Corrió solo,llegó segundo

Sergio Velasco
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El plebiscito del 5 de octubre de 1988 para miles de compatriotas, significaba volver a la democracia y al respeto básico de la persona humana, tan violado por la dictadura cívico- militar, impuesta a sangre y fuego por el general Comandante en Jefe del Ejército Augusto Pinochet Ugarte.

La epopeya del NO, marca un hito histórico, que permitió juntar a aquellos que, en el pasado, cometieron el grave error de actuar con absoluta irracionalidad, dando pábulo para que sectores de extrema derecha, golpearan los cuarteles bajo el amparo y protección de los EEUU.

Los procesos electorales anteriores fueron la “Consulta Nacional” en 1978, un remedo grotesco que obligó la Junta Militar a la población, y el plebiscito de 1980 donde somete a votación una espuria Constitución Política, confeccionada entre cuatro paredes, cuya maldición aún nos persigue.

Solo el 19 de abril de 1988 fue aprobada una Ley sobre Votaciones Populares y Escrutinios, asegurando una mínima transparencia con un Tribunal Calificador de Elecciones, que debería certificar el resultado final, cuya resolución era incierta.

Recordemos que el Estado de Emergencia se levantó el 1 de septiembre, tras quince años de vigencia. Los registros electorales fueron quemados, los partidos políticos abolidos, el Congreso Nacional clausurado, el obsecuente Poder Judicial vilmente al servicio del régimen militar y la anodina Contraloría General, un ente amorfo.

Pinochet se jactaba, una y otra vez, que, en su gobierno, “no se movía una hoja, sin que él no lo supiera” más aún con sus esbirros de la DINA y la posterior CNI a su servicio.

Por tanto, la incredulidad envolvía a los dirigentes de la frágil oposición, con justa razón, en donde algunos partidos de izquierda no aceptaban de buenas a primera participar, incluso una fracción de “chascones “de la DC, se oponían tajantemente de ser aval de otra maniobra más del Dictador y sus demás aláteres.

Inscribir a más de 7 millones de ciudadanos y ciudadanas, en los registros electorales fue una tarea titánica.

El comienzo de una nueva era, para terminar con el miedo y la abulia, que envolvía a las y los ciudadanos, en los peores momentos de represión ante las legítimas protestas, de trabajadores, pobladores y estudiantes.

Romper esas cadenas era la primera gran misión, creo que todos los opositores la cumplimos, con responsabilidad, unidad y amistad cívica admirable, creando conciencia que, por las armas, jamás derrotaríamos a un Ejercito cruel y sanguinario.

He escuchado muchas veces que la franja de 15 minutos transmitida por los canales de TV, que el Comando de NO, dispuso, a partir de 5 de septiembre, conducida brillantemente por el periodista Patricio Bañados, (uno de los grandes olvidados), con el lema “Chile la alegría ya viene” y el símbolo de integración el Arco Iris, fueron el detonante del triunfo.

Sin duda que es cierto que aportaron exitosamente lo suyo, pero no fue lo único.

Acomodaticiamente sufrimos amnesia crónica, frente a una verdad irredargüble, desde el mismo 11 de septiembre de 1973, la fatídica fecha del bombardeo a La Moneda, donde se suicida el Presidente Allende, nace el germen de la libertad, que nos costó 17 años recuperarla.

Miles de compatriotas, cayeron en el camino, hombres mujeres y niños, fueron brutalmente asesinados, en esa lucha desigual: héroes anónimos que ofrendaron sus vidas, por una causa superior. Chile y su gente maltratada.

Pinochet pretendía estar 25 años más en el Poder, con facultades absolutas.

Fue así como el dedo de Ricardo Lagos, le enrostró ante las cámaras del canal 13, “hablo por quince años de silencio y me parece indispensable que el país sepa que tiene una encrucijada y una posibilidad de salir civilizadamente a través del triunfo de NO”. Fue todo un acontecimiento de inaudita osadía.

Patricio Aylwin el líder, le reponde a Pinochet frente a su postulación, que él significa más tiranía, arbitrariedad, impotencia y división de los chilenos y chilenas en amigos y enemigos irreconciliables.

A esto hay que ponerle fin pacíficamente, con un lápiz y una rayita.

El 24 de septiembre a escasos días del plebiscito, arriba a Chile, después de un largo exilio Hortensia Bussi viuda de Allende, en su saludo al pueblo chileno, reflexionó: “Quiero un país donde haya justicia y democracia. Nuestro mensaje no es el miedo, sino la esperanza, no es el odio, sino la alegría, no es el pasado, sino el futuro que construiremos juntos”.

El primero en reconocer el triunfo holgado e irrefutable de la oposición fue el Comandante en Jefe de la Fach, general Fernando Matthei admitiendo que no había nada que celebrar y que se tenía que respetar los resultados.

Pinochet muerde el sabor amargo de la derrota electoral, 3.967.579 votos obtuvo la opción No con un 54,7 % y el dictador con todo el poder en sus manos ensangrentadas, 3.119.110 votos, con 43 %.

Cayó en su propia trampa, fue el principio del fin. Han transcurridos 31 años de esa heroica gesta inolvidable.

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