El valor unitario del triunfo del NO

Mariano Ruiz-Esquide
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Hay momentos históricos en los países que por su trascendencia quedan en su memoria y pasan a ser movilizadores de un pueblo para quienes no lo vivieron en forma personal. 

Es estos últimos 50 años más menos, el plebiscito del 05 de octubre de 1988, en que Chile derrotó a la dictadura militar-civil de derecha es uno de esos momentos, porque su triunfo era casi imposible.  Chile estaba bajo un régimen de terror, que algunos no conocieron y otros quieren olvidarlo bajo la consigna de que ya es hora de dejar atrás el pasado y mirar el futuro.

Lo viví en persona  y  sin soberbia ni vanagloria, fui la culminación de un periodo dramático, junto a muchos chilenos que desde que desde el mismo 11 de septiembre de 1973 hasta el 05 de octubre de 1988 nos propusimos como era volver a la democracia.

Dos recuerdos son imborrables en lo personal.Uno es el sufrimiento con que los pacientes llegaban hasta los hospitales con una bala en la nuca, bajo la presión de las autoridades  para cambiar los diagnósticos.  El otro es cuando en Concepción se inmoló  Sebastián Acevedo y llegó a la URGENCIA del Hospital pidiéndonos a gritos que lo llenásemos de morfina porque el calor era insoportable y estaba negro como un carbón.  Aún ahora  se aprieta el corazón al recordar su sufrimiento.

Otro recuerdo es la guerrilla política que no pudimos resolver y que hubiese evitado tanto dolor porque primó el maniqueísmo: los buenos aquí y los malos allá, era la consiga de todos los referentes políticos.

Mientras escribo estas líneas me recriminan que vuelva a  recordar aquellos días. No es un retrotraer lo doloroso ni un masoquismo, sino son otras razones. 

La primera  es que veo nuevamente un lenguaje duro, violento, tramposo como en esos años. 

La segunda, a pesar de los ejemplos en contrario, es el afán de aislarnos como Democracia Cristiana porque no queremos ser progresistas junto a otros, sino solos aunque hayamos perdido siempre en esa postura.  

La tercera es que ¡otra vez! Llaman a segregar o no contaminarse  porque alguna vez fuimos adversarios históricos y otros se equivocaron en enfrentar el dilema político.

¡Quouske tandem Catilina abutere patientia nostra! ¿De nuevo lo mismo? Venga de donde venga voy a respaldar las posiciones porque eso sería hacer realidad la frase ya conocida: los pueblos que olvidan su historia vuelven a repetirla.

Por último una muy triste calificación soterrada para con los que buscamos la unidad del mundo progresista. ¿Creen acaso quienes nos tratan de ignorante que no sabemos que detrás de estas negativas está el afán de una alianza con la derecha a corto o a largo plazo, desde fuera o dentro de nuestro Partido?  La Política es valiosa y hermosa.  Digna y ejemplar, es la voz del propio Papa, pero también tiene sombras. 

No hay en estas líneas ni molestias ni rupturismo o desobediencia  a ninguna autoridad.  He intentado hablar varias veces con el sector de mayoría de la Mesa Directiva  en su círculo más cercano y no lo he logrado. 

Si no hay respuesta, haré lo de siempre, obedecer cuando los acuerdos son oficiales  y escribir mi opinión dentro de lo que aceptamos como disciplina consensuada  y señalar que no entendernos en el mundo Progresista es también responsabilidad de todos los referentes que la componen. 

Nota de la Edición. (1) Cicerón ¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia? (latín).

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