plebiscitaria

En Chile estamos ante formas de hacer política claramente irresponsables y demagógicas. El supuesto chantaje de la DC a una de sus senadoras, que se opone a un cuarto retiro de las AFP, denota el nivel deplorable de la política chilena. No sólo se legisla eludiendo evidencia y buen criterio, tal como vimos cuando Mario Marcel expuso ante el Senado, sino que además se utilizan malas artes contra aquellos que preservan algo de razonabilidad frente a políticas mal hechas y con efectos negativos.

El hecho de que la carrera presidencial no esté centrada en cuestiones programáticas, sino en ciertas particularidades de los candidatos también es un reflejo de este mismo problema. Así, hay candidatos que parecen cambiar de programa como quien cambia los calcetines o que simplemente desconocen su propio programa.

Por otro lado, aunque estamos ad portas de una elección parlamentaria, el rol de los aspirantes a congresistas parece totalmente relegado. Es claro que el Congreso actual está perdiendo incidencia en el debate político actual, lo que azuza la irresponsabilidad de los diputados y senadores en ejercicio. A esto obviamente se suma que además, debido al trabajo que se supone debe llevar a cabo la Convención que no es otro que redactar una nueva carta fundamental, existe enorme incertidumbre respecto al destino de los poderes actualmente constituidos. La dimensión institucional, claramente debilitada a lo largo de dos años, ha hecho que en la disputa por el cargo presidencial se prescinda abiertamente de cuestiones programáticas e institucionales, lo que exacerba tendencias caudillistas.

Un buen sistema político no sólo requiere un buen diseño institucional, sino también líderes políticos calificados, responsables y prudentes que lo hagan funcionar. Pero lo que vemos actualmente es mucho oportunismo de parte de los actores políticos, bajo el cual se cierne una creciente predisposición facciosa, de claro carácter identitario, camuflada de indigenismo, lucha antimachista, ecologismo de pies pelados, lucha de clases, racismo, etnicismo, nacionalismo y un largo listado de vindicaciones de todo tipo. Todo articulado bajo una infinidad de coordinadoras, cuyos pocos organizadores dicen representar grandes masas o causas sin ponerse rojos, y que surgen como callampas después de la lluvia. Para más remate, la violencia ya está instalada como mecanismo de presión política para que cualquier grupo, incluidas muchas veces esas coordinadoras, se arrogue tomarse calles o arremeter contra la propiedad pública o privada, bajo el discurso condescendiente de unos legisladores irresponsables y demagogos. Así, el carácter mediador de la política partidaria va perdiendo fuerza con rapidez, mientras los propios políticos revientan tal rol.

Contrario a lo que se presume, aunque en la nueva Constitución se consigne un régimen semipresidencial, en la práctica podríamos caer peligrosamente en una democracia de carácter plebiscitario. Es muy quimérico pensar que las falencias que hoy presenta nuestro actual Congreso se corrijan bajo un nuevo Congreso unicameral, como presumiblemente se pretende establecer. Basta mirar la Convención, incluyendo disfraces y guitarreos como discursos inaugurales, para tener dudas al respecto. En el fondo, estamos pagando los efectos de haber puesto poco ahínco, durante años, en la educación cívica, jurídica y económica de la población. Esto además se asocia con la creciente y casi crónica debilidad de los propios partidos políticos que siguen atrapados bajo lógicas clientelares y que hace rato dejaron de preparar y proveer dirigencias políticas profesionales y responsables desde las cuales surgen líderes políticos en sentido estricto.

Así, del indiscutiblemente debilitado sistema democrático vigente, bajo la pretendida refundación de Chile aparece -sutilmente- la instauración de una forma voluntarista y autoritaria de poder donde ya no importan los datos, ni los efectos, ni la experiencia, ni el debate público, sino solo la voluntad plebiscitaria del pueblo y del caudillo de turno. ¿Mejora democrática? Claramente no. Simple expresión de la crisis misma. Ya vemos estos atisbos de política antojadiza en la lógica respecto a los retiros, pero también respecto a la pretendida ley de indulto.

Es claro que a varios congresistas actuales y también a varios convencionales ya no les importan ni la racionalidad económica ni jurídica, ni los efectos de esa falta de racionalidad. Tampoco parece importarle al candidato presidencial del Frente Amplio y el PC que ha hecho oda de su desdén por los datos en televisión abierta. Todos son pura y simple voluntad. Así, la tan promovida lógica de la calle podría terminar pisoteando la democracia.

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