Chile, bipolar e insular

En el mes de la patria es el momento de preguntarnos ¿qué nos pasa?

Nuestra copia feliz del edén, para algunos hoy parece estar más cerca del infierno. La razón, es que pasamos nuevamente por un momento depresivo, cosa que no es muy novedoso ya que somos un país que tenemos características bipolares e insulares. Con gran facilidad pasamos del exitismo a la derrota más profunda y nos miramos sin ver o comparar nuestra realidad con el entorno y el mundo.

En efecto, es cierto que la realidad del país, afectada por episodios de corrupción, manifiesta señales que a todos nos preocupa, porque se genera una atmósfera de total desconfianza. Quizás no sea nada nuevo, sino que hoy esta realidad se ve más evidenciada gracias a la transparencia que otorga la revolución de las comunicaciones que han sido las redes sociales.

En esta dimensión acostumbramos a echarle la culpa a otros, donde los políticos parecen ser los más responsables de la situación. Sin embargo, la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) nos muestra que los funcionarios públicos son también considerados como bastantes o casi todos corruptos. (70% considera a empleados públicos y 80% políticos). Entonces ya son miles catalogados en esta condición.

Pero podríamos seguir. Empresarios, dirigentes deportivos, funcionarios de las Fuerzas Armadas, religiosos, dirigentes gremiales y comunales. En definitiva, no queda “títere con cabeza”. Si a ello agregamos toda “la cultura del vivo” en nuestro país, al final no se salva nadie.

Pero uno se pregunta ¿esto es tan real? ¿somos un país corrupto? Tenemos la mala costumbre de generalizar y meter a todo el mundo en el mismo saco, sin con ello darnos cuenta que al final nos toca a cada uno. No cabe duda que son millones los chilenos honestos que día a día trabajan por el bien del país y su familia.

También son funcionarios públicos, empresarios, miembros de las fuerzas armadas, religiosos, dirigentes deportivos, sociales y gremiales. Esta mirada simplista y reductivista que acostumbramos a tener, inevitablemente es una expresión más de esta bipolaridad que nos impide ver la realidad con mayor objetividad.

Seamos serios. La sociedad está construida por hombres y siempre hay y habrá buenos y malos. Ello no significa que no aspiremos a un crecimiento y una mayor perfección como sociedad, muy por el contrario, es bueno y necesario que así sea, pero ello siempre parte de un contexto de realidad.

Este mismo análisis se puede hacer en cualquier otra dimensión, sea económica, social, deportiva, cultural, etc.

¿Pero lo que pasa hoy en Chile es muy distinto a lo que sucede en otras latitudes? Cuando uno sale de nuestra isla encerrada entre cordillera y mar, sea físicamente o a través de la información, resulta que la situación no es muy diferente.

No es como para quedarnos con el “mal de muchos, consuelo…”, sino es para situar nuestros problemas en la dimensión que corresponde.

Según el último informe del Índice de Percepción de corrupción elaborado por   Transparencia Internacional, ocupamos el lugar número 23 con 70 puntos. Estamos igual que Francia y mejor que España, Italia, Portugal, Israel y muy distantes de todos los países latinoamericanos.

Tenemos una conducta y una cultura muy insular. Parece que todo comienza y termina en nuestro país. Poco aprendemos de las experiencias que se viven en otras partes y tendemos muchas veces a plantearnos como una experiencia única y por lo mismo volvemos a cometer los mismos errores.

Importante es dejar en claro que el ser un país súper conectado con el mundo, no significa que estemos realmente comunicados con las realidades que se viven en otras latitudes. Cuando la realidad internacional es hoy casi inexistente regularmente en la mayoría de los noticieros centrales de nuestros canales, es porque el interés público manifestado en el rating así lo demanda.

Pero cuando parece que en el país todo se ve gris, el estudio CEP nos muestra otras señales. En efecto, al consultar sobre cómo está su situación económica, el 73% señala que ni buena ni mala y muy buena. Cabe señalar que el inconformismo en este ámbito es tremendamente natural. Siempre aspiramos a más de lo que tenemos. Solo el 20% indica que malo y muy malo, que corresponde a nuestro nivel de pobreza y por lo mismo tienen razones para estarlo. Cabe señalar que esta tendencia es muy similar desde hace 9 años.

Ahora cuando le consultan cuan satisfecho está con su vida, resulta que casi un 60% le pone una nota entre 7 y 10. Es cierto, aquí se integran factores más familiares y personales, pero naturalmente la realidad del país también influye.

En definitiva, la percepción que hay sobre el país y sobre la realidad personal difiere mucho. Ello nos confirma que esta mirada bipolar e insular, es la que nos hace perder verdadera objetividad.

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