Democracia cristiana, camino propio y oposición

Al filo de terminar el Gobierno de la Nueva Mayoría e iniciar el segundo mandato de derecha después de la dictadura cívico-militar, en la centro izquierda se debate activamente sobre el carácter que tendrá la oposición en los próximos 4 años, al tiempo que se negocia, con algo de retraso, la conformación de las mesas de ambas cámaras y sus comisiones.

Este debate ha estado mediado por supuesto, por la crisis que con mayor o menor fuerza, viven todos los partidos del sector. La pérdida del gobierno, la escasa sintonía con que concluye su mandato la Presidenta Bachelet con los partidos que la respaldaron, el fin de la coalición; los errores no forzados de último momento como la “operación huracán” y la derrota sufrida en senadores, diputados y Cores, sumado a la falta de liderazgos consolidados para el futuro han  generado incertidumbre y falta de claridad en la dirigencia para afrontar desde un inicio la reorganización del sector que permita ser una contraparte seria al gobierno y comenzar a preparar los futuros eventos electorales como las elección de concejales, alcaldes y gobernadores regionales que ya se encuentran a la vuelta. 

En medio de este debate algunos sectores de la Democracia Cristiana parecen no aprender nada de su propia historia y han optado por “comunistizar y frenteampliar” el debate buscando una excusa para aislar al partido e intentar una vez más repetir la estrategia del camino propio, fracasada de manera humillante en las recientes elecciones, pero ahora para ser oposición. 

Ya en la última junta nacional, Gutenberg Martínez realiza una propuesta de voto político que era en si misma la anti política, definir al partido por negación a los otros, proponiendo estar donde no estén comunistas ni frente amplistas, vaya propuesta de futuro para el país. 

En estas semanas se ha insistido en transformar el remedo de elección Venezolana en el evento político más relevante para la política nacional, levantando el respeto a los derechos humanos y la democracia  como una cuestión intransable para la Democracia Cristiana, que por cierto lo son, utilizando el inexplicable respaldo del PC chileno y parte del FA a Maduro, como el argumento central para rechazar cualquier acuerdo inicial para comenzar la organización de la oposición.

Para qué insistir en que para estos dirigentes China y el anuncio de permitir la reelección indefinida del líder del partido comunista y jefe de Estado no resultan relevantes, menos Guantánamo y podríamos seguir, lo que relativiza su discurso que estas son cuestiones de principios y no meros argumentos discursivos para justificar sus acciones locales. 

Al mismo tiempo que rechazaban cualquier alianza con el PC o el FA, intentaron conseguir un acuerdo con la derecha para entregarle mayoría en la conformación de la mesa y las comisiones al nuevo gobierno con  la excusa infantil de que esto no sería más que un acuerdo administrativo, como si un acuerdo de este tipo no implicara en la práctica el inicio de una lógica colaboracionista que nada tiene que ver con la de una oposición republicana. 

Como nuevo ingrediente la organización internacional de partidos a la que pertenece la Democracia Cristiana resuelve la semana recién pasada aceptar a RN como parte de la organización con el silencio  de estos mismos dirigentes y sin que la Mesa Directiva de la Democracia Cristiana aclare su postura.

¿La DC chilena aceptará este ingreso o pondremos en cuestión nuestra continuidad en la organización como sería lo lógico? Parece que a algunos dirigentes les molesta mucho cualquier acuerdo con el PC o el FA pero no les molesta caminar con  la derecha ni dentro ni fuera del país. 

Superar la crisis de la Democracia Cristiana y reponerla como un instrumento válido para las transformaciones que Chile necesita requiere tomar decisiones de fondo a partir de asumir su realidad y de transparentar el debate interno entre sus distintos sectores. 

En primer lugar la Democracia Cristiana debe reafirmar su proyecto como partido comunitarista y personalista, nacional, popular, y con vocación de mayoría.

Esta definición, en la sociedad actual, permite identificar sin ninguna duda, que su rol es el de ser alternativa a la derecha y al neoliberalismo y que en ese camino nos debemos encontrar con la izquierda y los demás humanismos, superando la antigua definición de estar más allá de derechas e izquierdas, lo que nos ubicaba en un centro equidistante de ambos y que hoy no tendría sentido cuando el neoliberalismo ha logrado instalarse como pensamiento único, casi sin contrapeso en el mundo. 

En segundo lugar debemos definir un rol claro en la reconstrucción de la centro izquierda como opción de gobierno lo que se hace precisamente desde la construcción primero, de una coalición opositora. A menos que se quiera insistir en el camino propio, que no significaría otra cosa que renunciar a ser opción presidencial, o se prefiera pactar con derecha para darle mayoría parlamentaria. 

Claridad en el diagnóstico, identidad propia en base a nuestras ideas, proyectos e historia, unidad de la centroizquierda y compromiso con los más débiles, son las únicas armas que nos permitirán recuperar la confianza de la ciudadanía reconcursando con un derrotero al que la democracia cristiana pueda invitar a las chilenas y chilenos para la construcción permanente de una sociedad simplemente, más humana.

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