Elección municipal, más allá de lo local

Debemos saber leer lo que nos quiere decir la ciudadanía, una frase recurrente y sin respuesta hasta ahora.

El resultado de la elección municipal en octubre último, ha generado incertidumbre en la élite política de nuestro país, estableciendo un debate vertiginoso de explicaciones varias (todos ganaron), aferrándose a los números y sin contenido político, ni lectura sociológica.

Esto último que era un activo de la clase dirigente, hoy es remplazado por la lógica vacía de cuantas autoridades comunales eligió cada partido, cual es la media del resultado de los concejales y la proyección en votos para los próximos eventos, (presidenciales y parlamentarias) en base eso sí, al nuevo sistema electoral.

Poco se dice respecto de la abstención, la debilidad del sistema político con la precaria participación en las urnas y el creciente descontento en nuestra sociedad, expresado en movilizaciones que muestran el trance crítico de nuestra economía y de nuestros sistemas básicos: educación, salud, pensiones, seguridad y transporte entre otros.

Esto revela que el país está pagando costos por su desarrollo creciente, que no eran evidentes durante el ciclo de crecimiento y de bonanza, que ponen en evidencia las limitaciones escondidas y las promesas fallidas del modelo de desarrollo seguido, que ha experimentado profundas transformaciones en muchos ámbitos con resultados diversos, particularmente en lo económico y en movilidad social.

Uno de ellos ha sido la conversión del país en un conjunto de guetos ya no solo definidos según las diferencias económicas y sociales tradicionales. La segregación entre ciudadanos se ha extendido y se profundizó en varias otras esferas cruciales para la convivencia nacional: la educación, cultural, étnica, tecnológica, urbana y hasta religiosa entre otras.

Se desestiman así, las grandes apuestas por la solidaridad y movilidad social, que fueron tradicionales caminos de integración en Chile, que dieron sustancia a un ethos común y que alguna vez fueron motivo de orgullo nacional.

Se devaluaron los sistemas de educación pública, de salud pública, de vivienda social; se ahogan las cooperativas y se desecha todo tipo de propiedad comunitaria.

Se podría seguir explicando las razones  del estado de crisis y desencanto que vive el país. De esto constatamos, surge la tentación de negar todo el orden actual y experimentar, con dudosas promesas de mejores resultados desconociendo así las lecciones de la historia propia y ajena. Eso sería en mi opinión una mala lectura de la crisis y los hechos recientes.

Una lectura más fecunda debería discernir aquellos elementos  que promuevan un potencial positivo para los cambios. A modo de titulares he aquí algunos de ellos.

El Estado debe garantizar ciertos servicios sociales que no pueden estar sometidos a la simple dinámica del lucro y lalibre competencia.

Educación libre, de calidad y de acceso gratuito para todos quienes no puedan pagarla como mínimo, un sistema de salud eficaz y compasivo, una vivienda que permita a toda familia calidad de vida, una ancianidad tranquila, digna y respetada, un acceso expedito a las tecnologías y en el caso de las minorías, respeto a su herencia e identidad cultural.

El Estado debe romper con un sistema de exclusiones cada vez más extendido, debe propender a abrir plazas y espacios públicos donde los ciudadanos puedan volver a re-encantarse y re-encontrase en un esfuerzo solidario por un destino común e inclusivo para todos.

El Estado debe garantizar una mayor equidad en el reparto de los costos y especialmente de los beneficios del crecimiento; de los esfuerzos por construir un país con una creciente justicia social.

El Estado en su conjunto debe atacar con todo el peso de la ley la superficialidad moral y ética de quienes corrompen o se dejan corromper, es necesario desarrollar leyes y regulaciones realistas y estrictas para proteger el bien común.

Una reforma al sistema político es condición para fidelizar a los ciudadanos con nuestra democracia. Alguna de ellas por ejemplo, es poner fin a la reelección indefinida de cargos elegidos que han convertido la vocación de servicio, en una sospecha permanente de corrupción autogenerada. También es un imperativo, la reforma que marque de manera irrestricta, la separación entre la política y los negocios.

El porqué de la baja participación en las últimas elecciones de alcaldes y concejales es múltiple, no tiene que ver solamente con la realidad local y el tipo de liderazgo que allí se desarrolla. Tiene que ver también con sentirse parte de una nación y la consecuencia de cuanta decisión está en manos del poder político.

Eso sí, resulta inobjetable que esta es una primera señal clara, que hay una mayoría que se siente al margen del desarrollo y espera mucho más.No es ofensivo pensar, que aun cuando hemos avanzado mucho, todavía estamos en deuda.

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