El silencio de los cobardes

Pienso sobre las razones del porqué algunas personas  no son capaces de mirar a los ojos directamente, desviando su mirada, escondiendo aquello que sienten o piensan, o sencillamente no son capaces de hablar con el otro, intercambiando sus opiniones y el pensamiento que tienen sobre la realidad.

Han  existido siempre, como gente tímida o timorata que se esconden en la mudez callada del silencio, creyendo que con ello se liberan de sus propios pecados o de cuestiones que sencillamente no quieren o no pueden comunicar. No son capaces de mirar ni con el rabo del ojo, creyendo que nadie los observa ni los enjuicia. Yo los llamo los cobardes del silencio, no del silencio creativo, sino de la mudez cobarde de aquel que no es capaz de echar un vistazo ni a su propia existencia.

Los cobardes del silencio son aquellos que después de pasar muchos años aferrados al poder (ya sea de la palabra o de la  acción), hoy se declaran inocentes  de sus propios pecados. Pecados de soberbia o de malas intenciones, de una conciencia clara y pecaminosa, que hoy se tratan de borrar como se tachan ocultamente las culpas.

Son todos aquellos que no han querido realizar lo que era necesario llevar a cabo, o guardando los secretos del mal hacer, del cual tuvieron o tienen plena conciencia.

Son aquellos que guardaron silencio frente a los abusos, al robo y al engaño, son aquellos que vieron como algunos se enriquecían a destajo sin que la mayoría pudiese decir algo.

Son aquellos que hoy miran al cielo en busca del perdón de sus propias culpas, parte constitutiva de la historia y que hoy se hacen trozo de una conciencia colectiva que busca, mediante el silencio, un perdón fusionado en nuevas formas de fanatismo: mercado, indiferencia frente al otro, conciencia individualista, egocentrismo, necesidad de Tener por sobre el Ser, conductas agresivas, el robo pequeño, la indiferencia frente al enfermo y al pobre y desvalido.

Ellos constituyen la gran mayoría que busca el perdón mediante el anonimato colectivo y el silencio hipócrita.  Son los de siempre, podríamos decir, y en algo quizá tengamos razón, pues siempre han existido, especialmente entre la mayoría privilegiada que detenta el poder.

Hoy vivimos una experiencia en donde las sociedades, y nuestra sociedad de manera especial, se entrecruzan las posibilidades de salir fuera de un sistema corrupto como el que vivimos y la esperanza de un nuevo sistema  que nos llene de mayor felicidad en todos los aspectos de nuestra existencia.

Para ello los esfuerzos personales y comunitarios deben tratar de encaminarse hacia nueva fuentes de inspiración y nuevos arranques de avance hacia un mundo mejor.

En estas grandes tareas cada uno de nosotros debe ser sujeto histórico de un proceso comunitario en el cual los que deberían hablar hablen y los que no tienen nada que hacer callen, pero que a la vez no hagan daño a los congéneres con sus conductas de injusticia, de egoísmo y de falta de caridad.

Solo así la esperanza se convertirá en una fuerza movilizadora de nueva formas de encarar un nueva realidad comunitaria y personal, en donde el silencio de los cobardes deje de existir.

Ojalá los dioses nos acompañen en esta tarea de reconstrucción cultural y anímica de un país que debe y puede levantarse a la brevedad si eliminamos a los cobardes del silencio. 

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