El revanchismo de mercado

Al levantarse las banderas del retorno a la democracia, desde las Protestas Nacionales de mayo de 1983 en adelante, las que fueron convocadas primero por el Comando Nacional de Trabajadores y luego por la Asamblea de la Civilidad, la réplica del régimen dictatorial era una dura represión que justificaba afirmando que lo único que buscaba la movilización social de los demócratas chilenos era "volver al pasado".

Esa fue la misma excusa de Pinochet para atacar a quienes denunciaron el ilegítimo Plebiscito, hecho para imponer la Constitución de 1980. La argucia era evidente. Sin embargo, la oposición democrática diezmada por una represión implacable y sin unidad no logró detener el plan de Pinochet para perpetuarse.

La réplica vino entonces del Presidente Frei Montalva, en su memorable discurso del 27 de agosto de ese año, al decir: "¿Qué país puede ser retrotraído a 7 años atrás? ¿Van a resucitar a los muertos y los desaparecidos? ¿Van a estar en Chile los miles y miles de exiliados? "¿Han sido en vano estos años?  ¿No ha sido una dramática lección la pérdida de la libertad?

Cuanta razón había en esas palabras. No es posible rehacer la historia y volver atrás. Chile no se puede volver a dividir, eso solo facilitaría que salgan de sus guaridas los que incitan el terrorismo de Estado. Por eso, es misión primordial de la acción política evitar tragedias como la del 11 de septiembre de 1973, que arrasan con miles de vidas inocentes, ya que cuando ese daño está hecho no hay como repararlo.

Por eso, la regresión al mercadismo situada en el eje del Programa de Piñera y de su principal aliado la UDI, resulta ser un error histórico garrafal, que el piñerismo busca imponer sembrando la atomización en el tejido comunitario, tratando que se confunda el desencanto con la apatía social y crezca la abstención.

Pero por mucho que Piñera lo quiera ya no podrá deshacer la gratuidad en la Educación Superior, tampoco podrá acentuar, como pretende su propuesta, el imperio de las AFP sobre millones de jubilados. Su meta de desmantelar el Estado y los avances sociales de los últimos 25 años no es viable, en la mayoría del país se quiere más equidad y no mayor desigualdad. El darwinismo social es volver al medioevo y no prosperará.

Las personas esperan apoyo del Estado para crecer y tener bienestar en la familia, pero no con el afán de abalanzarse rabiosos unos contra otros para arrebatarse los frutos del trabajo social. La ciudadanía tiene en su mente el ideal de derechos y libertades que inspiraron ayer a las fuerzas de la Concertación por la Democracia, y que hoy orientan al bloque de la Nueva Mayoría en el gobierno.

Esa es la gran diferencia. Lo que se propone Piñera es arrodillar el Estado para que imperen los intereses corporativos, es la ruta a un tipo de sociedad en que rija la ley de la selva y gane el más fiero, tanto como necesite para imponer su voluntad. La revancha social de Piñera conduce a la división del país.

Por el contrario, los demócratas tanto de izquierda como de centro, anhelamos que el apoyo mutuo, la cooperación y la mancomunidad de los esfuerzos sea lo que prevalezca.

Una patria integrada social y territorialmente, en que prevalezca la justicia social por sobre el canibalismo de una sociedad mercantilizada.

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