El espíritu de Aylwin

Con su habitual locuacidad el candidato de la derecha, Sebastián Piñera, que en 1989 votó por la opción presidencial de Pinochet, dice ahora que quiere "encarnar" el espíritu del fallecido Presidente Aylwin, que en esos comicios fuera abanderado de la Concertación de Partidos por la Democracia y que también tuviera el respaldo del Partido Comunista.

Piñera pretende ocultar que en el gran dilema histórico vivido por Chile, entre democracia y dictadura, no tuvo ni el coraje ni la visión de jugarse para terminar con un régimen duro y cruel, en cambio en 1989, apoyó a Buchi que "encarnó" el continuismo pinochetista.

Aún más, como muchos tecnócratas, arribistas y escaladores, que se desempeñaron como funcionarios de la dictadura, fue parte del engranaje de Buchi, llegando a ser directivo de su campaña en Santiago, la capital del país, donde se libró la brega más intensa de la contienda presidencial de 1989.

En síntesis, Piñera hizo cuanto pudo para que Aylwin no fuera Presidente de Chile y ahora lo quiere "encarnar".

Por eso, le pesa la historia y su propia conducta de "silencio cómplice" ante el intento de prolongación civil de la dictadura, Piñera no debe ser el único que en su fuero interno se recrimine por asociarse a tan oscuro capítulo histórico, ubicándose del lado de los nefastos centros de decisión del pinochetismo.

El calculador empresario que es Piñera, no pudo ni quiso pensar en que por más que la dictadura pareciera intocable e invencible, a la postre era inviable que ese régimen liberticida pudiera eternizarse en el poder. Ahora se repele de su miope visión histórica. Con Pinochet podía ganar dinero a manos llenas pero no iba a lograr respeto político ni tampoco dignidad o valoración personal.

De hecho, al recordar el concepto que Aylwin, usara poco antes de entregar su mandato, cuando subrayó que "el mercado es cruel", el propio Piñera hace manifiesta la insalvable distancia que lo separa de quien fuera la figura política central de la transición chilena, con todos sus aciertos y atributos, como también sus flaquezas y errores.

Para Aylwin, de una inalterable vida austera, adversario de la estridencia y la retórica hueca, la codicia se puede explicar, pero no compartir ni mucho menos configurar como el motivo de la existencia humana. El compromiso con la libertad no era transable en la Bolsa de valores ni canjeable por un saco de dinero.

Por eso que el espíritu de don Patricio Aylwin le es totalmente ajeno a Piñera. No hay vínculo conceptual alguno que pueda establecerse entre ambos. En particular, la serenidad, perspectiva, prudencia y altura de miras del Prdsidente Aylwin para conducir la transición a la democracia no son parte del desproporcionado personalismo político ni de la ambición desmesurada del actual líder de la derecha chilena.

La franja piñerista incorpora este nuevo abuso de imagen y publicidad, demostando la ausencia de escrúpulos con que actúan quienes padecen una exclusiva e irrefrenable ambición de poder. Con ello, solo conseguirán agravar la desconfianza hacia sus programas y ofertas, las que buscan impacto electoral y nada más.

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