El Presidente en su laberinto

                                                                     

Un semestre en un gobierno de sólo cuatro años, parece ser un tiempo significativo y Sebastián Piñera los cumplió justo antes de las fiestas del dieciocho.

Ciertamente los ángulos de evaluación pueden ser muy diversos. Es posible detenerse y hasta marease con los resultados de las últimas encuestas o la interpretación de las cifras económicas. Nuestra percepción de columnista, y tan sólo de eso, es que la mayor dificultad del gobierno de Piñera es el propio Piñera. Y como en toda situación hay variables y variables, ésta creemos es la determinante que ordena todo el resto del escenario.

Como en el cuento del rey desnudo, en su entorno no se lo han dicho. Aunque convengamos que Chahuán y Larraín, el mayorcito, están entre los pocos, que lo han buscado advertir más allá de la autocomplacencia del propio presidente.

Podrán existir mejores o peores condiciones para sus años futuros. Oposiciones parlamentarias fuertes o débiles; movimientos sociales y ciudadanos rebotando en las calles o sólo latentes. Una ordenada coalición de gobierno o desatada en su voracidad y refriegas. Gremios empresariales presionando más ventajas o cerrando filas. Un gabinete casi invisible o el desarrollo de algunos de sus integrantes.

En fin, es posible imaginar novedosas líneas para los próximos meses, desde el chovinismo respecto al próximo fallo de La Haya, hasta un rol de liderazgo en la nueva derecha continental. Todas variables a favor o en contra del gobierno, pero ninguna de ellas altera o equipara las pulsiones incontrolables del presidente.

Convengamos que, Piñera es un resiliente del actuar al filo y que eso se traduce en una fortaleza relativa.

Convengamos que, es muy difícil que él pueda transformar su constitución en el rol y situación del presente. Incluso aún más, lo que se percibe, es que retorna un Sebastián Piñera menos autocrítico y mucho más autocomplaciente porque al parecer se siente más seguro, o porque quizás su ambición ha crecido, ¿de presidente a estadista?

Piñera conoce el poder, ese que es de verdad, el del dinero, y en particular el de cómo se acumula. Ese poder constituido de secretos y opacidades. Ahí, ha sabido ser ganador como pocos. Ahí, en ese exclusivo club de millonarios ha desarrollado sus competencias: la audacia sin límites; la insolencia para que todos corran; la última palabra; los anuncios que son sólo eso, por si impresionan; la soberbia respecto al entorno; el descuido de las formas, porque lo importante son los logros.

Por estos días se prevé que todo podría ser peor. Porque lo de las grabaciones guardadas en una caja de fondo es nuestro símil de los cuadernos argentinos. El pasado demuestra que Piñera zafa de los costos de su trayectoria, los conocidos y los por conocer. Hasta el momento, La Moneda se refugia en la prescripción judicial y aparenta no darle importancia a esa amenaza de fuego amigo, cuyos propósitos últimos aún desconocemos.

Es preciso reconocer, que sus competencias le han funcionado en los negocios y en la política. Pero, hoy, en el inicio de su temprano desgaste, lo dificultan.

Muchos anuncios, un muy lento avance y una volátil concreción. El margen de maniobra del presidente se ha estrechado, porque hoy está obligado a negociar con el parlamento.

Además, está desajustado en los temas valóricos con mayorías ciudadanas existentes y con capacidad de autoconvocarse lejos de la oposición parlamentaria, como lo demostraron recientemente las demandas de los movimientos feministas.

El otro factor influyente es la heterogeneidad de su coalición de gobierno, en temas tan diversos como la Memoria y los derechos humanos o la eutanasia. Eso que llaman la distancia de Kast a Kast.

El presidente al desnudo y un gobierno desconcertado que no logra encontrar la salida. Lo que se avizora hasta el momento es que los tratamientos no funcionan. Ni el desfile de ministros, ni las ideas ingeniosas de la SECOM en redes sociales, ni los continuos anuncios de iniciativas legislativas, ni el tomar tecito en Antofagasta.

Nada ha podido impedir una y otra vez que las recaídas sean frecuentes y la agenda rebote sin otra brújula que la desesperanza de sus colaboradores, las críticas desde su pacto y sobre todo la inquietud de quienes aspiran a sucederlo.

Este es un gobierno episódico, de videoclips y parpadeos, de escenografías efímeras y de agendas líquidas. Eso que se denomina relato aquí está desdibujado y ausente. Porque las pulsiones del presidente siempre se imponen a cualquier esfuerzo sectorial más o menos serio.

En la soledad del poder el presidente está desnudo.

¿Quién podrá enmendarle la plana? ¿Acaso su primo Andrés Chadwick? Él quizás pueda decirle en la privacidad del poder, mira Sebastián lo de ir a Quintero en medio de un conflicto abierto y sin soluciones efectivas fue un riesgo innecesario, casi una provocación. Por favor, no continúes anunciando proyectos como lista de supermercado, porque son sólo titulares. Y así, en tantas otras situaciones donde el presidente se debate entre su ser más elemental y profundo: buscar ser el primero o ganar o ganar.

Lo que viene pareciera ser aún más cuesta arriba. El presidente durante septiembre, anunciará a lo menos dos proyectos de reformas tan significativas como la de pensiones y la laboral. Es posible desde ya imaginar la de letra chica que cada una contendrá. Los derechos de los trabajadores activos y las condiciones de una vejez digna, entreveradas con los intereses por favorecer al gran empresariado que le reclama cariños a Piñera. O el bonapartismo de las AFPs para apostar a su sobrevivencia.

Mientras tanto, la calle comienza a expresarse en conflictos ambientales, demandas de docentes, paros parciales del SII o marchas pro derecho de las mujeres. O sea, la perdida de la agenda podría tender a acentuarse. 

Y todo, sin que aún comience la carrera por la sucesión al interior del conglomerado de gobierno. Desde el punto de vista electoral, la proximidad del horizonte del 2020 abrirá obvios apetitos en todo el espectro político. Eso significa que estos dos primeros años, de todas formas son el espacio más favorable para instalar un legado de gobierno y desde ahí proyectar la eventual continuidad. O sea, todo podría ser aún peor.

Todo acontece con la ventaja de una oposición fragmentada y sin liderazgo. Incapaz de plantear un proyecto de país que exprese a las grandes mayorías que el modelo atrapa por el endeudamiento y el deseo de consumo.

Un proyecto capaz de imaginar Chile desde su ciudadanía más que desde sus grandes grupos financieros. Lo nuevo no termina por madurar y lo viejo no termina de depurar su corrupción y desidia.

Ese 54% que no ejerció su voto en la última elección, aún parece no tener buenas razones para cambiar su desconfianza y desinterés en la política y en las opciones existentes. Mientras ello se mantenga, Piñera y su coalición seguirán teniendo márgenes de maniobra.

El presidente no asume que la incontinencia lo supera. No es lo suyo esperar a intervenir con pertinencia, en vez de improvisar sandeces y desaguisados. El más peligroso es el Piñera improvisando, el que puede faltar el respeto a los trabajadores del Metro o reírse de la autoridad en la OEA. Responder a la interpelación de una dirigente universitaria de manera ramplona, como quien jugara al bachillerato y ello hacerlo en el salón de honor de nuestra principal universidad pública.

Da igual la audiencia o la circunstancia. Es esa pulsión incontenible por agregar la frase que mañana será repetida en las redes. Quizás, es precisamente eso lo perseguido. El presidente citado, repetido, retituado o hecho memes. O sea, presente, siempre presente por las buenas y también por las otras razones. El presidente de bufanda roja o de bufanda azul para significar más allá de las inciertas palabras.

¿Qué y cómo recordamos del presidente en estos primeros seis meses?

¿Patrullando las calles o anunciando proyectos de ley?  ¿El Plan Jungla o los inmigrantes en interminables colas? ¿La Reforma Tributaria y su letra chica? ¿En un carro de Metro locuaz y errático? ¿El viaje al exterior sin periodistas? ¿O el anuncio del museo del empate?

La desnudez del presidente seguramente se acentuara ante la emergencia de una agenda de derechos mucho más ambiciosa. Los límites de derechos se corren. De la dificultad de implementación práctica de las tres causales, a la demanda por aborto libre y seguro. De la demanda de una vejez digna en el No más AFP, a la discusión de la eutanasia. Del martirologio del joven Zamudio al reconocimiento de otras sexualidades y opciones de género.

El país que votó en las urnas, hace rato que no coincide con el país que se moviliza y ni siquiera con todos los potenciales votantes. El país de los sin partidos es muchísimo más extenso que el país reflejado en el parlamento. Mientras tanto, el crujimiento de las instituciones desde Carabineros a la Iglesia Católica sólo profundiza la desconfianza en todo y en todos.

A sólo seis meses, la agenda del gobierno se asemeja a un volantín cortado en los cielos de septiembre.

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