Dudando en la puerta de salida

Piñera tiene una estrategia incongruente que quedó evidenciada en su entrevista con la BBC.  La incongruencia consiste en negarse a hacer lo mismo que se propone en forma explícita. Mientras sus ministros avanzan en acuerdos pragmáticos, el mandatario parece oscilar y se entiende por qué. 

Piñera tiene que renunciar a contener el movimiento social con pequeñas (e incluso no tan pequeñas) medidas paliativas de efecto inmediato, con la finalidad de volver a su agenda original, lo que es del todo imposible. 

En todo caso, los acuerdos no hay que desperdiciarlos y ya van en la línea de concretarse: aumentar las pensiones y el ingreso mínimo, reducir el precio de los medicamentos, agregándola a los ya aprobados de la electricidad y del sistema de transporte. 

No se ve inconveniente en agregar a los problemas explícitamente identificados por el mandatario otros que van en la misma línea, en acceso a servicios básicos y seguridad. Esto no es suficiente, pero es bueno y necesario. Por eso hay que concretarlo con el respaldo de todos los sectores políticos. 

Siguiendo por el camino de lo más fácil a lo más difícil, los documentos conocidos de la oposición muestran que sobre estos puntos hay una base de consenso.

Claro, los partidos de Convergencia Progresista quieren un reajuste mayor en las pensiones básicas y la gratuidad para los adultos mayores en el transporte público.

La DC se juega por mayores exenciones tributarias para las Pyme y sanciones más duras para los delitos de colusión y cohecho. Pero nos mantenemos en una franja de acuerdos transversales. 

De igual manera, si RN partió apoyando la condonación de la deuda CAE, nadie será tan insensato como para dudar en sumarse a apoyarlo. Lo que se da por aprobado en ambos lados al mismo tiempo, es automáticamente un acuerdo. 

Pero, con todo, Piñera no da el paso decisivo. Si este tipo de cosas fuera lo único importante, ya todos estarían en sus casas esperando que le lleguen los beneficios. El mismo presidente sería tratado como un padre benévolo y no de la forma como lo identifican todos los carteles de cada marcha ciudadana, donde el ingenio compite con el rechazo. 

La “agenda social” es del gobierno, no de la gente. Porque las demandas no se circunscriben a unos “bonos de fin de conflicto”. Se buscan soluciones permanentes.

¿Para qué se apresta el oficialismo a realizar cabildos, aguachentos y controlados, si ya tuviera todas las respuestas a las interrogantes ciudadanas? 

Piñera propone que la discusión constitucional sea “una segunda etapa”, que siga a la desmovilización, lo que no es aceptable. Nadie duda de que esa etapa nunca llegaría. Como tantos le dicen desde la calle y desde la oposición, la decisión ha de ser tomada ahora e implementada con tiempo suficiente.

¿En qué consiste un diálogo en el que uno de los interlocutores insiste en no escuchar a los otros?

Un acuerdo transversal muy contundente ha de imponerse a un presidente que duda, justo cuando se puede encontrar la salida a la crisis.

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