Contra el pesimismo de la voluntad

La célebre expresión atribuida polémicamente al intelectual y político italiano Antonio Gramsci, que señala “soy pesimista por mi inteligencia, pero optimista por mi voluntad”, pudiera permitir entender, dándole una vuelta de tuerca, el estado de ánimo de la Oposición. 

Caracterizada - o atomizada - al menos en tres partes (la DC, la llamada Convergencia Progresista y el PC más el Frente Amplio) actúa sobre la base de una especie de pesimismo de la voluntad, es decir, un estado de ánimo donde nadie o casi nadie, salvo los incumbentes o posibles pre candidatos presidenciales, cree que es posible ganar la elección presidencial e impedir que la derecha se mantenga en el poder. 

Afirmar, en el tiempo presente, que no es posible ganar, es un juicio tan prematuro como pensar lo contrario. Pero si solo se piensa en lo primero, que deviene en un derrotismotermina ocurriendo que nadie o casi nadie hace nada para ganar.

Este animus, se expande y afecta la secreta esperanza de aquellos que aún piensan que es posible, y de que, sumarse al pesimismo significa renunciar por anticipado. Significa abdicar del principio político milenario de la voluntad de poder. 

A contrario sensu, el optimismo de la inteligencia, desde donde opera el gobierno por necesidad, le permite explicar, manipular y tergiversar lo que cada día parece más evidente en los ciudadanos: que no eran los más preparados, ni lo más capaces, para hacer marchar la economía del país.

El equipo económico del Gobierno lleva un año y medio explicando las magras cifras y más que Ministros parecen ser consultores externos o académicos. 

¿Cuál es la diferencia? El oficialismo está convencido de que puede mantenerse en el poder y ganar la elección presidencial.

La primera tarea entonces de los líderes y lideresas de la oposición, o de la centro izquierda, si se prefiere, es combatir el pesimismo, para que este no se convierta en una condición estructural y se termine transformando en una profecía autocumplida. 

La Oposición tiene ahora una doble labor, constituirse en una alternativa política a un Gobierno irresponsable con el país, y para ello, combatir el pesimismo que se extiende como reguero de pólvora en sus propias filas. 

Combatir el pesimismo de la voluntad no es ingenuidad, ni idealismo infantilista, sino una simple reivindicación de un principio básico de la acción política: voluntad de ganar para hacer. 

Es posible, porque la “realidad” no ha caído del cielo como un hecho fatal, sino que es producto de una lucha incesante, unos por mantenerla y otros por transformarla.

Así, ocurre que, echando mano a la terminología marxista en desuso, si las condiciones objetivas para ganar aún no nos son favorables, habrá que determinarlas desde las condiciones subjetivas, es decir, desde la convicción y la conciencia que genera la voluntad de poder para ganar.

La próxima elección presidencial la ganará el que más quiera ganarla. 

Los lideres y lideresas de las fuerzas progresistas tienen el deber de hacerlo posible. 

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