El Papa Francisco en Chile

El Vaticano y nuestra Cancillería han informado la próxima visita del Papa Francisco, el mes de enero del 2018, lo que constituye un suceso relevante para la comunidad nacional, que se origina en la condición mayoritaria de la Iglesia Católica en Chile y el peso internacional que tiene su máxima autoridad, el Papa.

En efecto, Francisco tuvo presencia en hechos influyentes, incluso inesperados del mundo global, como su intermediación en la normalización de las relaciones entre Cuba y EEUU, llevada a cabo bajo el liderazgo de los Presidentes Barack Obama y Raúl Castro, y que significara un fuerte aliento a la paz y la estabilidad en el continente.

El Papa ya no cuenta - como en la Edad Media - con ejércitos ni posee batallones de desembarco, y es probable que por ello mismo, como no tiene fuerzas de ocupación, haya ido adquiriendo un significativo papel de promotor de la paz en el globo y se den las condiciones para que coadyuve al diálogo allí donde las circunstancias no lo hacen posible o se interrumpe temporalmente, como ocurre con el Acuerdo de París sobre el cambio climático, materia que también motiva las preocupaciones pontificiias.

Uno de los aspectos más dramáticos de una política de paz, es el trato a las víctimas expuestas al imperio de los vencedores, en particular, a los refugiados que desalojados por millones de sus hogares, buscan desesperados donde radicarse. Es uno de los rostros de la migración, el más crudo y trágico, motivando permanentes llamados humanitarios del Papa Francisco.

La otra cara, es la marginalidad social y económica que empuja a extensas multitudes empobrecidas a cruzar fronteras en busca de un destino mejor. En muchos casos esos inmigrantes cambian pobreza por pobreza, sufriendo además el desarraigo y crudas formas de sobre-explotación, bajo el control de bandas y mafias que se especializan en lucrar con su desamparo.

Es lo que no debe ocurrir en Chile, donde ya hay cerca de medio millón de inmigrantes, de orígenes y razas diversas, con la esperanza que la patria chilena les permita una vida digna, sin las amarguras del entorno que han debido abandonar. Por ello, es urgente atender eficazmente esta nueva realidad , donde no faltan los perversos que quieren usar su indefensión en provecho propio.

Esta tarea solidaria y humanista, se complementa con el desvelo de Francisco por los pueblos indígenas, en especial, los originarios de América Latina, con los cuales reconoce una deuda histórica, que lo hace parte de su brega contra la pobreza y diversas formas de discriminación que les afectan, con vistas a la inclusión social y un desarrollo sustentable.

Al apoyarlos la Iglesia Católica une su presente con las enseñanzas de la Doctrina Social que se enunciara en la encíclica "Rerum Novarum", como réplica a las miserias de la industrialización capitalista, que ha evolucionado desde el siglo XIX hasta hoy, impulsada por teólogos, pastores y antecesores de Francisco, que entendieron su misión espiritual como un factor inseparable de un esfuerzo de misericordia y bienestar en la tierra, superando los siglos de oscurantismo clerical dominantes en la curia romana.

Al asumir ese rol promotor de la paz y superación de la pobreza, el Papa toma una responsabilidad esencial, que sobresale cuando se imponen la confrontación y la insensatez en los gobernantes y centros de poder hegemónicos. Es una visión que se propone evitar que desgarradores conflictos armados resuelvan lo que la acción política está llamada a dar solución; entonces desde su carácter eclesial, el reto Papal asume un alcance universal, es una misión que alienta el diálogo político, el respeto a la dignidad de los pueblos y de los derechos humanos donde estos sean pisoteados.

Ahora bien, el desafío de la paz y de la inclusión social exigen coherencia con las normas éticas que permiten la permanencia de las instituciones en el tiempo, entre ellas, la propia Iglesia Católica. Por ello, las denuncias de aberrantes casos de abusos sexuales contra menores de edad, por sacerdotes en Europa, EEUU y diversos países, incluído Chile han conmovido al pueblo cristiano y a la humanidad toda.

Nuevas denuncias de pederastia que afectan altos cargos de la jerarquía eclesiástica indican que la respuesta ha sido débil e insuficiente, y se cuestiona a la jerarquía católica ante encubrimientos o inexcusables negligencias en las sanciones que deben aplicarse a los responsables de tales vesanias contra la ética y la integridad de la propia Iglesia. Ante ello, también en Chile se espera de Francisco un ejercicio drástico y sin ambigüedades de su autoridad Papal.

La misión de paz y de respeto al hombre y sus normas de convivencia social, lejos está de confundirse con opinar sobre la contingencia como ha pedido la UDI, grupo en que además se ilusionan con frases que validen su homofobia.

En el pasado pensaron usar la gira de Juan Pablo II para la perpetuación de Pinochet. En rigor no aprenden nada. Siguen como ayer, agarrados a cualquier cosa de la que puedan sacar algún provecho.

Desde su perspectiva, renovada por Juan XXIII, Paulo VI y Juan Pablo II, superando un estrecho integrismo conservador con las ideas de la Doctrina Social de la Iglesia, la misión Papal en el siglo XXI apunta a logros civilizacionales relevantes, que escapan a ajetreos partidistas de corto alcance. Si así se comprende se podrá valorar la importancia de la visita del Papa Francisco y no caer en lo circunstancial o insignificante.

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