El hambre y el autoritarismo

Desde que la pandemia del Coronavirus le entregó el control total del país al gobierno se inició una acelerada concentración de la autoridad administrativa y del manejo de la institucionalidad en un reducido grupo de jerarcas del Estado, a la cabeza de los cuales se encuentra, naturalmente, el Presidente de la República.

Con ese inmenso poder el gobierno aplicó políticas regresivas que han provocado pobreza y hambre en el país y para contener el malestar social se ha ido legalizando el autoritarismo, encubierto en avalanchas de demagogia y manipulación mediática con disposiciones en que Piñera impuso su voluntad a rajatabla y ahora hipócritamente solicita “unidad nacional” ante la desolación que generaron sus medidas reactivas y el descontrol de la pandemia.

El gobierno desplegó una conducta de claros propósitos de control político y territorial de acuerdo a los objetivos del grupo gobernante. Es el populismo autoritario de regímenes que buscan aplausos fáciles manipulando sin pudor las urgencias sociales, el último instrumento de ese sórdido proselitismo es el uso de las necesidades de alimentación de la población a través de las publicitadas “cajas” con un despliegue propagandístico que repone la antigua frase de “pan y circo”. Esa táctica es antigua, que parezca que se hace mucho cuando no se hace nada...o muy poco.

En efecto, con la declaración del Estado de emergencia constitucional, posteriormente del toque de queda y, finalmente, con la reclusión de la mayoría de la población por la cuarentena, que le permite el control militar de Santiago, Piñera concentra un volumen de poder como nunca sucedió en democracia que ha usado para tapar sus incesantes anuncios demagógicos de medidas que no se cumplen o que distorsiona con fines mediáticos para que sean aceptadas por la población.

Por cierto, hay que incluir en esa suma de atribuciones, que el gobierno se dio el gusto que buscó durante meses de involucrar a las Fuerzas Armadas en labores de orden público. Este abuso de poder se articula con el dominio y manipulación del espacio público por personeros de la derecha gobernante.

Hay días en que el copamiento mediático asfixia ya que a las peroratas desde La Moneda se agregan uno o dos personeros, de la derecha por supuesto, que recorren sin cesar los medios, en especial, la televisión abierta, en uno de los episodios más lamentables de negación del pluralismo desde 1990. Se ha instalado una dictadura legal con las atribuciones del Estado de excepción constitucional. En forma lamentable la oposición no alza la voz como corresponde ante tanto abuso y el uso discrecional del poder.

Por momentos se regresa a la peor etapa autoritaria, sin que exista en los medios de comunicación ninguna opinión diferente al dictado oficial. La desregulación en la propiedad de los medios de comunicación se convirtió en un control monopólico de la información que atenta directamente contra principios democráticos básicos.

Incluso, como las disposiciones constitucionales y legales que se han decretado prácticamente han reducido la actividad política a cero, y el Parlamento está funcionando por tele conferencias, el gobierno ha llegado a la audacia de poner facultades claramente inconstitucionales en manos de funcionarios municipales, como ingresar sin orden judicial a los hogares, con el solo pretexto de invocar razones sanitarias derivadas de la pandemia.

Asimismo, ha presentado un proyecto de ley que traslada al Poder Ejecutivo facultades propias del Poder Judicial, en este caso, que sea el ministro de Relaciones Exteriores y no el Ministerio Público quien atienda la competencia o no de una presentación ingresada en la Corte Penal Internacional por violación a los Derechos Humanos de una autoridad administrativa. O sea, que el Ejecutivo sea juez y parte en la materia. Se trata de una pretensión vergonzosa, definitivamente impresentable.

Por cierto que en materia económica el gobierno ha hecho lo que ha querido. Con un discurso populista dice que se entregan recursos a las micro y pequeñas empresas, cuestión que claramente no ocurre salvo para un mínimo sector que no supera el 5% de ellas, que logran superar las barreras burocráticas y la voluntad de los grupos financieros que reservan para si la enorme masa de esos instrumentos fiscales que al final benefician a un puñado de grandes financistas.

Así también, los recursos para apoyar a las familias obligadas al confinamiento están lejos de alcanzar un financiamiento digno de los hogares y por su misérrimo monto millones de personas caen en la indigencia y en la angustia que esa situación provoca, ante ello, el ministro respectivo dice que no va a “quemar” cartuchos, o sea, que la gente se las arregle como pueda. Ese es el abuso de poder, actuar como si los recursos del Estado fueran su propiedad personal, por eso, el hambre se hizo realidad en los hogares del pueblo.

Pero, si alguien dice algo, de inmediato el coro informativo oficialista salta a la refriega con lanzas, espadas y puñales a dar duro castigo a quien tenga la audacia de emitir una opinión diferente, pero el ministro de Hacienda dice que las críticas hay que dejarlas “para después”. O sea, pretende silencio para que Piñera y él mismo como ministro hagan lo que quieran con el país y la vida de las personas. Es la lógica del abuso de poder. Lamentablemente, el hambre se produce ahora por la política económica regresiva y “después” la gente solo vivirá las penurias de la insensibilidad e indolencia del gobierno.

El conjunto de las disposiciones regresivas generan una masa de despidos, suspensión de contratos, cierre de fuentes laborales y quiebra de empresas que abarcan una cifra de varios millones de empleos perdidos, esto es hambre en esos hogares y la autoridad guarda el dinero fiscal, de todos y todas, para fines indeterminados.

Pero, la protesta social que comenzó en la comuna de El Bosque le obligó a una presurosa entrega de “cajas” de alimentos, en un procedimiento completamente oscuro, abusando del poder y de las facultades presidenciales en materia de gasto público.

Chile vive una situación grave, altamente preocupante, los Derechos y libertades cercenados sin escrúpulos con la excusa del Coronavirus, ante el hambre legalizan el autoritarismo, para que nadie diga nada y si alguien tiene el coraje de reclamar reprimirlo brutalmente, como hicieron con los dirigentes de la CUT, el pasado 1’ de mayo y con los pobladores de El Bosque, el lunes recién pasado.

Total, después basta con el pago de una buena campaña mediática con platas fiscales para acusar de irresponsables o delincuentes a las personas que por miles salen a deambular por las calles que, en parte importante, salen de su domicilio porque no aguantan más, hacinados y sin ingresos, condenados a pasar hambre en sus viviendas.

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