El Chile postergado y su relación con los pueblos indígenas

Hay un Chile que vive en la opulencia: el 10% de la población que concentra todo lo que el país produce, con ingresos promedio de más de 60 mil dólares per cápita, lo que es superior, por ejemplo, al promedio de Estados Unidos. 

Hay otro Chile, históricamente postergado que vive en la pobreza, y las cifras así lo demuestran: el 60% de la población subsiste con ingresos equivalentes a países como Angola y El Congo. 

No se debe seguir administrando la pobreza, sino terminar con ella y con la política asistencialista del Estado chileno. Tenemos que terminar con la fábrica de producir pobres y erradicar una sociedad caracterizada por un hecho concreto, al que al parecer nos hemos acostumbrado: los pobres son cada día más pobres, mientras los ricos son cada día más ricos. 

Mi conciencia no me deja otra opción que denunciar las injusticias que hacen sufrir a los más desprotegidos. "¡Llega un momento en que el silencio es traición!”, decía alguien. 

El Chile postergado se hermana con los pueblos indígenas. Los hermana la pobreza, la falta de oportunidades y la discriminación social y política. Nuestro objetivo de mayor justicia social y económica, inevitablemente, es el mismo. Chile no es Inglaterra, es parte de la América mestiza que goza de una hermosa “morenidad”, como decía Elicura Chihuailaf. 

Sin embargo, nos encontramos en un Estado donde una minoría que se identifica más con EEUU y Europa que con las raíces de su pueblo, construye el mundo en que vivimos.

Al no tener participación en las decisiones, no podemos mejorar nuestras condiciones. La persona que vive en la pobreza no puede cambiar su situación, solo tiene la opción única de resignarse a ella.

El obrero no tiene el tiempo ni espacio para la lucha social, está endeudado, no tiene redes de apoyo cercano y no puede faltar un día al trabajo. 

Para tener la libertad de decidir, hay que tener todas las necesidades básicas cubiertas, porque la libertad de elegir no es solo ir a votar.

Aspiramos a decidir sobre nuestro futuro, no sólo a participar en las elecciones populares, sino a empoderar a los ciudadanos para alcanzar la participación real de la verdadera mayoría. Esa, a la que pertenecemos los mapuche y el 90% de los chilenos.

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