Es tiempo de la política, no de los extremos

La derecha estima que si va unida a la Convención Constituyente obtendría mayoría absoluta de sus miembros, mientras que si va en dos listas estaría solo cerca de la mitad de la convención. Es decir, tienen la seguridad de que obtener el control de la nueva instancia.

No lo dicen de puertas a fuera para no provocar algún tipo de efecto en la oposición, lo señalan en sus reuniones internas para tomar las decisiones más adecuadas. Tratándose de números el análisis ha de ser desapasionado, hay que poner la voluntad a trabajar sobre una base realista. La oposición - piensan en la derecha - les puede haber ganado en todas y cada una de las decisiones tomadas en el último año, pero han llegado a un desfiladero donde su mayoría no cuenta.

Lo digo porque la oposición se ha puesto como meta la obtención de los dos tercios de la Convención como sinónimo de éxito en la elección de convencionales. Es decir, les impone su voluntad a los números porque a muchos les parece que grandes barreras se han borrado últimamente y esta será una más. Pero correr con las banderas desplegadas al viento no abre todas las puertas y esta tampoco. Llegó el momento de la política.

Esta caja no cuadra contando, sino convenciendo. La procedencia de los convencionales será muy variada y las listas no serán dos, sino que varias.

La unidad es predicada por todos, pero es desglosada de manera tan diversa que se hace imposible. No se dice porque la política tradicional es alérgica a la verdad pura y simple y quiere, como en los matrimonios mal avenidos, guardar las apariencias para no pagar costos ni alimentar habladurías en el vecindario.

La oposición comparte sus rechazos, pero no las mismas fobias. Los independientes tienen en común el apelativo, pero los hay para todos los gustos, no para la misma lista. Su relación con los partidos suele ser alérgica. Apenas puedan presentarán las listas que estimen convenientes por grupos cercanos.

Los partidos políticos actúan con el síndrome de patito feo, tratan de hacerse el simpático con todos, pero no consiguen el favor de nadie. Pero como nadie está dispuesto a multiplicarse por cero, por mínimo que sean los cupos que se reserven, tienen que dar cabida a la paridad de género, a su diversa composición interna y de ahí no pueden bajar. Cuando queden reducidos a piel y huesos, se encontrarán con que, desde fuera, se les insultará diciéndoles que son poco generosos y no les quedará más remedio que intentar sobrevivir.

Los movimientos sociales tendrán un duro despertar. Actúan casi como partidos políticos, pero no lo son.

Actúan casi como representantes de la sociedad movilizada, pero no lo son.

Actúan como si fueran la voz de la mayoría, pero nadie lo es. Como son “casi algo”, serán “casi convencionales”.

En un escenario que se reconfigura, ganan las personalidades y la disciplina de grupo.

Las personalidades superan a los partidos y la disciplina permite que los números jueguen a tu favor.

Al final, el recuento no se podrá hacer por el corte izquierda-derecha, mejor será contar los que buscan grandes acuerdos versus polarizados.

Los polarizados, los que suelen hablar a nombre del pueblo, descubrirán que el pueblo considera que han estado hablando de más.

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