Edwards, Vargas Llosa y Eduardo Frei Montalva

En el Mercurio de hace unos días, leíamos una entrevista que le hacen al escritor peruano Mario Vargas Llosa, quien comenta el pasado diplomático del escritor chileno Jorge Edwards, su amigo y compañero de generación.

Con la penetración y grandeza que caracterizan a Vargas Llosa, comentando dicho pasado del chileno en la década de los ochenta, acota al pasar un detalle importante, no menor, que sin embargo nos habla con elocuencia de la grandeza y sencillez de la verdadera casta de los Presidentes de Chile.

En efecto dice Vargas Llosa no sin cierto asombro, que Jorge Edwards, siendo contrario a la política e ideas del Presidente Frei, éste no tomara represalias laborales contra el escritor, el que a la sazón militaba con entusiasmo en las patrullas ideológicas y culturales del marxismo –leninismo, ideas olímpicas, arrasadoras que en la época, representaban lo políticamente correcto y lo más conveniente para vivir sin angustias, ni sobresaltos existenciales.

Agrega Vargas Llosa que en aquella época y hasta el caso Padilla, toda la intelectualidad latinoamericana, estaba por la Revolución Cubana, morena redención de todos, portento de los siglos, irreversible episodio de la gran historia latinoamericana.

Recuerdo que un compañero de la Escuela de Derecho, un tal Anglais, maravillado por lo visto en Cuba en aquellos viajes de piño anestesiado a la Isla, me espetó en forma categórica, que el cristianismo no era más necesario en Cuba pues la Revolución y el socialismo cubano, conducidos por el Comandante Fidel, habían reemplazado con ventajas a Jesucristo,

Y a muchos de nosotros, que éramos solo un puñado idealista del rincón ideológico del humanismo cristiano, que dábamos una dura lucha por sobrevivir ante la marea marxista de la historia en las universidades, en las poblaciones , ganando en buena lid en los sindicatos de la salud y en los campos agitados por nuestro certero mensaje de redención campesina, digo, más bien a todos nos pareció una tragedia que trae siempre el sello totalitario, sea marxista o fascista que se traducía en el aplastamiento sicológico y luego físico del adversario ideológico que en este caso representaba nuestro Presidente Eduardo Frei, demócrata consecuente y tolerante, creyente de valores milenarios y profundos, sin mancha de corrupción alguna .

En efecto a Vargas Llosa escrutador persistente de la historia latinoamericana, no se le ha escapado ni por un instante el perfil de Frei Montalva, nacido en modesto hogar, de padre trabajador y emigrante, hombre de fe y conocedor profundo de los anhelos e intereses de su pueblo.

Él fue capaz, antes que ningún otro, contra viento y marea, de realizar la reforma agraria, la sindicalización campesina, el desarrollo popular urbano, la ley de lámpara a lámpara entre los mineros del carbón, el proyecto del Metro de Santiago y otros cientos de proyectos y esfuerzos políticos en beneficio popular.

Ante este hombre singular que recibió todos los odios de la derecha y de la izquierda unidas, como dice el revelador verso de Nicanor Parra, que supo elevar su discurso elocuente , exento de odios ante múltiples traiciones de facciones y grupúsculos que nunca conocieron la verdadera acepción de la palabra lealtad , me inclino con otros amigos , tal vez pocos, ante el estadista que hoy sabemos , en la flor de la esperanza de un pueblo, murió asesinado alevosamente por el magnicida, diestramente manipulado por una derecha perseverante en sus odios , por una oligarquía que nunca perdonó su osadía de gritar “la tierra , para quien la trabaja”.

No le podemos creer al intelectual diletante, de ruedo complaciente, de donde va Vicente, va toda la gente.

Pero sí le creemos a la pluma certera del peruano universal, el Vargas Llosa que también es nuestro, pues siempre ha destacado la sencillez razonable de nuestra democracia, como paradigma latinoamericano, hoy nuevamente en riesgo por la ambición, el caudillismo y la corrupción , sin pueblo organizado , sin comunidades políticas, sin nuevas ideas , sin pasión y por tanto sin acción política. Verdadero asco para la juventud chilena.

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