El protagonismo en la calle y en la gente

Hay dos cosas ciertas, no toda propuesta que viene de la oposición es unitaria y, aun así, no por ser una iniciativa parcial carece de mérito. Siempre se debe realizar un juicio fundado y actuar en consecuencia.

Acusar a un ministro es siempre un tema debatible, acusar a un ex ministro lo es todavía más y requiere evaluar tanto los méritos como la oportunidad.

Cuando la decisión se toma en la centroizquierda un par de aspectos importan: si permite la unidad de la oposición y si es compatible con la mantención del objetivo principal de este período, que es triunfar en el Plebiscito. Ganaremos si predomina el optimismo que genera el saberse construyendo un país.

En otras oportunidades se ha criticada mucho que la oposición no actúe unida en casos que todos estiman como relevantes. Hoy, la iniciativa se lanza sin haber logrado la participación de todos los actores. Por lo mismo, puede ser considerada una acción parcial que no compromete a la oposición, puesto que esta nunca se ha comprometido con un respaldo mayoritario.

La oposición cubre más espacio político en la misma medida que la pandemia pasa a estar controlada, dejando de ser el tema central y casi único que ocupa a la opinión pública. Si el Plebiscito llega a ser un éxito es porque la pandemia deja de tener ese sitial casi obsesivo en nuestras preocupaciones. La pregunta es, pues, si este es el minuto para poner atención en Mañalich, un personaje del pasado, aunque sea un pasado reciente.

La pregunta es, también, quién deseamos que sea el protagonista de los próximos meses. Partimos de la base que, en un período de plebiscito, lo que queremos es que el ciudadano común y corriente se ponga al centro de la atención. Lugar que no se puede ser disputado por ningún miembro de la elite.

Una acusación constitucional pone el foco en un escenario que tiene pantalla todo el tiempo y que, sin embargo, no goza del prestigio y de la relevancia que merece. El Parlamento no es y no debe ser el actor que busca robar cámara.

Nadie va a considerar que este es un hito clave de nuestra historia si estamos instalando distractivos, dedicados a otra cosa y sin tener nada que ganar.

Hubiera sido distinto si tuviéramos la necesidad de sacar de la escena a un ministro responsable de una política errada, pero no es el caso. Eso ya se produjo. Con esta acción le daremos protagonismo y micrófono a quien menos lo merece, en la oportunidad menos indicada para que ello se produzca.

Se hace sentir una falta de congruencia en la expresión de las prioridades políticas que hay que sostener a semanas de producirse un triunfo del Apruebo, que constituye la prioridad uno, dos y tres.

El tema ahora es el destino del país, indirectamente eso nos permitirá identificar aquello que ya no puede mantenerse en su sitio. En esa categoría se encuentra la derecha en el poder y un sucesor de Piñera de su misma línea. Eso prima sobre la opinión que podamos tener sobre este ministro u otro y, mucho más, sobre un ex ministro u otro.

Esta acusación constitucional parece tener tres problemas: no es la oportunidad, no es el lugar, no es la prioridad. A parte de eso, podemos seguir discutiéndolo.

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