Chile, ¿perdió la brújula?

Cuando miramos la situación del país en periodo preelectoral, todo parece indicar que hemos perdido la brújula.

¿Para dónde vamos? ¿Cuál es el modelo de sociedad que queremos construir?

Siendo preguntas fundamentales no tienen respuestas claras de los actores políticos y especialmente de los candidatos a la presidencia que hoy proliferan.

Los llamados progresistas y conservadores están en la misma, preocupados de resolver problemas o situaciones determinadas, se dedican a atender lo que según ellos y las encuestas “la gente quiere”. Sin embargo, no se necesitan éstas para saber que hay que resolver los problemas de salud, educación, seguridad, transporte, probidad y otros más. De seguro estas prioridades son muy similares en muchos otros países del continente y del mundo.

¡El problema está en el cómo!

Ahora, una seria respuesta a este cómo, pasa por definir el modelo de sociedad que el candidato propone construir. Normalmente este queda en las nubes, prefiere obviarlo para no entrar en conflicto con su sector o sencillamente no lo tiene claro, siendo aquí donde se define lo esencial.

Una muestra evidente de ello, son las dificultades que hemos tenido especialmente con el actual gobierno.

Desde la vuelta a la democracia la sociedad parecía haber generado un consenso en torno al tipo de economía y sociedad que quería. Una economía social de mercado, abierta al mundo. El crecimiento sostenido sin duda alguna que mejoraba la calidad de vida de muchos sectores de la sociedad, disminuyendo significativamente los niveles de pobreza, pasando de los 5.000 dólares per cápita de 1990 a los más de 25.000 actuales.

Estructuralmente la economía, basada en la concentración de la riqueza en alrededor de unas 10 familias, la misma casi desde nuestra independencia, ahora se veía aún más acrecentada. Parecía consolidarse un modelo económico que nos entregaba prosperidad, pero demostraba que la ley del chorreo, que la justificaba, no operaba en una justa proporción y así aumentaba la brecha social. Es así que el 1% de la población hoy concentra el 35% de la riqueza nacional.

Así entonces, al evaluar los resultados de este proceso de desarrollo del país, afloran sus fortalezas y debilidades. Para unos se requiere solo de una micro cirugía y para otros de una cirugía mayor. Se perdió el tácito acuerdo social.

¡Tampoco tenemos un modelo alternativo!

En el mundo hay países de larga trayectoria, que han alcanzado altos niveles de desarrollo, pero no solo económico, sino de felicidad. Los mismos que hicieron ya un camino de luces y sombras, que pagaron un alto costo con sus decisiones, hoy nos pueden enseñar por donde hay que transitar y como hay que hacerlo.

Una sensatez básica como nación, nos debiera llevar a estudiarlos, analizados y en alguna medida ser emulados; pero con las necesarias adecuaciones a nuestra realidad nacional.

No podemos pretender descubrir la rueda. Las experiencias de otros son el mejor insumo a nuestra búsqueda de hoy. Son caminos transitados, algunos dirán por otras culturas, sin duda alguna, pero en base también a ciertas realidades que son propias a la naturaleza humana.

El egoísmo, la búsqueda del poder para servirse de el, el conseguir riqueza a cualquier precio, la confabulación entre dinero y política, el deseo de alcanzar los máximos derechos, pero con el mínimo de obligaciones. En fin, toda la expresión de la pobreza humana, que hoy se ha hecho crudamente evidente en nuestro país, de seguro no les ha sido, ni les son totalmente ajenas. Sin embargo, nos llevan camino recorrido en una mayor superación.

Noruega acaba de ser señalada como el país más feliz del mundo, según el Reporte Mundial de Felicidad 2017. Es un país, chico con un clima muy adverso, dependiente en un 25% del petróleo y con una economía próspera y rica. Este país combina el  libre mercado con una fuerte intervención estatal, algunos la consideren «el único socialismo del siglo XXI». Su PIB per cápita asciende a los 54.000 dólares.

Los países que le siguen en el índice de felicidad son Dinamarca, Islandia, Suiza y Finlandia. Chile está en el número 20 y el Latinoamericano mejor renqueado es Costa Rica en el lugar 12, país que tiene solo U$15.000 de PIB per cápita. Menos que nosotros, pero más felices.

¿No debiéramos mirar hacia estos países más felices y rescatar lo mejor que nos permita ir modelando el tipo de sociedad que queremos? El pretender construir, en la búsqueda de ese anhelado camino propio, de la nada o en un proceso de ensayo error, es muy poco serio. En definitiva, termina sacrificando a generaciones completas.

Por de pronto seguimos midiendo nuestro desarrollo por el crecimiento del PIB y no hemos sido capaces de implementar una medición a través de índices de felicidad, que es el camino que enriquece la vida humana.

La felicidad supone un espacio de construcción común, de cooperación y colaboración, donde se valoren de igual forma los derechos y los deberes. Todo esto en definitiva nos lleva a una sociedad sustancialmente más solidaria.

Una cultura del egoísmo, donde prima el más fuerte, donde el dinero establece las reglas no solo de la vida económica, sino también de la vida social y política, ha demostrado que nos lleva por un camino de infelicidad. No en vano hoy uno de los grandes males que aquejan a nuestro país es la depresión.

En definitiva, la experiencia vivida este último tiempo nos demuestra que el país no será mejor porque se hacen cambios y ajustes en distintos ámbitos, muy por el contrario, es como un auto viejo que se arregla una parte del mismo y se generan nuevos problemas en otras. Es en la visión global de sociedad donde los problemas tienen su real dimensión y las soluciones son profundas, integradas y de largo alcance. De la manera como lo estamos haciendo, las soluciones de hoy pueden ser incluso problemas para mañana. Tenemos muchos ejemplos en nuestro país que lo demuestran.

De seguir así, nos costará mucho alcanzar los niveles de justicia y equidad social que anhelamos y con ello la alta felicidad. Para ello necesitamos consensuar, al menos con una mayoría, un modelo de sociedad que nos entusiasme, que concentre nuestros esfuerzos, nuestra inteligencia y dedicación. Solo así haremos un país mejor para todos.

Pidamos a quienes pretenden llegar a la Moneda que sean capaces de ofrecernos no solo un programa de cosas por hacer, sino una visión holística representada en el modelo de sociedad que nos quieren proponer. Solo de esa forma podremos ir tomando decisiones que trasciendan a un determinado periodo presidencial y vayan construyendo un verdadero futuro mejor para todos.

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