¿De qué triunfo hablamos? Fin de ciclo

Se dice que cambiamos de folio cuando pasamos de una era a otra. Este es el caso. Me parece que nos encontramos en un franco proceso de transformación de las estructuras políticas, herencias del pacto de la dictadura. Seguro correrán ríos de tinta para explicar la derrota de la centro izquierda neoliberal, pero lo cierto es que ésta se encontraba prefigurada en la debacle moral en la cual se sumió la coalición gobernante y que estalló en el actual gobierno. 

No es raro, ni debería sorprendernos, en esta medida, que haya ganado Piñera. Tampoco se ve tanta preocupación en la antigua élite, ¿o si? 

De hecho, muchos democratacristianos votaron por él. 

No hay preocupación, sencillamente, porque el conjunto político emergido de la expoliación autoritaria es un solo bloque histórico.

Piñera es miembro de ese bloque hegemónico y no preocupa a nadie. En la capas técnicas hay preocupación, pues es allí donde la dinámica empleo/desempleo opera con fuerza. Son ellos los que sufrirán el clásico y vulgar revanchismo político. Urge reformar el sistema estatal de contratación para reducir al mínimo los cargos de confianza.

¿Cuál es el triunfo de Piñera? Me parece que deberíamos verlo de manera doble. El primero es lógicamente haber ganado una elección que siempre debió ganar, pues la Nueva Mayoría no tenía ni el/la líder, ni mucho menos un conjunto de ideas (ni siquiera pensemos en un programa) para poder disputarle la capacidad de organización de clase, el poderío económico, mediático y político de la derecha. 

Más acostumbrado a las viejas prácticas y a la complicidad con los poderes económicos y mediáticos, Ricardo Lagos había detectado la necesidad de disputarle el centro político a Piñera sin hacer mucho ruido y siendo, y pareciendo, más de lo mismo, pero mejor dicho. Pero, la verdad sea dicha, tampoco habría ganado. 

En segundo lugar, y esto es lo más importante, han logrado generar liderazgos alternativos capaces de dar continuidad a un proyecto neoliberal con rostro humano. Estos grupos y sus líderes disputarán el centro político y un electorado que se muestra muy móvil y poco vinculado al horizonte histórico que aglutinó a la antigua élite concertacionista.

En este aspecto, la derecha siempre se muestra hábil pues tiene una práctica de seducción basada en aspectos sensibles para la gente: empleo, seguridad y economía.

Pero pongamos todo en su justa dimensión. El triunfo de Piñera no es aplastante, demoledor, ni nada. El triunfo es siempre el mejor generador de escenarios fantásticos. Tal como Bachelet, quien pensó que iba a tener un gobierno fácil. 

La verdad es que la derecha estaba destruida luego del triunfo de la segunda Bachelet y hoy tienen una nueva oportunidad. Es decir, la política es tan dinámica que en el escenario de volatilidad actual todo es esperable.

Ese porcentaje indica verdaderamente que Chile se encuentra dividido y que la gobernanza será muy compleja. La prueba palmaria de ello es un congreso absolutamente fragmentado.

El éxito de la coalición de Piñera se encuentra sustentado en la fragilidad de la economía global y en la dificultad de frenar verdaderamente la delincuencia. 

En suma, el triunfo de Piñera entrega una oportunidad única para entender que la clase dirigente no puede disociarse de las sensibilidades y urgencias del pueblo.

Piñera lo entendió bien al aceptar la gratuidad como parte de su programa y nada más lejano a la lógica neoliberal que lo gobierna. Esto también es el triunfo de Bachelet.

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