El lazo social y nueva Constitución

Una constitución no es solo un asunto de constitucionalistas o de efectos jurídicos sobre la vida de las personas. No se trata solo de un pacto o un contrato social, como comúnmente se le alude, sino también tiene implicancias simbólicas, imprescindibles para la posibilidad de una convivencia en tono a derechos y deberes colectivamente asumidos. 

Una constitución plenamente democrática y representativa, es un Lazo Social que hace posible la vida colectiva, no solo como efecto de la coerción, sino principalmente de un orden auto impuesto. Una sociedad no puede regirse únicamente por el temor a la sanción sino también por el mandato que colectivamente nos auto imponemos. 

Resulta imprescindible entonces que ese orden auto impuesto, de deberes y derechos, cumpla ciertos requsitos. El más esencial es que sea reconocido como propio. Un ejemplo de esto es lo que a veces observamos a diario en estos días.

Muchos semáforos malos, donde vemos que conductores respetan paso de fila de unos y después pasen otros. Ese es el valor vital de un orden auto impuesto y respetado. No solo apoyado en la amenaza de sanción, que además es necesaria. Sino también internalizado. Ya sea por convicción, temor o pudor.

Lo mismo sucede a un país con una carta fundamental respetada por todos. 

La Constitución de 1980 terminó de facto el 18 de octubre con el comienzo de la rebelión social. El lazo social se desató.

El salto del torniquete por parte de los estudiantes,  fue la prueba gráfica que parte importante de nuestras relaciones, están dominadas por automatismos financieros y políticos, ajenos a cualquier voluntad colectiva, como lo demostró la decisión del panel de expertos. Y que bastaba evadirlos para mostrar su esencial debilidad: el rey se vió desnudo y la ley destada, sin lazo social. 

Levantada las represiones internas y la falta de ideales normativos e identificatorios, la posibilidad de la violencia es muy alta y algo de eso ha ocurrido estas semanas.

En relación a esto, estamos en presencia de jóvenes, mayoritariamente, que necesitan ideales que nadie les propone. En esa ausencia, aparecen carnadas tóxicas como pueden ser la droga o el vandalismo, que asumen como espejismos de una solución. 

Es necesario comprender que la paz social se mantiene en la posibilidad de acuerdos explícitos o implícitos, por lo que siempre esta latente la fragilidad propia de un nudo precario.

Cuando eso se rompe y no se resiste más la sostenida imposición de un percibido desequilibrio, hay estallido.

Lo propio de la rebeldía, a diferencia de la subversión y la revolución, es sin mediación, es erigirse sobre el instante acerca de aquello que es imposible de soportar. Ya Freud lo señalaba, que los nexos de la convivencia solo pueden ser tolerados cuando la restricción propia de la vida social, es sostenida colectivamente.

Por eso una nueva Constitución y el proceso participativo anunciado, es un punto de partida para reestablecer una convivencia, que no sea percibida como fruto del abuso o de automatismos económicos y políticos ajenos a la voluntad colectiva.

Para eso es necesario integrar la dimensión no solo jurídica sino también psicosocial, de lo que implica un proceso para un nuevo y  más efectivo lazo social. 

Resulta vital reconocer la controversia y el conflicto como un algo constitutivo del ámbito de lo humano y lo social. Y que son sustantivamente distintas a la agresión y la violencia. Una condición para superar estas, es aceptar que también está implicada en el nosotros.

Si no, se produce la escisión entre la parte que contiene los impulsos destructivos, alojada en los otros, y la parte que se siente conteniendo los impulsos "buenos" en el nosotros.

Los acuerdos colectivos, reconocidos y legitimados como expresión de una voluntad colectiva, colaboran sustantivamente en su resolución,  para que puedan avanzar en una u otra dirección, pero sin propiciar la destrucción del otro.

En ese sentido entonces no se trata de tener una constitución de izquierda o de derecha,  sino una legítima y democrática en origen y fondo. Que pueda ser el marco para cualquier fuerza democrática que llegue de la misma forma al gobierno.

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