Con el paso de los días, el amargo sabor del domingo se ha diluido y se han abiertos los espacios para profundizar en las reflexiones para comprender este sorprendente resultado. La derrota no fue inesperada. No sólo las encuestas, desde hace meses atrás, sistemáticamente enunciaron la derrota, sino que también la calle nos los decía. Sin perjuicio de esto, la sorpresa del margen de diferencia de los resultados nos obliga a sentarnos -cabeza gacha y espíritu frío- a pensar en nuestros errores; en los aciertos del contrincante, en las estrategias acertadas y en las fallidas.
Nos obliga a conectarnos con los más diversos sentimientos que nos invaden: rabia, frustración, pena e incertidumbre. Tuvimos la oportunidad de avanzar, pero, claro está, que no era en esa dirección y tampoco era con esa velocidad.
El plebiscito de salida para la aprobación de la nueva Constitución fue el cierre de un proceso colectivo y ampliamente legitimado por un país cansado de abusos e injusticias. La convicción de que Chile necesitaba una nueva Carta Fundamental fue recogida por los diversos territorios urbanos y rurales; apoyado por trabajadores, pobladores, mujeres, disidencias sexuales, pueblos originarios, independientes y partidos políticos. Respaldado por estudiantes, defensores medioambientales y una gran lista de "otros", que en conjunto pensamos que sería un proceso sanatorio y fértil para nuestro país. Fue la puerta de entrada para soñar y una vía para concretar cambios y transformaciones reales. Significó, también, la oportunidad de evidenciar muchos de los anhelos y carencias de la sociedad chilena, desde los cuales se sentaron las bases para la redacción de la nueva Carta Magna.
La Constitución parecía tener todo lo que el pueblo de Chile gritó en las calles: nuevos sistemas de salud, pensiones, educación; herramientas eficientes de protección medio ambiente, reconocimiento de los pueblos originarios, paridad y muchas, quizá demasiadas, otras temáticas tratadas en ella. Haciendo un poco de memoria, recordamos que hasta contamos con espacios para levantar propuestas populares de normas, para que nuestros vecinos, nuestros compañeros de la universidad o de la señora Marta del quiosco de la esquina tuvieran espacio en este proceso. Más inclusiva, difícil.
Muchos nos preguntamos qué pasó. Nos cuestionamos el contenido y alcance del texto, el efecto de las diversas polémicas suscitadas en el transcurso del proceso, indagamos por la forma en la cual se enfrentaron los poderes dentro de la Convención, cómo se lideró la participación de los independientes y de los pueblos originarios. Mucho análisis, para concluir en una señal clara derivada de la calle y del pueblo: Chile no quiere este proyecto de nueva Constitución. El resultado es contundente, Chile unido y decidido, votó Rechazo. Ni las mujeres defendieron las políticas paritarias y la perspectiva de género; al parecer la plurinacionalidad y el reconocimiento de los pueblos originarios no es una demanda legitimada para ellos, los animalistas no eran tantos, la consigna "el agua para todos" no se entendió y se logró instalar la idea de que se atentaría contra la propiedad privada y las viviendas. Sin desconocer el excelente trabajo comunicacional de la opción Rechazo y la profunda campaña de desinformación, me parecería un simplismo errado, radicar la responsabilidad en ello.
Aquí los problemas son otros. Partiendo porque la conformación de la Convención fue un espacio de poder liderado por individualidades. La amplia presencia de independientes, lo cual era tan bien visto en un comienzo, rápidamente demostró ser insuficiente y problemático para lograr los acuerdos de unidad. La mirada particular no es suficiente para comprender las complejidades de la sociedad. La participación itinerante y, a veces, errática de quienes, habiendo contado con una amplia votación en este hito particular, pero quienes no contaban con las espaldas otorgadas por una visión estratégica y colectiva, marcaron el devenir de la Convención. No será necesario referirse a las múltiples polémicas, sin embargo, el espíritu rencoroso, como varios ya se han referido en estos días, ocupó un espacio significativo en el desarrollo del proceso. Particularidades sobre representadas, con ánimos refundacionales mas sin la altura de miras y sin la convicción o ideología necesaria para la construcción de las bases para una mejor sociedad, derivaron en lo que ya sabemos.
La ansiedad por incluir demandas de nicho, sin una visión orgánica y estructural requerida para este tipo de cuerpos normativas, fue otro de los errores de lectura política de la Convención y de la sociedad en general. Y es que, las y los ciudadanos nos sentimos con la debida autoridad de exigir la inclusión de "nuestras" demandas, aquellas que de manera singular, y entendidas como elementos satelitales y no como engranajes de una máquina unitaria, derivó en un texto cargado de simbolismos, de hermosa retórica pero incapaz de generar consensos.
Este es un tremendo terremoto político y ciudadano, el cual además de las profundas consecuencias que traerá para el devenir próximo y futuro de Chile, nos invita a leerla como una oportunidad irrepetible para detenernos a mirar, a observar, a reflexionar y a escuchar con mayor detención a las reales voces de nuestros habitantes. Solo así, seremos capaces de liderar procesos colectivos que coordinen y enlacen los diferentes pensamientos que alojan en nuestro territorio. Solo así, podremos iniciar un nuevo proceso constituyente que reúna el espíritu de Chile.
La derrota del domingo es más profunda de los que creemos. Es un cuestionamiento transversal a las formas de gobernar y de hacer política. En la medida en que transcurra el tiempo, iremos desmenuzando y comprendiendo de mejor manera las razones y sus efectos, sin embargo, me quedo con la siguiente reflexión preliminar: las luchas no se individualizan y las heridas de Chile se trabajan en unidad, con humildad y alturas de miras. Será un enorme desafío volver a articular al país en un nuevo esfuerzo constituyente, pero mi compromiso está con los cientos de personas, vecinos y vecinas, que siempre me han respaldado. Con la convicción intacta y con la fuerza que me caracteriza, impulsaremos en conjunto y mancomunadamente, un nuevo proceso que rescate y consagre los verdaderos deseos que cimenten los caminos hacia la construcción de una mejor sociedad.
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