Conjeturas

Parece irrazonable, pero tiene asidero en la medida que se mantenga inalterable el plazo fijado perentoriamente para el próximo 14 de abril y se verifique el incumplimiento que contempla la nueva ley electoral de reinscribir a sus militantes en un horizonte de tiempo inexorable que se ve cada vez más cercano e incierto respecto a su consecución, ya que algunos están muy lejos de los umbrales mínimos para conseguirlo, poniendo en peligro su sobrevivencia y arriesgándose a ser disueltos de un plumazo.

Han tenido un año para cumplir con la exigencia de tener un padrón de militantes equivalente al 0,25% de los votantes de la última elección parlamentaria, lo que implica alcanzar una cifra en torno a 18.000 refichajes, que además va ligada a certificar un mínimo de 500 militantes en cada una de las regiones donde estén organizados.

A simple vista resulta absurdo, ya que cuesta imaginarse que pasaría con la extinción de colectividades políticas de mayor influjo, dado no tan solo por su representación parlamentaria y en los distintos municipios a lo largo del país, si no que además por su ascendiente ideológico y tradición histórica.

En ese contexto, no tiene nada de insensato conjeturar respecto al devenir de cómo se enfrente un complejísimo escenario que amagaría no pocas candidaturas parlamentarias con mira a las elecciones de éste año, producto de la orfandad en que quedarían al carecer de un patrocinio y domicilio político específico, obligándolos a postularse como independientes.

Un derrotero similar afectaría las candidaturas presidenciales de Ricardo Lagos y Alejandro Guillier, quienes ya han sido respectivamente proclamados como abanderados del PPD y el PR, colectividades que muestran mayor rezago en el empadronamiento.

Al ritmo que van, si no apuran el tranco, de no sacar adelante la tarea en los tiempos establecidos, se podría dar una situación insólita: que ambos aspirantes no pudiesen inscribirse para competir por el liderazgo de la centro izquierda en las primarias de la Nueva Mayoría.

Más extraño sería que la solución a éste callejón, proviniese de una invitación del PS, para sumarlos a su propia definición interna, poniéndolos a competir con las débiles opciones de Fernando Atria y José Miguel Insulza.

¡Vaya paradoja!, pero hasta aquí, no pasa de ser un supuesto.

Hay preocupación e inquietud de que el proceso concluya desastrosamente, lo que explica la decisión adoptada por el Servel en cuanto a ajustar el trámite de refiliación para los militantes de antigua data para que ratifiquen su condición de tal mediante el envío de un correo electrónico adjuntando una copia de la cédula de identidad, lo que contraviene abiertamente lo escriturado en la nueva ley, ya que ahí se lee de modo inequívoco, que es obligatorio gestionarlo de forma “personal, indelegable y ante un ministro de fe”, por tanto su implementación es percibida sospechosamente, como una manipulación del organismo.

Apoyándose en un acápite del mismo texto legal que les impone disponer de mecanismos electrónicos para que los afiliados revaliden su militancia de modo fehaciente, proporcionó el subterfugio ideal para ejecutarla en los hechos, medida que ha sido objeto de durísimos reproches, incluyendo al mismísimo Eduardo Engel, principal ideólogo y presidente de la comisión que suministró al parlamento los insumos para la mayor reforma efectuada al sistema electoral desde su creación en 1925.

Pero no son las únicas voces. Tampoco han disimulado su molestia quienes sienten ser objeto de un tratamiento muy distinto. Andrés Velasco, líder de Ciudadanos la calificó de presión escandalosa, además de reclamar por el trabajoso esfuerzo a que son sometidos en su condición de advenedizos.

Una disparidad de criterio que los obliga a transitar por un sendero más pedregoso que los partidos tradicionales, ya que quien inicia una militancia debe certificarse en su admisión, lo que implica obtener una clave única ante el Registro Civil y activarla para establecer la aceptación del vínculo partidario. No son homologables el refichaje y la inscripción de nuevos militantes.

Aunque muchos no quieran admitirlo públicamente, la angustia empieza a dominarlos producto de la incertidumbre de si alcanzarán a conseguir las firmas necesarias para salir airosos del pabellón de los agonizantes. De lo contrario, se verán obligados a corregir el desaguisado mediante la tramitación de otro proyecto de ley que retrase la fecha y aleje los fantasmas de la muerte súbita.

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