Estallido en marzo, ¿profecía auto cumplida?

Existen muchas formas de plantear ideas y lograr que la sociedad se movilice para concretar o   rechazar  las propuestas que pueden nacer en líderes y grupos de interés.  Por ejemplo, se puede realizar mediante religión, incentivos económicos o  leyes y regulaciones coercitivas,  y también, por cierto, con el uso de la fuerza y la violencia.

Estos mecanismos obtienen siempre resultados diversos y no asegurados, dependiendo de cómo sean recibidas por la sociedad. El común denominador de este tipo de mecanismos son las personas. Ellas reciben los mensajes o estímulos y deciden  actuar (o no hacerlo), alineados con sus propias creencias o las inducidas por los mecanismos mencionados.

Es quizás el comportamiento humano, uno de los fenómenos más extraños de la naturaleza, donde las condiciones comunitarias, económicas y sociológicas ( que anteceden a las acciones) son muchas veces ininteligibles y no permiten ser anticipadas.

Sin embargo, hay otras acciones que pueden ser inducidas por el lenguaje, la moda y actualmente por los medios digitales de comunicación masivos. Por ejemplo el marketing direccionado o las redes sociales con influenciadores.

En una sociedad que ha aprendido a actuar como respuesta condicionada a los estímulos publicitarios sobre el consumo, podría ser fácil cambiar el esquema  y platear, que bajo el mismo enfoque, existen actores que estén dando mensajes erróneos sobre los acontecimientos esperados para el próximo mes.

Hoy, no es difícil hacer un diagnóstico sobre qué creen las personas que pasará en marzo, tanto en el almacén de la esquina, en ferias libres, en el Mall o en el supermercado, como también en el taxi,  en la micro o en el Metro, es común concluir  que  “se viene el estallido”, por decirlo elegantemente. 

La teoría de las profecías autocumplidas consiste básicamente en creer que algo sucederá y, luego, eso sucede.

El fenómeno socio-psicológico consiste en  que alguien "predice" o espera algo, y esta "predicción" o expectativa se hace realidad simplemente porque uno cree que lo hará, y sus comportamientos resultantes se alinean para cumplir esas creencias.

Esto sugiere que las creencias (futuras) de las personas influyen en sus acciones. Esta idea ha sido largamente utilizada para estudiar el comportamiento de los consumidores y  de los inversionistas en el mercado financiero y de capitales. Sin embargo, hoy, existen señales respecto a un vaciamiento de la teoría  hacia el comportamiento social pos estallido del 2019.

Cuando desde las ideas, se pasa a la acción y luego a la violencia, es responsabilidad del Estado   controlar y proteger a la sociedad organizada. Contener, disuadir y evitar que existan hechos atentatorios contra los derechos individuales  y colectivos, es en realidad la función básica del Leviatán. De lo contrario estamos en el caos y la no sociedad.

Por tanto, se espera de quienes dirigen el Estado tomen acciones adecuadas  para evitar que las profecías autocumplidas sobre otro estallido social violento se concrete.

Sin embargo, hay más actores que teniendo tribuna (o publicidad en medios de comunicación)  no deberían incentivar al clima de incertidumbre y contribuir a la materialización de la mencionada  profecía autocumplida. Por ejemplo, las campañas de marketing que explican el efecto en el precio del dólar, ante un nuevo estallido social. O los efectos sobre la inversión y compra de activos más líquidos  que platea un reputado banco de inversión extranjera.

En mi opinión, la estrategia denominada FUD (siglas en inglés de miedo, incertidumbre y duda)  no debe ser concretada en Chile. Estamos forjando la senda de un mejor futuro común,  donde se busca reponer el equilibrio entre la sociedad y el Estado, en beneficio de la población más necesitada y en una nueva relación con el medioambiente. Pobreza, inequidad, abuso y daño ambiental son los enemigos comunes a derrotar. 

En definitiva, es imperioso evitar  la violencia indigna y descontrolada que pueden desencadenar las profecías autocumplidas sobre un nuevo estallido, que podría ser inducido por sectores interesados en la inestabilidad del sistema democrático.

El desafío es enorme y la oportunidad única para decidir sobre el futuro de Chile, el día 26  de abril. Para combatir a la violencia y a los males sociales se necesita más democracia participativa.

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