¿Cómo les duele el humor?

Sabemos no es una novedad que se haga humor político en el Festival de Viña del Mar. Sí resulta una primicia y en gran medida una evolución que a través del formato stand-up comedy, por primera oportunidad, 4 comediantes confluyeran en un mismo año: Edo Caroe, Rodrigo González, Natalia Valdebenito y Pedro Ruminot, en ese orden, se presentaron durante la semana del certamen en 2016.

Más que una rutina, el stand-up comedy ofrece un guión cuyo objetivo es generar un viaje que el espectador acompaña en forma natural. Se basa en relatos cuyas experiencias son vividas cotidianamente por todos nosotros.

El Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo, el poder político fue el protagonista. Y lo ha sido durante todo este año 2016 tristemente por errores no forzados, por delitos que han cometido sus representantes, por la oscura y distante forma de mirar a la ciudadanía. Entonces ¿por qué se extraña La Moneda o los dirigentes de los partidos políticos ante una generación de comediantes capaces de sintonizar con una ciudadanía cansada, molesta e incómoda?

Sus dichos suenan más bien a estrategia editorial en que se muestran afectados, dolidos y preocupados por el “daño que le provocan a la institucionalidad”.

La pifiadera no se la llevaron artistas ni cantantes ni bailarines. La ciudadanía pifió a la vieja y anquilosada clase política chilena. A los mismos que por años han hecho un esfuerzo para distinguirse por sobre lo humano y algunos por sobre lo divino. Desde esa megalomanía ostentando cargos y actuando por sobre el bien y el mal.

Para algunos resulta simplista pararse en un escenario y hablar desde el enojo, desde la queja.Tal como dijo en su presentación León Murillo en Viña 2015: “tenemos derecho a tener rabia”. Suena intenso, demasiado directo e incluso provocador dirán algunos.¿Acaso reconocer esa rabia, que sentimos desde hace un par de años, representa un síntoma que ahora podemos hablar de ciertas cosas que antes se ocultaban? Este humor es una especie de almohada que nos permite ablandar las durezas y alivianar la pesada carga.

El humor no pretende resolver problemas ni dar soluciones a las políticas públicas. Lo que sí hace correctamente es abrirnos a través de la ironía para ser capaz de mirarnos, cuestionarnos, como una forma de elegir tal como dijo el comediante Rodrigo González en Viña 2016, “es mejor reír que llorar” al final de cuentas.

El humor es signo de salud mental y su poder es significativo cuando toca fibras que sintonizan con sentimientos compartidos. Este poder es también la expresión de una canalización de esa rabia, de esa parte oscura que busca transparentarse con esa carcajada, con esa risa, con esa difícil y enmarañada parte de nuestra esencia: el hermoso sarcasmo.

Cuando la vieja clase política expresa que les preocupa este humor, ¿les duele en lo profundo?, ¿más que una formalización en tribunales, más que una condena penal televisada?, ¿les duele realmente desde sus arrestos domiciliarios?, ¿les hiere cuando se dan cuenta que la ciudadanía los ironiza? Y eso que, si hay algo humano es precisamente la ironía.

A la ciudadanía realmente le duele, de hecho se ríe. Los políticos, en tanto, dicen sentirse alarmados dando sus declaraciones en ese escenario vetusto que están acostumbrados, mediante conferencias de prensa pauteadas y tan noventeras como sus pensamientos e ideologías.

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