El abuso y mal uso del concepto de Unidad

                                                                                                         

Ante los lamentables hechos acecidos en Santiago las últimas horas, el gobierno, encabezado por el presidente de la República, insiste, con ribetes de cierto dramatismo, que la conducta realmente responsable, “que piensa en el bien de Chile” y que permitirá solucionar los problemas, consiste en la unidad transversal de los chilenos y por cierto de los políticos. Con ello, el ejecutivo y los ministerios políticos aspiran a convertirse en los paladines de la paz, de la responsabilidad y de quienes quieren lo mejor para Chile. 

La pregunta que muchos se hacen y que corresponde hacerle al gobierno es: ¿unidad en torno a qué?, ¿unidad para hacer qué?, ¿acuerdos políticos con qué objetivos? 

¿Se trata de seguir con una política restauradora que desestima e intenta echar por tierra las reformas del gobierno anterior?

¿Se trata de una reforma tributaria que definitivamente hace que los inmensamente ricos del país paguen menos? ¿Se trata de una contra reforma laboral que sigue legitimando el enorme desequilibrio entre capital y trabajo?, o  en fin ¿definitivamente se trata de acuerdos superficiales, pragmáticos y que no van a los temas y medidas de fondo? 

Hasta ahora, esta ha sido la tendencia, la lógica y la estrategia gubernamental predominante, con la complicidad de partidos y de algunos políticos que olvidan sus referentes doctrinarios y valóricos.

Incluso en estos días, no es raro escuchar vocerías gubernamentales, en que se señala que “no queremos más críticas, sino queremos aportes y apoyos”, eso sí, lo que no se explicita, pero si se supone, es que deben ser aportes y apoyos a lo que “nosotros queremos hacer”. 

Como se ha dicho recurrentemente en estas horas y como muchos lo hemos reflexionado y analizado hace tiempo en diferentes escritos, la flagrante y agresiva apropiación de bienes monetarios, materiales y sociales por unos pocos, se ha ido plasmando en las respectivas trayectorias e historias de vida de la mayoría de los chilenos. No se trata de desigualdades “naturales”, sino de una construcción social que cuenta con leyes y valores culturales que la avalan. Esto, también es violencia. 

Lo anterior, inserto en un discurso ideológico-cultural, lamentablemente con cierta transversalidad política, que insiste, con no disimulada arrogancia, que el modelo y la política socio-económica imperante, es el más prudente y equilibrado, el que se basa en principios y certezas científicas, el que da oportunidades a todos y, claro está, a las personas que fracasan y les va mal, no es como consecuencia ni por responsabilidad del sistema, sino de las ineptitudes y/o flojeras personales. 

Cifras recientes son categóricas para lo que estamos afirmando, concretamente la última encuesta CASEN, si bien es cierto establece que la pobreza y la extrema pobreza disminuyen más de un 8% y un 2,3% respetivamente en relación a la misma encuesta anterior, cuando se amplía la medición, incluyéndose otras variables y/o indicadores como educación, salud, seguridad social, vivienda y otros, las cifras no muestran alteraciones en relación a la medición anterior, observándose un índice de pobreza multidimensional de 20,7 vs. 20,9 hace un par de años.

Asimismo, la desigualdad aumenta, lo que queda demostrado por un coeficiente de Gini de 0,501, en comparación con el 0,493 del 2015 y mucho más elocuente aún, son los datos sobre la concertación de la riqueza en que en la CASEN anterior indicaba que el 10% más rico del país obtenía 33,9 más ingresos que el más pobre, ahora, en el 2017, esta cifra se incrementa al 39,1. 

En el conflicto reciente por el valor del metro, que es solo un lunar dentro de una situación más generalizada, el gobierno lo hizo todo mal desde el minuto 0, incluso con ironías sobre el problema, que resultaban una mezcla de desprecio y sadismo. 

Nadie puede justificar los excesos irresponsables de diversos grupúsculos, sin embargo y no como justificación sino como explicación, hay que recordar que los actos de violencia y conductas destructivas, no pueden solamente explicarse por el aprovechamiento e infiltración de cierto lumpen en dichas protestas, sino que también  costituyen , sin duda, una expresión de rabia y resentimiento acumulados por sistemáticas frustraciones en diversos ámbitos de la vida. 

Es por ello que me parece que es una hipótesis más que plausible el estimar que el estado de emergencia declarado por el Presidente, no sólo responde al caos en el día de ayer en la región Metropolitana, sino de manera especial, tiene en vista el evitar las masivas manifestaciones que con una alta probabilidad se habrían desplegado en la capital los próximos días.

Sin embargo, la creencia gubernamental de que los militares en la calle y el estado de emergencia van a terminar con el movimiento, es una riesgosa apuesta que indica el errado diagnóstico oficialista que, una vez más, esquiva los problemas de fondo. 

A mi juicio, la sociedad chilena está en presencia de un posible tránsito o paso, desde una tensión larvada y contenida hacia un conflicto manifiesto, que podría eventualmente escalar, tanto en las demandas y reivindicaciones, como en los sectores y actores sociales que se irían sumando. 

Todo esto, se ve severamente agravado al constatar cómo muchos dirigentes y partidos políticos, con una pachorra sorprendente, hacen una mezcla fatídica entre pragmatismo y realismo,lo que va acompañado con una casi total ausencia de proyectos políticos con contenidos axiológicos. Ello lleva, inexorablemente, a que se imponga el paradigma utilitarista, con la consecuente frustración de millones de personas que se sienten pasadas a llevar en su dignidad y manipuladas por los grupos de poder. 

El gobierno, la coalición oficialista y algunos representantes de la oposición, no pueden seguir descalificando como populistas e ideológicas las posiciones y exigencias de llevar a cabo reformas y transformaciones estructurales que claman al cielo de implementarse en el país. Esta estigmatización, junto con ser una contradicción evidente ya que dicho planteamiento en sí mismo es también claramente ideológico, constituye lo más parecido a la estrategia del tipo tragedia griega que amenaza con negros nubarrones al país. 

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado