Educación y la urgente respuesta a la crisis

Como señalamos hace unas semanas, los impactos económicos y sociales de la crisis mundial del coronavirus están afectando buena parte de los aspectos de nuestras vidas. Sin embargo, ha faltado una visión para hacerse cargo de los problemas que esto puede acarrear a la generación Z.

En educación, empleo y salud mental, como ha informado OCDE, hay materias que deben ser abordadas por los gobiernos para anticiparse a esos impactos, respondiendo con medidas que mitiguen, recuperen e nos involucren en esta misión. El diseño de una recuperación inclusiva y justa debe mirar más allá. En ese sentido, debemos hablar de educación y jóvenes.

El cierre de escuelas y universidades ha implicado la interrupción en el acceso a la educación a cientos de miles de niños, niñas y adolescentes. Ha cambiado significativamente el cómo viven y aprenden durante la pandemia, a pesar del esfuerzo en innovar en la enseñanza por parte de docentes.

A pesar de la flexibilidad y compromiso de las comunidades, no todos han podido lograr tener una continuidad educativa. En ese contexto, la calidad del entorno de aprendizaje se vuelve fundamental, aunque eso es sinónimo de desigualdades enormes en nuestro país.

La cultural es la primera, ya que en las familias más pobres hay menos propensión al apoyo de los padres en el aprendizaje, por la necesidad de mantenerse trabajando para subsistir.

La digital es la segunda, que ha evidenciado la desigualdad en el acceso a Internet y  computadores, como la baja conectividad en barrios vulnerables.

Y la espacial es la tercera, con la desventaja de no contar en las casas con espacios tranquilos para estudiar a distancia, debiendo compartir espacios comunes, lo que expone la situación del hacinamiento en Chile.

A lo anterior hay que agregar que la imposibilidad de asistir a clases y la angustia económica de las familias aumentan el riesgo de abandono de la educación formal.

Si bien antes de la crisis la tasa de exclusión escolar se estimaba en un 5,4% para las personas entre 5 y 24 años, de acuerdo con el MINEDUC, ya se ha adelantado que estos números podrían aumentar a más de 80 mil casos por la pandemia.

Esto tiene un impacto significativo sobre el bienestar de jóvenes vulnerables, en particular sobre quienes asisten a educación especial, aquellos que requieren apoyo social o emocional, así como los que concurren como fuente de nutrición diaria.

Con eso en mente, el fortalecimiento de programas de retención escolar es fundamental. Es imperioso que los programas de detección temprana en Servicios Locales y Municipalidades identifiquen a quienes puedan estar en riesgo, manteniendo vínculos entre establecimientos educacionales y alumnos, así como tener modalidades para el reingreso expedito.

Además, los cambios hacen necesario repensar el currículo nacional y la programación escolar.

Debemos creativamente reflexionar sobre cómo avanzará la enseñanza ante la posibilidad de perder todo un año, y que la respuesta no sea comprimir o dar por pasado por videollamada los ramos.

En esto hay un espectro que va de niños pequeños que no aprenderán a leer o sumar, hasta adolescentes camino a salir de liceos presionados por los contenidos de la prueba transitoria para Universidades.

Teniendo eso a mano, abría que evaluar si se realiza una segunda entrega de Becas TIC, para tener una mayor cantidad de estudiantes con computadores y conexión a Internet, levantando requisitos a subvencionados y ampliar a Educación Superior puede ser una alternativa.

No hay que dar por sentado que todos quienes se conectan pueden seguir las clases sin apoyo - no es lo mismo interactuar con redes sociales o videojuegos, que un conocimiento de softwares básicos-, por lo que abrir programas para enseñanza digital podría ser una buena señal.

A su vez, avanzar en la suspensión de los cobros de aranceles, mientras se mantenga el Estado de catástrofe, va en línea con proteger a las familias en sus ingresos y respetar las necesidades más urgentes en la pandemia, sin forzar al congelamiento o la salida de Instituciones de Educación Superior.

Por el contrario, la idea del gobierno de ampliar el CAE a los estudiantes es contraproducente con el ánimo de desbancarizar el financiamiento, profundizando esto la negativa a abrir un nuevo proceso de postulaciones a gratuidad y beneficios para quienes hayan visto deteriorada su situación.

Finalmente, esto debe ir de la mano con mayores recursos directos a la educación pública. Por un lado, la educación preescolar, básica y secundaria tendrá que ampliarse para cubrir el cierre de establecimientos particulares y subvencionados - en forma paralela a la desmunicipalización- lo que abre una oportunidad.

Por otro, la crisis ha demostrado la necesidad de tener robustos centros de investigación en las Universidades, produciendo conocimiento público al servicio del Estado y la sociedad. En consecuencia, en la Ley de Presupuestos 2021 los programas de ciencia para el país deben aumentarse significativamente.


 

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