Chile sin extremos

La próxima elección presidencial será sin duda la más crucial en las últimas décadas, con una sociedad que ha experimentado cambios profundos en su evolución cultural, política y valórica, y que demanda mayores niveles de igualdad y justicia social.

La institucionalidad política sufre de la desconfianza ciudadana y el país se encuentra dividido y fragmentado con la lógica "amigo-enemigo". Urge el reencuentro de los chilenos para lograr la sanación de los espíritus con la convicción que Chile nos pertenece a todos y se construye colectivamente. La época de las revoluciones y refundaciones pertenecen al pasado. Se desmoronó la Unión Soviética y su catedral ideológica en demostración del fracaso de los "socialismos reales". Tampoco es posible la nostalgia de algunos por una regresión al autoritarismo que tantos sufrimientos causó a miles de chilenos.

Los cambios que demanda la ciudadanía deben ser realizados con gradualidad y diálogo positivo, en la búsqueda persistente de acuerdos y consensos, con pleno respeto al estado de Derecho y asegurando la estabilidad del país. Ello permitirá un clima propicio para impulsar su crecimiento y desarrollo. Frente a aquellos que ofrecen "cambios sin orden" y otros "orden sin cambios", me inclino por la propuesta de la senadora Yasna Provoste, que promete "cambios en paz social, sin violencia, con moderación y garantizando la gobernabilidad del país".

Con esa convicción debemos decidir en la próxima elección, por un país sin extremos, considerando en primer lugar el interés superior de la nación y actuando conforme a la "ética de la responsabilidad y el deber", como nos recuerda el politólogo alemán Max Weber.

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