El liderazgo político no llega por milagro

Ahora que Michelle Bachelet ha señalado con total claridad que no está dispuesta a emprender una nueva candidatura presidencial, es momento de que la centro izquierda chilena asuma con claridad, la responsabilidad de buscar y proponer nuevos liderazgos para el progresismo chileno.  

Nadie puede cuestionar la determinación de la ex mandataria. Michelle Bachelet hizo todo y más por el país durante sus dos mandatos, incluso pagando por ello elevados costos personales. 

No resultaba justo, entonces, apelar nuevamente a su carisma y liderazgo para sacar a la centro-izquierda del atolladero en el que se encuentra.

Es imprescindible que seamos capaces de proponer una nueva forma de gobernar. Y para ello, un paso obligado es que la oposición recupere la vocación de trabajo en bloque que le era propia y que le permitió, en distintos momentos históricos del país, establecer acuerdos amplios de gobernabilidad, articular avances institucionales y lograr incuestionables triunfos políticos.

Rearticular el sentido de unidad no es una tarea fácil, pero es una condición intransable para enfrentar el futuro, sobre todo cuando -como ahora - se evidencia una tremenda decepción de la ciudadanía con la actividad política y con el desempeño de las instituciones del Estado.

La gente siente que desde La Moneda se está gobernando para unos cuantos, que son los mismos privilegiados de siempre, mientras una inmensa mayoría debe seguir lidiando con las Isapres, las AFP, las alzas de combustibles, los medicamentos caros, la falta de vivienda, la contaminación e incluso con la irresponsabilidad de las empresas proveedoras de servicios básicos, como el agua potable.

Esta decepción también se extiende a la oposición, en tanto no ha sabido canalizar el malestar ciudadano ni organizar una propuesta clara de gobernabilidad para el país que entregue las respuestas que la gran mayoría de la gente exige y necesita.

Construir unidad es la gran oportunidad que tiene la oposición chilena para enfrentar las elecciones que vienen con opciones de triunfo.

Más allá de la tentación del camino propio que cada cierto tiempo seduce a algún partido, hay bastante claridad en cuanto a que la unidad es un requisito indiscutible para poder proponer a la ciudadanía alternativas reales de gobernabilidad ya sea en los niveles local y regional, con la elección de alcaldes y gobernadores en 2020, y luego también en las parlamentarias y presidenciales de 2021.

Sin duda, mientras más amplio sea el bloque opositor, más oportunidades de éxito habrá. Pero una alianza así de extensa no se sostiene sólo con acuerdos de tipo electoral, y en eso hay que poner atención, porque requiere que encontremos puntos en común y que compartamos algunas ideas matrices en torno al proyecto político que nos interesa proponer y sostener.   

De cualquier modo, queda claro que competir de manera desarticulada e independiente implica reducir de manera exponencial las posibilidades de triunfo frente a una derecha que gobierna mal pero que, hasta ahora, ha sabido cuidar la unidad de sus socios. Ya es hora de dejar las declaraciones.

Chile necesita hoy una oposición amplia, unida y coherente, que haga bien su trabajo de contrapeso al gobierno y que, al mismo tiempo, ofrezca una alternativa de gobernabilidad. Y eso no vamos a lograrlo si, en vez de trabajar, seguimos esperando que la salvación llegue desde la ONU o desde una encuesta.  Así no se construyen los liderazgos políticos.

Queda poco tiempo. Y cada paso que damos es aún más decisivo.

Y la ex Presidenta, con su declaración, más que aclararnos su posición, que ya la conocíamos, nos está urgiendo para que los partidos de oposición estemos a la altura del desafío actual.

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