El medidor de nuestra paciencia

El tamaño de nuestra vergüenza es simétrica a la desvergüenza con que se acumulan los sucesos, que gota a gota continúan demostrando que la corrupción y la transversal de negocios, entre quienes están o estuvieron en el Estado con las grandes empresas o los altos cargos civiles y uniformados es de una dimensión aún insospechada.

En la reiteración hay indudable impunidad. Los publicitados procesos en los casos SOQUIMICH, pesca y otros se han diluido con irrisorias penas, multas simbólicas para las cuantías de los desfalcos o la ausencia de legislación como coartada perfecta.

El ejemplo de la Ministra en el caso Fuentes Alba de verdad sorprende, porque los poderosos influyen poderosamente y los ministros quieren ser después supremos.  

¿A lo ya conocido de acomodos, arreglines, chanchullos, sillas musicales de cargos donde el fiscalizador termina trabajando con y para las empresas fiscalizadas qué o cuánto más estará sucediendo en las cloacas de este Chile copia feliz del Edén?

El medidor de luz cobra importancia. Esa caja metálica de 20x40 con la ruedecilla girando, mientras unos adormilados números van cambiando lentamente, casi como si los energizaran agotadas pilas.

Mi medidor aún dice CHILECTRA, y al parecer nunca se enteró que ahora es ENEL. Esa sencilla cajita que evidencia esa condición de la modernidad que es tener luz para prolongar las horas de vigilia. Porque esa conexión y el agua de cañería son condiciones básicas y mínimas de cualquiera familia en su mínima dignidad.

Cómo en otros temas parece que nos estuviésemos acostumbrando a novelas por capítulos. Se trate de crímenes cómo el del comunero mapuche Catrillanca o de los otros crímenes de curas pedófilos y abusadores. Siempre podría ser peor.

Los miles de millones malversados en Carabineros. O en el Ejército de Chile, ese de las bandas de guerra con flautas y tambores, desfile y uniforme prusiano con generales venales que camuflan viajes y se inventan sobresueldos con lujos imposibles de sostener.

Además, de ministros de Defensa que renunciaron a controlar a quienes en teoría eran sus subordinados.

¿Qué sucede con el medidor de los y las ciudadanas que viven de un trabajo?

¿El medidor de cuánto estamos dispuestos a aguantar en este interminable desfile de apropiaciones fraudulentas y de maximizadas ganancias?                         

Los congresistas de todo el espectro existente creyeron votar algo que finalmente era otra cosa. Cuesta entender las explicaciones de como un acto de evidente capitalización para empresas monopólicas y de evidente expropiación al bolsillo ciudadano pudiera tener tal respaldo parlamentario.

¿Simple desgano, letra chica o no se entendió lo que se votaba?

Si la medida se inició en el gobierno pasado y se culminó en este, poco importa, porque la sensación es de desamparo y que sea el gobierno que sea los grandes-grandes roncan y logran por las buenas y a veces también por las malas, imponer sus propósitos.

Y cada vez que ellos ganan, la inmensa mayoría pierde. El medidor de nuestra paciencia tiene grados de pasividad y descontento e incluso de rabia. 

El presidente actúa tal si fuera él representante de ENEL. Es su vocero. Pretende clausurar un debate cuanto todo recién comienza y el redoblado interés por Venezuela sólo huele a humo.

Todo es cuestión de primos, alguien dirá. Porque los apellidos se repiten y no puede haber tanta casualidad combinada con tan extendida arrogancia.

Un medidor- no inteligente - mide la potencia en kilowatt y el consumo en kilowatt hora, y su definición es “unidad que expresa la relación entre energía y tiempo”. En una analogía, no hay relación entre la magnitud de los abusos y el tiempo que nos demoramos en procesarlos y reaccionar.

Este nuevo medidor se parece demasiado a otros actos expropiatorios y extractivos que son actos de fuerza en desmedro de las personas o de los territorios. Chile es de ellos y ni siquiera lo disimulan, porque incluso lo vociferan vistiendo traje de baño o corbata.

La opacidad de los negocios se hermana con los actos públicos y hay que decirlo, desde mucho antes que Piñera. Blanco no era blanca. Vidal asesoraba a sus ex dirigidos.

El tema es nuestro medidor de paciencia.

¿Cuáles son los indicadores de nuestra paciencia ciudadana-pueblo?

En el índice, abajo está la paciencia total y domesticada. Cuando sube el costo de vivir, la pasividad es endeudarse más y buscar nuevos ingresos sacrificando el derecho al descanso.

El nivel superior de ese índice, es que los comentarios y alarmas, los rebotes en las redes acumulen energías y junten molestia, incomodidad, rabia o bronca. Y que todo eso origine actos prácticos, fuerza ciudadana, en suma poder.

Por lo pronto, acciones judiciales podrían ser. También el re andar lo obrado desde el parlamento, si de verdad todo hubiese sido una trampa. Pero sin acciones ciudadanas poco sucederá y sólo esperaremos hasta la próxima.

Tras los medidores inteligentes también hay un explícito aviso de cesantía para muchos trabajadores.

El presidente ha dicho lo que él cree es la última palabra. En ese tono de autosuficiencia y explicación ramplona de “ustedes no entienden y por eso se los vuelvo a explicar”. En ese tonito que aún utiliza porque hasta ahora le ha funcionado.   

Muy posiblemente, ENEL y el gobierno inventarán un relato de cuanto nos conviene el medidor inteligente, mientras poderosas máquinas de lobby y “control de daño” se activaran para influir y homogenizar el sentido común.                    

El futuro se ve incierto. Con las oposiciones reducidas a montoneras o de paseo. Sacándose los ojos por Venezuela, sin conectar con las familias que en marzo compran útiles escolares, pagan para circular con sus autitos a crédito o peor aún buscan pega o ahorran en transporte colándose por las puertas traseras.

Porque el índice de nuestra felicidad es el tiempo que usted utiliza en todo aquello que le resta tiempo propio o elegido.

Hay que mover este árbol. La huelga feminista, como fuerza desplegada puede ser una importante promesa movilizadora. Porque si alguien paga esta cuenta es la jefa de hogar saliendo adelante sola con sus chiquillos.

Ahí duele todo y es una de las caras de la pobreza junto con los migrantes B- de Haití y otros países, menos Venezuela; los jóvenes buscando o aceptando pegas sin ninguna protección y los abuelos y abuelas en actividad inventando energías para apenas sobrevivir.

Mientras nosotros continuemos distraídos con la vista en nuestras pantallitas, otros ya disponen la próxima sorpresa.

¿Cuál será el límite de nuestro medidor de paciencia? 

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