Cuesta aprender

La nueva tragedia de Valparaíso del pasado lunes 2 de enero, con su altísimo costo material y humano -aunque no hubieran víctimas fatales- confirma lo  mucho que al Estado y a la sociedad le cuesta aprender para prevenir eficazmente estas dolorosas y duras experiencias.

En efecto, vivas están en la memoria del país, las tremendas y terribles imágenes del devastador incendio de abril del 2014, el que tuvo como resultado la pérdida de 15 vidas humanas y que fueran arrasadas por el fuego la increíble cifra de 2.900 viviendas, en las que naturalmente se cobijaban miles de familias que perdieron el fruto del trabajo de toda una vida o al menos de muchos años de ardua labor.

A pesar de esa calamidad, la que hacía evidente la necesidad de una pronta regulación y planificación urbana, en Valparaíso y en todo Chile, que generara áreas de seguridad que separaran los barrios más expuestos por la cercanía de las plantaciones forestales, es decir, apartara las villas y poblaciones de esos bosques que, de acuerdo a ciertas condiciones, se convierten en veloces lenguas de fuego que lo devoran todo a su paso.

La autoridad de vivienda ha dicho que hay un "Plan Maestro" que se hace cargo del problema, pero no existen hechos que a través de acciones prácticas así lo evidencien, mediante resoluciones concretas que la autoridad municipal, regional o nacional  haya tomado al respecto.

También fue categórica la conclusión que las quebradas situadas en esas áreas de contacto entre casas y árboles debían ser rigurosamente vigiladas de manera que no fuesen, precisamente, lugares de acumulación de desechos y basuras que pasan a ser combustible que alimenta las llamas. La información de prensa indica que otra vez allí fue el sitio propicio para que el incendio ganara volumen y fuera imposible de contrarrestar hasta que dejara un reguero de escombros a su paso.

Claramente se registra una debilidad ante la expansión forestal, que ocurre de manera tan incontrolable que se hace urgente un plan regional, a nivel nacional, que resguarde la agricultura y las zonas urbanas contiguas. Sin esa toma de decisiones estratégicas, que orienten las políticas públicas, es imposible proyectar un desarrollo sustentable en el país.

Se viven las consecuencias  de no tomar decisiones y de la falta de modernización del Estado, así como, de lo frágil que es hoy la conciencia social y la memoria histórica del país, ya que los mismos espacios mediáticos que saturan con una información repetitiva sobre la tragedia, pronto, dramáticamente pronto, volverán otra vez a sus rutinas, a los chismes de la farándula y la repetición de los goles en horario estelar.

Por eso, este desafío-país se debe enfrentar desde el Estado, hay que trascender los intereses sectoriales o corporativos, de otro modo, en algún tiempo más las llamas volverán a ser la trágica noticia que se tome los despachos televisivos.

En todo caso, hay avances que son limitados pero significativos, se ha señalado que el Cuerpo de Bomberos instaló piscinas destinadas a una función como depósitos de agua, que jugaron un papel decisivo en la contención del siniestro, dotando del líquido necesario para los primeros minutos de la emergencia.

Asimismo, la acción de la comunidad, de carabineros y las instituciones de la Defensa, la pronta movilización de voluntarios anónimos y la respuesta del gobierno central a la tragedia, fueron determinantes para controlar la situación.

Pero, las políticas públicas deben prevenir  y el Estado requiere energía y vitalidad, para lo cual debe contar con la capacidad necesaria para proteger a la población, lo que en este caso significa actuar regulando el espacio urbano, de modo que estos sucesos no vuelvan a ocurrir.

El desafío está planteado, cuesta aprender, pero ya hay una experiencia más que suficiente, de forma que en esos cerros de Valparaíso no se vuelva a tropezar nuevamente con la misma piedra. 

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