Crisis de confianza en las instituciones

Flavio Cortés
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A propósito de la crisis de confianza en nuestro país, es pertinente recordar que las investigaciones indican que para que una persona tenga confianza en otra deben estar presentes, por separado o de manera conjunta, tres elementos: integridad, benevolencia y habilidad. 

La integridad refiere a la percepción de que la persona en que se confía se adhiere a un conjunto común de principios que incluyen la coherencia con las acciones pasadas, comunicaciones dignas de crédito, un fuerte sentido de la justicia y acciones congruentes con la palabra empeñada. 

El segundo elemento, la benevolencia, consiste en el grado en que una persona considera que su interlocutor tiene intenciones y motivos positivos o benéficos con respecto a ella. En el centro del concepto de benevolencia está la disposición de un actor para ayudar a otro. Para confiar es básico percibir que un interlocutor muestra consideración y sensibilidad a las necesidades e intereses del otro. 

Finalmente, la habilidad alude a la creencia que una persona tiene sobre los conocimientos, capacidades, competencias y experiencias de otro para actuar con efectividad en un aspecto específico de la vida.   

A partir de este marco podemos entender que la confianza entre personas es una relación compleja donde cada una de las partes realiza acciones que están basadas en las expectativas de que el otro responderá a la confianza depositada y para establecer una relación de confianza debe existir uno, dos o los tres niveles señalados. 

En Chile los niveles de confianza que las personas les asignan a las instituciones son inquietantemente bajos.

En la Encuesta Nacional Bicentenario 2018 instituciones como el gobierno, las empresas, la Iglesia Católica, o los Tribunales de Justicia no alcanzaron el 10% de personas que señalan confiar “mucho” o “bastante” en ellas y, lo que es más grave, estos niveles de confianza han disminuido en los últimos años.

La última medición específica de Carabineros de Chile a nivel nacional se hizo en la encuesta CEP de abril-mayo del año pasado y mostraba una caída en los ultimos dos años de 20% en las personas que señalaban tener un nivel positivo de confianza en dicha institución, y eso ocurrió casi ocho meses antes del develamiento de la Operación Huracán. 

Si a esto sumamos el hecho de que en la referida encuesta Bicentenario el 80%, de los chilenos percibe como el mayor de los conflictos existentes el de los mapuche y el Estado chileno, los últimos acontecimientos en la Araucanía deberían generar una preocupación nacional independientemente de cualquier posición ideológica o política. 

En estos momentos los tres niveles de la confianza se encuentran gravemente afectados tanto en términos históricos, políticos como policiales entre las comunidades mapuches y el Estado chileno.

Urge responder en todos los ámbitos y en todas las dimensiones de la confianza si no queremos resultados funestos. 

Se requiere un nuevo trato histórico entre las instituciones del Estado chileno y el pueblo mapuche y lograr construir un clima de confianza demanda elevar los niveles de calidad profesional de la policía uniformada.

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